Skip to main content

 

Decíamos ayer…

Casi me tenía prometido no volver a escribir sobre el culebrón del tranvía, por el hartazgo que me produce a mí y creo, mejor dicho, afirmo, a una gran parte de la ciudadanía, y ya no tanto por el dineral invertido, con el que se hubieran podido saciar de una tacada algunas de las aspiraciones jienenses, que también, sino por la imposibilidad de la clase política dirigente, en el Ayuntamiento y en la Junta, para buscar una salida a este desencuentro, uno más, pero que por sus dimensiones económicas está siendo un emblema para aumentar hasta límites insospechados la capacidad de asombro e indignación de los jienenses, al tiempo que deja al descubierto una ineptitud clamorosa de la política que se hace en Jaén para dar respuesta a los problemas de los ciudadanos. Si los políticos están para eso, para buscar las soluciones, y ni con el tranvía ni con otras asignaturas pendientes de la ciudad lo han conseguido, ¿qué es lo que hacen, para qué les pagamos?

Me parece que en el debate ciudadano, lamentablemente es así, el tranvía se ha dado ya casi por perdido, a más de seis años de la terminación de las obras del polémico transporte público, y sin siquiera plantearse la posibilidad de ver si el sistema tranviario podía funcionar, ya que no se le ha concedido ni el beneficio de la duda, a estas alturas pocos jienenses confían en que se pueda ver a los vagones circular por esas vías que se extienden por casi cinco kilómetros de la ciudad. Tal vez sea el momento de tomar alguna decisión tajante al respecto, desde luego lo que me parece inadecuado es seguir mareando la perdiz y dejando que se eternice esa infraestructura en nuestras céntricas calles, que para los que vivimos aquí y los que nos visitan, es un monumento a la insensatez.

Las culpas están muy repartidas, como suele ocurrir con los grandes temas de Jaén. En este caso que nos ocupa, la Junta, gobernada por socialistas, con el aval de destacados próceres del socialismo jienense reinante, hoy todos ellos fuera de cobertura, y el beneplácito del Ayuntamiento de la época, en los días de vino y rosas, cuando se compartían proyectos y fotos para el recuerdo, pusieron en marcha el proyecto, una obra de campanario, una manera tal vez de empezar la casa por el tejado, porque el sistema tranviario se colocaba en el primer lugar de una larga relación de necesidades, tal vez buscando el impacto de la imagen más que la mejora de la vida ciudadana. Los que han venido después, compañeros de quienes tomaron hace años las decisiones, no han tenido otra opción que defender el legado, en algunos casos defender lo indefendible. Y qué contar del gobierno que heredó el tranvía, con Fernández de Moya como principal enemigo, hasta el punto de que había dejado dicho, para que le escuchara todo el mundo, que jamás se montaría en esos vagones. Por tanto en su trayectoria todo han sido trabas, renuncias, enfrentamiento, excusas, aparte de razones económicas sobre las que nunca se llegó a discutir desde unas premisas de hacer todos los esfuerzos necesarios para poner en marcha el dichoso tranvía.

No soy un fervoroso defensor del tranvía, pero no por nada, sino porque como Santo Tomás, me hubiera gustado verlo funcionar. Sí me extraña que los estudios de viabilidad encargados, casi todos de parte, es decir, mediatizados por los respectivos intereses, no se hicieran con carácter previo al inicio de la obra, o es que se guardaron en un cajón para no asustar y para que no contribuyera a avivar más una polémica que fue intensa, con una ciudad dividida en torno al tranvía. Tampoco estoy totalmente en contra, insisto en que se le debió dar una oportunidad, al menos por respeto a la inversión realizada que se ha cifrado en el entorno de los 120 millones de euros, que se dice pronto. Se podía hacer hecho un gran hospital y una Ciudad de la Justicia, y posiblemente algo más de lo mucho que hay en el capítulo de pendiente. Pero igual estábamos ante un transporte útil, moderno, menos contaminante, en fin, al menos se pudo probar ya que el gasto había que hacerlo sí o sí.

Sinceramente pensé que con la llegada a sus respectivos cargos del actual consejero de Fomento y Vivienda, el jienense Felipe López, y a la Alcaldía de Javier Márquez, el panorama podía cambiar, en función de la capacidad de diálogo de los dos interlocutores. Pero tampoco, salvo alguna foto amigable y puro marketing político, y la comisión que se creó al respecto no ha ido haciendo públicas sus conclusiones, por tanto ignoro de qué han tratado. En esto lleva parte de razón el alcalde, la Junta echa balones fuera para justificar el verdadero problema que tiene, la incapacidad económica, por eso manda al consejero a dar la cara y éste se presta a pesar de que está en poder de toda la información, pero quien paga manda y aquí todo el mundo hace su papel, qué le vamos a hacer, y además nadie mejor que Felipe López para saber que en Jaén nunca pasa nada, que esta es zona libre de críticas.

Pensaba, qué ingenuo, en un milagro, pero ya veo que no existen al menos en este ámbito, que en algún momento se podía pasar página a esta historia y llegarse a un acuerdo en favor de Jaén, es decir, que el Ayuntamiento empezara a transigir en la medida en que lo permitiera su evidente ruina económica, y que Felipe López se colgara una medalla para legitimarlo en su tierra como el único gestor que podía hacer compatibles los intereses de la Junta con los de una ciudad de siempre preterida por todos los gobiernos. Pero qué va.

Ilusos todos los que se habían creído que veríamos circular el tranvía por las calles de Jaén en este año 2018, una vez subsanados los problemas técnicos. Me cuesta creerlo, a pesar de las declaraciones más optimistas de algunos agentes, incluso del partido Ciudadanos que se ha apuntado también a la conquista y ya veremos si se ve obligado a rectificar.

Hasta hace unas cuantas semanas todo giraba en torno a un posible acuerdo. El alcalde reivindicaba una deuda de la Junta a cuenta del sistema tranviario y pensaba que a cambio de algunas obras útiles que la Junta debería hacer en la ciudad, sería posible encauzar el acuerdo. Pero en una trifulca que se ha producido exclusivamente en los medios de comunicación, que es de lo que tenemos constancia, la Junta niega la mayor por boca de Felipe López, es decir, no solo no hay deuda de la Junta al Ayuntamiento sino que es el Consistorio el que es deudor ante el gobierno andaluz. Y vuelta a las andadas, a las de siempre, a reproducir las tensiones y las diferencias. Y a decirse de todo menos bonito en las redes sociales, otro camino que se han aprendido determinados políticos, y no siempre queda bien que los temas importantes se lleven a esa plaza pública. Algunas veces lo que leemos, y no me refiero ya al tema del tranvía solamente, nos hace sonrojar porque algunos y algunas se retratan a placer.

Entiendo muy mal que con este panorama tan complicado el alcalde de Jaén anunciara que el Ayuntamiento no asistiría a una reunión de la comisión técnica anunciada por estas fechas. El argumento del regidor es que la instancia municipal ni él mismo están para hacerse fotos, pero se ha equivocado de plano, se debería haber acudido a este encuentro con los deberes hechos y con planteamientos de soluciones. Y lo de las fotos, entre políticos, el que esté libre de culpa que lance la primera piedra. Esta no es una justificación y menos en un político en ejercicio, vamos que no cuela. Las fotos le pierden a todos. Por su parte el consejero de Fomento, Felipe López, no se ha quedado a la zaga, no ha ahorrado críticas al alcalde jienense a costa de sus declaraciones del motivo por el cual el Ayuntamiento ha echado el freno de mano, y a mi juicio no ha estado acertado. En ambos casos lo que se ha hecho es desandar parte del camino recorrido y echar más leña al fuego, si es que esto era aún posible.

Me parece que tal y como está el panorama tendría sentido una cumbre para tratar de salir de este pozo en el que se encuentra el tranvía de Jaén, y que en lugar de técnicos los que se sienten sean políticos, que puedan asumir responsabilidades, donde se hable de todo lo que sea menester, incluso con testigos, representantes de colectivos ciudadanos directamente implicados, todos esos con los que se han reunido alguna de las partes para ofrecer información de este lamentable proceso que dura ya demasiado tiempo. Una reunión que no debería terminar, como ocurrió con el Museo Íbero, hasta que no se formalice un acuerdo y no exista la posibilidad de vuelta atrás.

Es evidente, además, que por un lado debe ir la puesta en funcionamiento del tranvía, si es lo que se desea, y por otra los problemas con la Justicia que puedan sobrevenir, y es asunto serio, a consecuencia del dictamen de la Comisión de Cuentas y la responsabilidad de Fiscalía y Abogacía del Estado para exigir responsabilidades si en el proceso de ejecución del proyecto del sistema tranviario de Jaén se produjeron irregularidades de algún tipo, incluidas las económicas. En este sentido y una vez que actúe la Justicia, solo cabe decir que cada palo aguante su vela, aunque haya que lamentar que este asunto llegue tarde y con daños, es decir, con el añadido de la sombra de dudas.

La otra noche, en un acto público, el alcalde, Javier Márquez, señaló que a pesar de los rifirrafes él es partidario de poner en marcha el tranvía, aunque a la postre se note poco, es más, añadió que es posible llegar a unos 8.000 usuarios al día en este transporte y que el coste sería prudencial con este escenario. La Junta, por mucho que se diga que este año no quiere enfangarse con este asunto, al menos tendría que intentarlo, siquiera sea por vergüenza torera. Creo que es la hora de la responsabilidad y de no seguir dando espectáculos deplorables. Responsabilidad por cierto que deben asumir Junta y Ayuntamiento. Tampoco veo qué pinta ahí la Diputación, salvo que trate de salir en ayuda y defensa de la Junta, pero este es un tema de dos y entre las dos partes deben resolverlo, luego de agradecer la buena voluntad de quienes pretenden colaborar con buena voluntad o mirando sus intereses.

En fin si no fuera porque en este proyecto se invirtió demasiado dinero, ya estaríamos pidiendo alguna solución radical. A lo largo de estos años las dos administraciones se han enrocado y como suele ocurrir en Jaén con todas las cuestiones importantes, a estas alturas no sirve de nada seguir eternamente flagelándonos con este desvarío. Al menos este alcalde ya ha dicho que sí piensa subirse en el tranvía, en esto hemos ganado, pero este tema del tranvía, en general, simboliza muy bien, el abandono e ineficacia que desde hace tiempo soportamos en Jaén, que es tanto como decir la mala suerte que hemos tenido con los políticos que seguimos padeciendo.

 

Foto:

El tranvía es un retrato al natural del fracaso para Jaén de la política y los políticos.

 

 

 

 

Dejar un comentario