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La Alcaldía ha sido su pesadilla

José Enrique Fernández de Moya Romero, alcalde de Jaén y presidente provincial del PP es doctor en Derecho y profesor de Derecho Financiero en la Universidad. Tiene 46 años y a los 24 se afilió a esta organización política en la que pronto alcanzaría la presidencia de Nuevas Generaciones. Recuerdo que por aquel tiempo, en una visita a Jaén de Javier Arenas, le dije que se fijara en ese joven en el que se advertían cualidades de liderazgo.

Se le reconoce capacidad de trabajo y cariño a Jaén, es de buen trato en las distancias cortas, y tenía todo a su favor para convertirse en un alcalde de referencia si ese capital lo hubiera utilizado con un talante conciliador y constructivo. Pero no, el principal reproche que se le puede hacer a Fernández de Moya reside en las formas, un estilo de gobierno en el que ha llevado al Consistorio su impronta partidista incompatible con la paz política en los plenos, que han sido y son un espectáculo poco ejemplar, aparte de unas relaciones con la oposición alejadas del trato respetuoso que debe presidir las instituciones con independencia del nivel de discusión y debate que siempre ha de estar a la altura.

En el último mandato, de 2011 a 2015, esa posibilidad le vino dada en bandeja, al obtener en las urnas una mayoría histórica, no por los méritos del PP ni de él, sino por la alineación de los astros, que en este caso eran el castigo monumental a Zapatero y en parte a la polémica suscitada por el tranvía. Ahora, con una situación más precaria, aunque ha sido el partido ganador, la situación es harto compleja y se necesitaría mucha templanza y voluntad permanente de diálogo para superarla.

De todos los cargos que ha tenido en su trayectoria, donde destaca un impecable papel como parlamentario andaluz, que es de justicia resaltar, la Alcaldía de Jaén era su gran obsesión, no hay más que dar un paseo por las hemerotecas en los meses previos a las elecciones de 2011 para comprobar que hizo todos los movimientos internos posibles para lograr el apoyo de la dirección del PP a su gran sueño, en detrimento de Miguel Sánchez de Alcázar. Sentado en el sillón, acostumbrado a hacer política, que no gestión, lleva tiempo buscándose una salida para la que no ha llegado la hora y a fe que la ha perseguido con todo su empeño. Alguna vez dijimos que un capitán nunca abandona, pero no es menos cierto que no se le debe obligar a permanecer en el desempeño de una tarea en la que claramente no quiere estar.

Sus críticos desde la provincia le echan en cara, con razón, que se ha centrado en exceso en la batalla de la capital. Desde la Alcaldía, que ha hecho compatible con un escaño en el Senado, ha sido implacable contra el poder socialista en la Junta y en la Diputación, pero muy complaciente y sumiso con el Gobierno de España, del que repite como una muletilla que “apuesta por Jaén” sin que se vea por ninguna parte. Es verdad que la Junta ha humillado a Jaén y que Montoro le ha dado por fin el Banco de España a la ciudad, pero Fernández de Moya no tiene mano izquierda y con temas como el tranvía no pasará a la historia como un regidor que afronte los problemas con decisión de resolverlos.

Creo que su futuro pasa por un escaño en el Congreso de los Diputados y otras responsabilidades fuera de la Alcaldía que finalmente se ha convertido en una gran pesadilla. Por el momento es mi alcalde y le deseo salud y suerte.

 

 

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