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Por ANTONIO MARTÍN MESA / La pandemia del coronavirus (Covid-19) sigue afectando gravemente a España, al conjunto de la Unión Europea y al mundo entero. Estamos, claro está, ante la más grave crisis de carácter global de los últimos 100 años. A nivel mundial la cifra de contagiados se va acercando a los 30 millones de personas y al millón de fallecidos. En España se contabilizan ya 535.000 positivos por PCR y casi 30.000 muertos. Empezamos a temer e, incluso, a constatar, que estamos ante una segunda oleada, igual o mayor que la de los pasados meses de marzo y abril. En suma, sufrimos una gravísima crisis sanitaria, que ha derivado en otras de carácter social y económico, de ámbito planetario.

En todo el mundo, en toda Europa y, particularmente, en España, la economía se ha hundido. Centrémonos en nuestro país. El Instituto Nacional de Estadística calcula que, al finalizar el segundo trimestre de este año, el PIB ha sufrido una caída del 22,1 por 100, en términos interanuales, y un 18,5 por 100 con respecto al primer trimestre del año, retroceso que es muy superior al de la Zona Euro (-12,1 por 100 de variación trimestral) y de la UE-27 (-11,7). El déficit público superará el 10 por 100 del PIB en 2020. La deuda pública ha alcanzado el 110 por 100 de dicha magnitud macroeconómica al finalizar junio. La tasa de paro se elevaba hasta el 15,3 por 100 de la población activa en el segundo trimestre, mientras que los Servicios Públicos de Empleo Estatal (SEPE) situaban en 3.802.814 las personas registradas como desempleadas en agosto. Creo que no es preciso cansarnos con más cifras, ya que todos somos conscientes –al menos eso me gustaría creer- de la gravedad de la situación.

Si siempre es conveniente que las cuentas públicas, que los Presupuestos Generales del Estado, gocen del mayor nivel de consenso posible para ganar en eficacia y en eficiencia, en esta actual situación de gravísima crisis económica lo es más que nunca. Además, como es sabido, el pasado 21 de julio la Unión Europea alcanzó un pacto histórico por el que se acordó crear un fondo de recuperación para paliar los daños económicos de la Covid-19, dotado con 750.000 millones de euros y un marco financiero para el período 2021-2027 de más de un billón de euros. De esos fondos, a España le corresponden 140.000 millones (72.700 en ayudas directas y 67.300 en préstamos reembolsables). Ahora bien, nuestro país, igual que el resto, deberá hacer previamente los “deberes”, que no son otros que presentar un presupuesto y un programa de reactivación, en los que se contemple el destino de los recursos que va a recibir a fondo perdido y en forma de préstamos.

¿Seremos capaces de responder a lo que nos demanda la UE? ¿Seremos capaces de aprobar el “techo de gasto” y los Presupuestos del Estado para 2021? ¿Seremos capaces de aprobar un programa de reactivación cofinanciado por Europa? Siempre hay que ser optimistas, pero no ingenuos. No, el panorama no pinta bien. Es harto difícil armar una mayoría parlamentaria capaz de aprobar los presupuestos, ya que se anteponen los intereses partidistas a las necesidades reales y urgentes del país. Unos dicen que no pactarán con la derecha, los otros que no lo harán con comunistas en el gobierno, los de más acá ponen líneas rojas a los grupos independentistas y los de más allá vetan a la extrema derecha. ¡Cómo está el patio del Congreso!

Es más que lamentable el espectáculo diario de nuestros políticos en declaraciones, tweets, ruedas de prensa y comparecencias. Son vomitivas –permítanme la expresión- las sesiones de control del Parlamento –Congreso y Senado-, con insultos, desplantes, payasadas, reproches, mentiras, medias verdades, falsedades y carencia de respeto a la ciudadanía que le votó. Todo ello en un momento en que son miles las empresas que bajan la persiana, cientos de miles los trabajadores que pasan a engrosar las filas del paro, centenares de miles las personas afectadas, de forma directa o indirecta, por el virus; en fin, millones de españoles que, de una u otra manera, están sufriendo la crisis sanitaria, social y económica actual.

No, no tenemos unos responsables políticos a la altura de las circunstancias. Es más preciso que nunca dejar los intereses grupales al margen, ha de llegarse a un acuerdo de mínimos, o de máximos, para sacar al país del atolladero en el que se encuentra. No se puede seguir perdiendo más tiempo. El que sufre no se consuela con que unos griten más o los otros utilicen argumentos más contundentes, necesitan soluciones, y éstas pasan por alcanzar un acuerdo presupuestario y un pacto para la reconstrucción y la reactivación de la economía española, suscritos por la inmensa mayoría del arco parlamentario.