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El sector bancario es especialmente sensible a cualquier alteración producida, directa o indirectamente, en la dinámica económica, social o política, que pueda tener alguna repercusión en su actividad comercial y, consecuentemente, en sus cuentas de resultados. Las entidades financieras han estado afectadas, últimamente, por diversas  coyunturas que han menoscabado de forma intensa sus márgenes por intereses.  Recordemos que la última crisis financiera generó unos niveles de morosidad de tal magnitud que amenazó con la quiebra de algunas entidades y requirió la amplia y profunda transformación del sector. De igual forma, las políticas monetarias dictadas por el BCE para estimular la actividad económica, situando los tipos de interés en el cero por ciento desde hace cuatro años, han impedido la recuperación del beneficio  operativo hasta los niveles deseados para robustecer sus recursos propios y fortalecer  más sus balances. Esta serie encadenada de coyunturas adversas han tenido un reflejo negativo, muy contundente, en el nivel de su valor en bolsa pues, incluso antes de las tremendas pérdidas acumuladas en las últimas sesiones, ya estaban cotizando en valores desconocidos.

La inesperada irrupción de esta fatídica crisis, ha venido a redundar sobre su capacidad de generación de beneficios y ha reeditado la inquietud en el sector, a pesar de la mejora de su salud financiera en los últimos años, que ha permitido una mayor estabilidad y equilibrio en sus balances, debido a la ausencia de tensiones de liquidez, al menor volumen de fallidos y al reforzamiento de sus fondos propios. Sin embargo,  es de esperar que la recesión económica, que provocará esta crisis sanitaria, contraiga su volumen de actividad, (fuentes del sector estiman que la concesión de hipotecas en el primer trimestre se ha reducido un 25% lo que, además de su incidencia en los beneficios, mermará el volumen de venta cruzada de otros productos redundando en  el cobro de comisiones), merme sus beneficios, incida sobre la calidad de su cartera de créditos y préstamos y aumente la morosidad de sus clientes, como consecuencia del inmenso e incalculable deterioro de la actividad económica general, que afectará con especial intensidad a pymes y hogares e influirá en su capacidad de atender puntualmente sus obligaciones de pago.

Las traumáticas experiencias de los últimos tiempos, que hemos comentado, son la base adecuada para mantener una posición defensiva ante el cataclismo sobrevenido que estamos atravesando. No debe, por tanto, asombrarnos la decisión de los bancos españoles de destinar en torno al 80% de los beneficios, relativos al primer trimestre del año, a provisiones extraordinarias para hacer frente al futuro deterioro de sus balances, en base a la esperada caída de la actividad y en consonancia con los cálculos del Banco de España. La reducción de los mismos alcanza cifras muy significativas que, comparadas con el mismo periodo de 2019, aun excluyendo al BBVA, afectado por una circunstancia extraordinaria coyuntural, supone una minoración  de 2.329 millones de euros. En este sentido en los medios económicos aplauden las dosis de prudencia que  han tenido, para anticiparse a las más que probables y muy negativas secuelas señaladas anteriormente.

En cualquier caso, en esta ocasión las entidades financieras, han contado con diversas circunstancias favorables para minorar el riesgo crediticio y la merma de actividad estimada. Nos referimos al respaldo de los avales del Estado en las líneas ICO de financiación para pymes, a la flexibilidad regulatoria y contable de la autoridad supervisora y a la anuencia del BCE en cuanto a renunciar al reparto de dividendos. De esta forma se pretende, además de consolidar la decisión de la aplicación de los beneficios a las previsiones por pérdidas futuras, como hemos señalado, evitar, junto a otras medidas específicas, el cierre del grifo del crédito.

Es de esperar, por tanto, que en esta ocasión la prudencia mostrada para compensar la posible erosión de la salud de sus estados financieros, evite la repetición de los nefastos efectos derivados de las crisis anteriores, y que esta coyuntura sea aprovechada para mejorar su imagen manteniendo una actitud más flexible que les permita compatibilizar su prudencia, con la atención especial que requieren sus clientes en esta situación excepcional.

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