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Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Tengo por costumbre escuchar música siempre que escribo. El acto de crear, de enfrentarse al folio en blanco, para mí, necesita del impulso de alguna sinfonía.

La Cuaresma asoma por los montes cercanos. Es este un tiempo de meditación en el que recordamos el sacrifico hecho por un hombre a favor de otros, que no supieron entender.

La Sinfonía número 2 de Mahler, denominada “Resurrección”, nos muestra ese periplo por el que anduvo Jesús hasta culminar en nuestra salvación.

Es de noche y suena esta hermosa obra: el quinto movimiento llega a su fin y supone el triunfo de la vida sobre la muerte. El mensaje, que en todos los movimientos se nos va dando de forma escueta, en este último se nos revela con toda su fuerza. El argumento o narración musical del genio austriaco es sencillamente bello.

La foto que ven en la parte superior de este texto es obra del fotógrafo jienense José Melero. Desde la quietud del Camarín que mandó construir el Capitán Pocasangre, nos muestra en un gran primer plano, la belleza tranquila de Nuestro Padre Jesús -como definió el poeta Damiani, en unos de sus maravillosos artículos-.

Las dos caras de Jesús que observamos son las dos caras de un sufrimiento sereno, aceptado con la resignación impuesta por un mandato divino del que sabe que no puede escapar. La cruz no es solo el peso y la condena por los pecados nuestros que asume, sino también un espejo donde poder mirarse y ver su propia fatiga ante tamaño desafío.

Jesús espera con la certidumbre de saber que tiene que volver a subir por los cantones para salvar a una ciudad que, a veces, olvida el dolor de los más necesitados. Asume la tradición de una madrugada antigua y acepta resignado participar en una farsa, que ensancha la vanidad de los plenipotenciarios.

Sin embargo, no pierde la esperanza. Conoce que salvará a algún descarriado por el camino.

La mirada de Jesús siempre es diferente, según el día en que vayas a verlo. Es esto, quizá, uno de sus milagros. Melero ha sabido enfocar en esta foto los días previos de una procesión en la que Jesús hubiera preferido no salir y descansar de su propia leyenda.

Foto: Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de Jaén. (JOSÉ MELERO).

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