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V.-Desconfianza: Jaén, en deuda con su olivar y su Universidad

La excesiva dependencia del olivar como monocultivo, base de la economía jienense, ha sido tradicionalmente un lastre, pero no porque el olivar nos estorbe, sino porque el excesivo conservadurismo no ha hecho que se le saque la rentabilidad y el provecho que potencialmente tiene. El olivarero de nuestra tierra se ha estado conformando con vender el aceite de cada campaña y, claro está, en recibir las ayudas, hoy provenientes de Europa desde que estamos en el selecto club donde no es oro todo lo que reluce. De modo que ya no sólo hay que mirar al cielo esperando la lluvia benéfica que agrande las cosechas sino que al tiempo es preciso hacer rogativas para que en Bruselas un señor llamado Franz Fischler, por ahora, y unos políticos más o menos combativos, a través de actuaciones como la polémica OCM, hagan lo que al fin y al cabo la mentalidad jienense no ha sido capaz de vencer. A propósito de la OCM, una pregunta ingenua, ¿dónde quedó este año el clamor popular, dónde el malestar, dónde?

La desconfianza en nuestra propia riqueza ha sido una constante desde siempre en el discurrir de la provincia. Y se ha dejado notar prácticamente en todo aquello en lo que se ponían en juego los grandes intereses y las legítimas aspiraciones, pero en todo caso empezando por el olivar que es el emblema de la economía jienense, y mucho más que eso, un símbolo de nuestra cultura milenaria. Y el olivar define casi mejor que nada el espíritu jienense, es la cara real de una sociedad acomodaticia y a la espera de los manás. En definitiva retrata lo que fuimos y lo que somos.

No vamos a negar que una buena cosecha y una igual campaña representan cada año el movimiento económico que en nuestros pueblos se siente con signos de satisfacción y de gratitud hacia el árbol que produce el aceite de oliva, hoy al fin de tan alta estima y valoración en los mercados, pero no es menos cierto que muchos de los beneficios económicos que deja el aceite emigran a otras tierras y a un sector de olivareros, legítimos, claro, pero a los que sólo hay que agradecer los jornales que proporcionan, no los euros que sabe Dios dónde se invierten. Para qué aludir al valor añadido del aceite que desde hace décadas debería haber hecho a la provincia más próspera.

Dicho lo anterior sería injusto no reconocer que algunos pasos hacia adelante se han dado. La propia Expoliva es la joya de la corona de las conquistas de los últimos años, y su trabajo costó que no nos la quitaran en una provincia cercana, Córdoba, y los protagonistas de las luchas larvadas bien que lo saben. El sector, al menos en parte, ha reaccionado ante una mayor respuesta de las distintas administraciones, como la Junta de Andalucía o la Diputación provincial, ésta última convertida en  un referente de singular apoyo a la promoción del oro líquido.

Se ha creado un ambiente en el que se estaba propiciando que al menos los mejores o los más ambiciosos olivareros jienenses trataran de movilizarse, y el resultado es significativo porque han surgido iniciativas emprendedoras que han derivado en inversiones de las almazaras, en la presentación de los aceites, en la promoción, en tratar de que el aceite de oliva esté en los mercados y en las cocinas. No ha sido una tarea sencilla y a pesar de que el salto ha resultado gigantesco en relación con la desidia jienense y la política de negación absoluta al riesgo, hay que acelerar el ritmo.

 

Cuidado con las cosas de comer

 

Por eso no podemos perder el tiempo en mirarnos el ombligo y creer que todo está hecho, que con Expoliva y cuatro cosas más, por buenas y útiles que sean, ya hemos cumplido. Si como dijo el Rey Juan Carlos en su presencia con motivo de la Asamblea del COI, hace cinco años, “Jaén se expresa a través del olivar”  hay que poner en el empeño confianza y seguridad en lo que ofrecemos, y desde luego evitar que desde otras provincias olivareras nos mojen la oreja a la hora de liderar el sector. No basta con querer ser capitalidad mundial del aceite de oliva, que queda muy bien, sino de ganárselo a pulso, con acciones como la mejora creciente de la calidad (por ejemplo ganando premios que es como mejor se demuestra) o difundiendo las bondades de nuestro aceite (¿dónde están las firmas jienenses en los anuncios por televisión, que es un gran escaparate?).

En definitiva, debido a la precariedad en la que siempre se ha desarrollado la vida de Jaén, supeditada en gran medida al olivar y sin una situación estable, lo urgente es una política de agresividad para evitar que salgan fuera nuestros recursos cuando el olivar puede reportar muchas satisfacciones, en una provincia donde un 80% se considera afectada por esta riqueza y aportamos, no se olviden los datos que sí son elocuentes, el 45% de la producción nacional y entre un 12-15% de la mundial. Casi cincuenta millones de árboles, que se dice pronto.

Suponemos que todo esto nos debe decir algo más y por tanto debe animarse el esfuerzo de las administraciones (el Mercado de Futuros es un buen logro) que tienen asignaturas pendientes como esos cheques en blanco para la comercialización que quedaron en brindis al sol, y es elemental la deseable unidad del sector y de las organizaciones agrarias que de vez en cuando exhiben sonoras discrepancias que vienen a confirmar que en Jaén ni siquiera lo que nos interesa a todos concita defensa y consenso.

Siempre el partidismo y la politiquería salen al paso con sus efectos tan perniciosos. Los políticos tampoco se han hecho a la idea de que con las cosas de comer no se juega. El olivar es el sostén de nuestra economía que por lo dicho debemos cuidar y mimar. Está en nuestra retina el paisaje olivarero, ese mar de olivos que sugirió al poeta el apelativo de Plateado Jaén, y aunque se ha dicho que Jaén no es sólo olivos, y es verdad, poco bueno se puede escribir de Jaén si no somos capaces de dignificar a nuestro árbol, que es tanto como hacerlo con un modo de vida que forma parte de la herencia patrimonial.

 

La Universidad

 

Pero además del olivo que estaba ahí, en los últimos años ha llegado a la provincia una conquista que es de las más importantes en varios siglos, hay quien dice que desde los Reyes Católicos, y no es otra que la Universidad de Jaén, que ha cumplido once años y va camino de hacerse mayor. Aunque sus beneficios aún tardarán en fraguarse y palparse, ya es evidente que su presencia entre nosotros imprime carácter. Este logro que fue voluntad del Parlamento de Andalucía, del gobierno de la Junta, y una apuesta de un político con el que Jaén siempre estará en deuda, Antonio Pascual Acosta, es el gran instrumento para enseñar a volar a esta provincia.

Pasados estos años y al más puro estilo Jaén, no decimos que no se valore la importancia de poseer una Universidad propia, pero está lejos de recibir lo que merece y necesita, el apoyo social y empresarial, el reconocimiento de todos. Sólo la Universidad, con el tiempo, puede poner a Jaén en el lugar que le corresponde y es por lo menos chocante comprobar que ni política ni socialmente (pero de verdad, no de boquilla) se la ha considerado como la gran apuesta que es la última y definitiva esperanza de este Jaén nuestro aplanado y todavía con poca fe en sus recursos. Aprendamos de quienes nos enseñaron, como Miguel Hernández: “Jaén, levántate brava…no vayas a ser esclava, con todos tus olivares, andaluces de Jaén”. ¿No nos hierve la sangre de nuestra condición de jienenses orgullosos de serlo?

 

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