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Por JANA SUÁREZ / Habíamos quedado para charlar un día de estos y efectivamente fiel a su palabra, al día siguiente sonó el timbre de mi casa. Abrí y apareció ella, la cara lavada, el pelo recogido en una coleta alta, una camiseta, un pantalón vaquero corto y unas zapatillas de deporte, hacía un sol de justicia y eso hacía que sus ojos entornados y el brillo de su cara aún fuera más luminoso.

Comenzamos la charla de una manera sencilla, como cuando hablas con una amiga que no has visto en mucho tiempo. Yo quería saber y a ella, le apeteció satisfacer mi curiosidad y mi ignorancia al respecto después de habérselo pedido.

Soy una “chica trans”, así comenzó su historia:

– De pequeña, me gustaba jugar indistintamente con unos “Pin y Pon” una muñeca, un balón o un camión de bomberos, tengo una hermana y un hermano, así que mis gustos en ese sentido no era un problema, había de todo en casa y han satisfecho siempre mis peticiones al respecto, pero tengo claro que no me llamaba la atención pintarme los labios o ponerme un tacón de mi madre. El tiempo iba pasando y yo era una niña más entre mis compañeros y compañeras de colegio. No me veía diferente pero en ocasiones me asaltaban algunas dudas que con mi edad, desechaba sin darle importancia, hasta la próxima vez que volviera a asaltarme alguna otra. Mi infancia fue bonita y feliz, nunca tuve esos problemas de identidad que deben hacer tanto daño en una mente tan frágil. Con la adolescencia, periodo un tanto difícil para algunos chavales, seguían asaltándome dudas y cada vez notaba más cosas que no entendía, prefería jugar al fútbol o baloncesto con el grupo femenino, me sentía mejor con ellas y a ser posible, ganarles a los chicos. Siempre he sido y soy muy deportista. A los veinte años empiezo seriamente a replantearme mi sexualidad. Me gusta el mundo femenino, pero no todas las chicas. No me siento atrapada en un cuerpo que no me corresponde, y no siento rechazo por tener “ciertas partes” aunque mi mente entiende que mis emociones y sentimientos son enteramente de mujer. Muchas dudas durante varios años hasta que decido con veinticinco buscar información y ayuda. De hecho las fotografías e historia de una mujer transexual muy conocida de COGAM, Colectivo LGTB Madrid, fueron las que disiparon todas mis dudas, entonces empecé a entender muchas cosas…

Me orientó hasta llegar al Hospital Ramón y Cajal, a la Unidad de Identidad de Género, y una vez allí y tras un primer examen por parte de un médico, si subes ese primer escalón, comienzan dos años de estudios psicológicos y psiquiátricos. No es algo de un día para otro. Es imprescindible un ambiente SEGURO, tanto familiar como de salud. Diferentes pruebas analíticas son necesarias durante esos dos primeros años con la consiguiente supervisión de los doctores que llevan tu caso concreto para poder subir un escalón más, que durará otros dos años.

Una vez que tienes el okey por parte de los profesionales y ese primer periodo superado, comienza el cambio, “la transición”. Comienza la hormonación, esto consiste en el uso de medicación para modificar el cuerpo en función de la identidad de género auto percibida. Al principio el tratamiento primordialmente es a base de supresores, para inhibir las hormonas propias y también de estrógenos, es decir, mañana no tendré pechos, pero poco a poco mi cuerpo va notando ciertos cambios durante el primer año. A continuación comienza la segunda fase del proceso cuando, además de los estrógenos se añade la progesterona y se deja de tomar supresores. En ese segundo año de tratamiento, es cuando, o al menos eso creí yo, empecé a sentir esos cambios respecto a más sensibilidad o cambios de humor días mejores, o peores como nos pasa a todos los humanos pero mucho más agudizado. Continúan los seguimientos de Psicólogo, Psiquiatra, Endocrino y Cirujano. Comienzo a usar alguna prenda que antes no necesitaba. Continúan las analíticas para comprobar el nivel hormonal. Redistribución de la grasa corporal, disminución de la masa muscular, ejercicio y esfuerzo. Y tantas otras cosas que poco a poco dibujan un cuerpo femenino. Al terminar el proceso de hormonación, después de cuatro años, es el momento Foniatría y Cirugía: mamo-plastia, vagino-plastia, láser, para quien lo decide así. Somos mujeres, sentimos como mujeres y deseamos un cuerpo totalmente femenino.

Contado de esta manera tan simple, parece algo sencillo, pero no lo es. Es un proceso largo y muy doloroso a veces. Cada una de las mujeres que han hecho una transición sexual, son diferentes y únicas.

La tengo frente a mí, me ha enseñado muchas cosas que desconocía. La piel sedosa, el pelo largo, una sonrisa de niña traviesa, un ligero y suave perfume envuelven sus movimientos, sus gestos y forma de contar las cosas, son suaves y sencillos. Veo a una mujer. Una mujer maravillosa. Sencillamente: ELLA.

Foto: Veo a una mujer. Una mujer maravillosa. Sencillamente: ELLA.

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