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Por IGNACIO VILLAR MOLINA / La baja productividad ha sido secularmente la asignatura pendiente de la economía española. El debate político sobre la posible reducción de la jornada laboral ha revitalizado la polémica sobre la productividad de nuestra economía, especialmente después de conocer datos recientes relativos a la evolución de esta variable económica, y principalmente si los comparamos con la de otros países que deben ser referencia obligada para tratar de conseguir sus niveles. En este caso ha sido el OPCE (Observatorio de la Productividad en España) que en su reciente informe señala: “aunque la productividad total de los factores viene mejorando lentamente desde el año 2013, aún no ha recuperado la velocidad de crucero que tenía cuando estrenamos el siglo. En España, la productividad total de los factores -un concepto que se define como la diferencia entre la tasa de crecimiento de la producción y la tasa media del crecimiento del costo de los factores (Capital, Trabajo, Salarios,….) – utilizados para obtenerla, fue en 2022 un 7.3% menor a la del año 2000, datos que, a su vez, comparan muy negativamente con los más positivos de Estados Unidos y Alemania , donde el indicador señalado mejoró un 15% y un 12%, respectivamente”.

Por otro lado, según ese mismo informe del OPCE, en los años 2020 y 2022, e incluso en 2023, el PIB (Producto Interior Bruto) de la economía española creció a un ritmo superior a la media de la Unión Europea, y más concretamente que el de países tan importantes como Alemania o Francia, si bien, a pesar de esta ventaja, la renta per cápita española se ha ido alejando cada vez más del promedio europeo ya que pasó de estar 2.4% por debajo en el año 2000, a estar un 14.4% por debajo en 2022, lo que evidencia la falta de eficiencia que lastra la competitividad de la economía española.   

En este punto, para profundizar en las causas que determinan estas discordancias, es conveniente clarificar algunos conceptos que intervienen en la generación de la productividad, especialmente en un entorno empresarial dinámico. Elementos como eficacia, eficiencia y productividad son cruciales para obtener los mejores resultados, pero, aun estando relacionados, no son equivalentes porque cada uno responde a una noción diferente.

Así, cuando hablamos de Eficacia nos estamos refiriendo a la constatación de que la acción o proyecto  que estamos realizando es eficaz porque el resultado que estamos obteniendo es el deseado. No obstante un complemento necesario e ideal de la eficacia sería la eficiencia que nos exige emplear los mínimos recursos, y los menores costes posibles, sin que dañe la calidad del producto. Y, en este planteamiento, la productividad, que relaciona la producción alcanzada con los productos empleados y con los recursos empleados, nos facilita el resultado obtenido medido en unidades físicas o monetarias, por ejemplo tantas unidades por trabajador o por máquina. En definitiva la productividad total de los factores mide la eficiencia del uso de los recursos, y, por otro lado, el crecimiento de la productividad se produce porque se trabaja más y eso genera más unidades de producto terminado sin que suponga una elevación del costo de los factores utilizados.

En este caso la propuesta planteada de reducción de la jornada laboral encuentra un tremendo obstáculo. Como explica el profesor Martín Mesa, “para afrontar esta tema es indispensable referirse a la productividad, ya que el incremento de los costes laborales sin un paralelo aumento de la productividad nos llevaría a la pérdida de competitividad de nuestra economía en los ámbitos internacionales, así como a la quiebra de aquellas empresas, principalmente Pymes, que no puedan satisfacer los nuevos costes laborales-mismos salarios y menos horas de trabajo- con sus actuales niveles de productividad. Por tanto, la reducción de la jornada laboral debe estar supeditada al mantenimiento de la productividad”. 

En este aspecto el factor trabajo, desempeña una función esencial en la generación de la productividad.   De acuerdo con los datos que facilita J. Antonio Vega, en Cinco Días, el PIB de España en 2023 se ha saldado con un crecimiento superior del 2.7% respecto a 2019, pero en el mismo periodo la ocupación ha avanzado en un 8,2% en empleos equivalente a tiempo completo, y un 6.41% en número de empleados, es decir que ahora se consigue en España un 2.7 % más de PIB que en 2019 pero utilizando la fuerza laboral de un millón y medio más de trabajadores equivalentes a tiempo completo (según la Contabilidad Nacional) o 1.28 millones de empleados más según la EPA (Encuesta de Población Activa), lo que supone y confirma que la productividad media aparente del factor trabajo ha descendido con fuerza.

¿Porqué existen esas diferencias tan ostensibles de la productividad de la economía española en comparación con las de otros países desarrollados?. Hasta el año 2000 la diferencia entre la Productividad Española y la de otros países se debía exclusivamente a la baja productividad del factor trabajo, que resulta de dividir el PIB (Producto Interior Bruto) entre las horas trabajadas; sin embargo desde el comienzo del nuevo milenio la divergencia de España con EEUU depende sólo del 40% de la productividad del trabajo por lo que ahora la mayor parte se debe a la productividad del capital, que mide el valor añadido generado por una unidad de capital (un euro), ya que la dependencia del trabajo ha descendido un 27% desde 2000, según la investigación realizada por Francisco Pérez, director del Ivie (Instituto Valenciano de Investigación Económica). En este informe, señala como causa de este desajuste tres razones principales: el tamaño de las empresas, sólo el 0.16% son grandes empresas, la  especialización de bajo contenido tecnológico, y la poca cualificación de los equipos humanos, aunque hay que reconocer que en este aspecto las diferencias tienen una tendencia reductora, no obstante subsiste la falta de inversión en I+D (Investigación y Desarrollo), donde todavía estamos muy lejos no sólo de EEUU, sino de países como Francia, Suecia o Finlandia, entre otros. En definitiva el PIB per cápita está atascado porque la productividad crece, hay más empleados y se vende más, pero si cada empleado no produce más su aportación al PIB se estanca.  

Son otras muchas causas las que inciden en la baja productividad española, además de las mencionadas anteriormente. Aspectos como mercado laboral disfuncional, falta de inversión y de implantación, maraña regulatoria, inseguridad jurídica, mala asignación de los recursos, excesivo peso del sector turístico en detrimento del tecnológico e industrial… No obstante también están diseñadas las posibles soluciones que, por otra parte, están recogidas en la “Agenda 2030”, y en  el documento “Estrategia España 2050”,  Temas tales como reforma del mercado laboral y del sistema educativo, mayor eficiencia de la gestión pública, creación del consejo nacional de productividad, modernizar la gestión, y mejorar el ascensor social para los trabajadores, son, entre otros, aspectos en los que debemos poner el mayor empeño para su  potenciación.   

*IGNACIO VILLAR MOLINA. ECONOMISTA. SOCIO SENIOR DE SECOT JAEN

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