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En las últimas semanas, los medios de comunicación y las redes sociales, están prestando mucha atención a la exclusión financiera que sufren muchos mayores en la España vacía. Para ser preciso, hay que decir que, en realidad, la exclusión financiera se da, también, en zonas urbanas en las que muchas personas carecen de formación digital y sufren la ausencia de atención personalizada.

Volvamos sobre la exclusión en las zonas rurales poco pobladas o sumidas en un proceso de despoblamiento continuo. Son varias las razones para este despoblamiento que es un proceso complejo y, por tanto, exige respuestas, igualmente complejas. Pero el fenómeno de la exclusión financiera va más allá porque, como dice Sergio del Molino, una democracia no puede permitirse que miles o millones de ciudadanos vivan con sus derechos mermados en una suerte de extranjería o nacionalidad rebajada dentro de su propio país.

El sistema bancario puede esgrimir que los bajos tipos de interés lo ha abocado a ahorrar sucursales físicas. Pero esta no es razón suficiente para no servir eficientemente a los mayores ahorradores, la mayoría pensionistas que, además, son proveedores de recursos financieros a las mismas entidades que no los atienden personalmente.

Afortunadamente, en nuestra provincia, pese a que en la última década se han cerrado sucursales, la Caja Rural, en el ámbito de su responsabilidad social corporativa, está presente en todos los municipios de la provincia y en algunos núcleos rurales. Por supuesto que esta medida le resta rentabilidad económica; sería más rentable cerrar muchas de estas oficinas porque tenerlas abiertas es perder dinero. Pero a diferencia de otras entidades financieras, a la Caja Rural no solo la mueve el dinero, que es su obligación claro, sino no dejar abandonados a los más vulnerables, a esos mayores que estos días claman desamparados contra lo que entienden es una injusticia. Esperemos que la iniciativa del Gobierno, en la línea de buscar medidas de inclusión financiera dé sus frutos, aunque soy bastante pesimista. Dar cañas en lugar de peces no es una solución en este sector y, aunque es mejor que nada, solo sería útil para una poca parte del segmento de mayores.

La exclusión financiera es una arista más de ese poliedro que hace que las áreas rurales se despueblen, junto con otro no menor, el abandono de las administraciones públicas que, poco a poco, merman o directamente eliminan servicios públicos esenciales como la salud y la educación, provocando una menor democracia, al ser, cada día, menos colectiva, menos participativa y más excluyente.

La exclusión financiera es la punta del iceberg del impacto de la digitalización tiene sobre una buena parte de la población. Cómo hacer compatible el proceso de la digitalización con la no exclusión social es uno de los grandes retos que tenemos por delante como sociedad, pero antes de adoptar medidas hay que evaluar los impactos y, desde luego, una sociedad que se dice desarrollada no debe -se ve que puede- ahondar en la exclusión social. Por eso es loable el comportamiento de la Caja Rural en nuestra provincia, como lo es, también, el de aquellas administraciones públicas y empresas, también muchas del sector financiero, que, además de dar cañas, enseñan a pescar.

Foto: Oficina de la Caja Rural de Jaén, entidad presente en todo el territorio provincial.

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