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ANTONIO GARRIDO

Que ya es difícil que una sociedad mantenga indemne su consideración y su crédito hacia una persona y más si es de los nuestros, paisano, amigo, nacido en el seno de una conocida y apreciada familia del Jaén de toda la vida. Es difícil, pero no imposible, y en nuestra propia historia local se dan casos excepcionales de reconocimiento a personas ilustres que en la consideración popular merecen ser distinguidos las veces que haga falta con tal de que quede constancia de que en algún momento prestaron un alto servicio a su pueblo. En realidad todo quedaría dicho con la frase de “A tal señor, tal honor”.

El personaje en cuestión es Antonio Pascual Acosta, que era consejero andaluz de Educación cuando se aprobó la ley de creación de la Universidad de Jaén, en el año 1993. El ilustre paisano no solo fue un gran consejero, que se volcó con su provincia, sino que resultó providencial su actitud y su apuesta política pero también personal, por el logro de la institución académica, para lo que entonces era Colegio Universitario dependiente de la Universidad de Granada. Fue el alma máter de aquella iniciativa, aunque hay que agradecer el apoyo de todos los grupos políticos y de sus portavoces, todos a una en la defensa de la Universidad para esta tierra de Jaén. No fue todo tan fácil como hoy se da a entender, al paso de 25 años desde que el 1 de julio apareció en el BOJA la ley de creación, Antonio Pascual tuvo que salvar todos los obstáculos, que los hubo, para sacar adelante la ley, imponiendo su criterio frente a los sectores que defendían la existencia de sólo unas cuentas universidades y florecientes, frente a la virtualidad de instituciones académicas como la de Jaén, cercana al territorio y a su gente y exponente de la igualdad de oportunidades, para que no sólo pudieran estudiar, como ocurría antiguamente, los hijos de las familias pudientes. La decisión del entonces político jienense, es la que le ganó de por vida el respeto y la admiración de sus paisanos.

Él sabe perfectamente que es profeta en su tierra, porque se lo demuestra el cariño de los jienenses cada vez que se deja ver por la ciudad. Para mayor abundamiento, en su día, en el año 2002, la Universidad de Jaén tuvo el acierto de concederle su medalla de oro, junto a otras personalidades, pero que en los demás casos en parte fue por una actitud protocolaria, en cambio la suya se la había ganado a pulso dando a Jaén la mejor herramienta para encarar el futuro y la formación de su gente. Pocas veces una medalla “por su voluntad política de decidido apoyo a la Ciencia y la Cultura, reflejada en la creación de la Universidad”, se logra con tanta legitimidad, la de haber sido el autor material de un logro histórico para Jaén. También hace poco, a petición del equipo rectoral de la UJA, el Consejo Rector del Patronato de Cultura del Ayuntamiento, acordaba por unanimidad dar el nombre de Antonio Pascual Acosta a la que hasta hace poco se conocía como Carretera de Torrequebradilla, camino natural para acceder a la institución jienense.

En este año del 25 aniversario, todavía le quedaba una satisfacción más al profesor Pascual en la Universidad de Jaén, que es como si fuera su propia casa, y ha sido la concesión de Doctor Honoris Causa, de la que va a ser investido mañana, miércoles, día 27. Este es un título que las universidades conceden para marcar un trato diferenciado a personas relevantes, de Jaén, de España o del mundo, que se consideren idóneas para recibir una de las distinciones de más empaque en el ámbito universitario. Quién mejor para sumar a la nómina de personajes de relieve que ya han pasado por esta experiencia, que Antonio Pascual Acosta, cuya trayectoria profesional es ejemplar, pues este brillante catedrático tiene un currículum docente y al servicio de la sociedad que permiten situarlo sin ninguna duda entre los andaluces más relevantes de los siglos XX y XXI. Es un personaje de peso en el ámbito andaluz donde tiene ganado un reconocido prestigio.

Siempre que se le ha necesitado y también por propia iniciativa, en estos 25 años siempre ha estado al lado de la Universidad de Jaén, nunca ha faltado su apoyo y su consejo. Lo recuerdo sobre todo en los comienzos de la institución, haciendo un tándem perfecto con su querido amigo Luis Parras Guijosa, el providencial presidente de la comisión gestora y primer rector después, siendo yo primer secretario del Consejo de Administración con el inolvidable Antonio Trujillo en la presidencia. En aquellos momentos Pascual y Parras fueron decisivos para poner en marcha el gran motor de futuro que estaba demandando Jaén. El Doctorado Honoris Causa de ahora es una muestra más de admiración, de gratitud y de cariño, y surge de la propia Universidad, como no podía ser de otra manera, que sigue haciendo historia, pero que no ha olvidado sus orígenes, tarea en la que se han comprometido también los rectores Manuel Parras y el actual Juan Gómez. En aquellos años noventa, por mis responsabilidades profesionales, tuve una especial relación con Antonio Pascual, conocí de cerca sus cualidades como gestor y sobre todo la implicación que se marcó como objetivo de ser útil a su tierra, y a fe que lo consiguió con creces, y fue él quien me propuso para formar parte del órgano social de la UJA, seguramente porque conectábamos en el diagnóstico de nuestro Jaén, su presente y su futuro. En fin, recoges lo que siembras. Aunque si yo tuviera algún poder de decisión ya hubiera hecho lo posible para que Antonio Pascual Acosta fuera a estas alturas Hijo Predilecto de Jaén, que se lo tiene plenamente merecido. Creo que aún no es tarde para un acto de estricta justicia. Mientras tanto, como escribiera el escritor y poeta Álvaro Mutis, “cuando la gratitud es tan absoluta, las palabras sobran”. Enhorabuena por todo y por tanto, profesor Pascual. 

(Artículo publicado hoy en Diario JAÉN)

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