Por Antonio de la Torre Olid /
Nos vamos a curar de espanto o nos vamos a hacer inmunes a ese sentimiento, una de dos. Un encuesta reciente en España revela quiénes ven con buenos ojos el retorno y las primeras medidas de Trump, y aún peor, que el mayor porcentaje favorable a ello, hasta un 37%, se encuentre entre los jóvenes de la generación Z (sobre todo varones). Ni tan mal, te lo compro, me renta que dirían ellos.
Esa ola está entre nosotros, también los adultos, dice la encuesta, y sobre todo entre ellos por lo que se ve. Y ha sido a base de una forma de aprehender la realidad, que no por repetida en esta columna deja de estar sustentada en circunstancias que ya parecen bastante confirmadas por quienes los analizan: hay un cambio de paradigma mediante el cual, en la dialéctica social, en el enfrentamiento político o en la confrontación respecto a cualquier diferencia cotidiana, ya no se trata de dilucidar donde está la verdad o quién tiene razón, sino en el triunfo de mi verdad.
Y esto se impone, por más que se revele en muchos textos, entradas o twits un importante nivel de ignorancia, insolvencia o desinformación incluso de quienes son expertos en una materia o en leyes. En ocasiones además, hacen un seguidismo inconsciente o engordan una temática propuesta por un macho o hembra alfa, los cuales sin embargo ha situado en la agenda pública un argumento perverso, para desviar la atención de sus propios problemas. El espíritu crítico o la relativización hinca la rodilla ante lo que dicen los míos, en que mi líder tenga el mayor respaldo, el mayor reposteo o se imponga al peso en número de likes.
Por eso no es baladí que la victoria en la política estadounidense se haya jugado en términos de grandes apuestas de magnates de las empresas tecnológicas que dominan esas redes o que tienen en juego el mercado de la inteligencia artificial. Esas han entendido que Trump era quien mejor podía defenderlos. El problema es que entre las medidas de Trump, además de apoyarlos a ellos, se acompaña un volumen de acciones ultraderechistas que no por esperadas, han dejado de generar una enorme incertidumbre.
En el enlace que dejo al final de este artículo, mi amigo y paisano de Martos, Antonio Garrido Rubia, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Murcia, ha escrito y hace una interpretación de la eclosión de la ultraderecha, tan extendida ya en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos, que ya alcanza y se permite un prodigiosa gradación que Antonio explica, de la derecha radical (nativista, xenófoba, endogámica, autárquica, nacionalista, que rechaza la inmigración y el multiculturalismo) a la antisistema, a la populista, a la antidemócrata o autoritaria.
Y llama la atención entre una de sus reflexiones, que parte del alimento de estos fenómenos procede de una polarización afectiva –en medio de batallas culturales frente a cordones sanitarios-. Le propuse a Antonio que superen ese concepto y teoricen ya sobre lo que representa la pelea en la red a la que me refería al principio, que definan más bien una polarización visceral: como decimos, la batalla ya no es por la verdad sino por el triunfo de mi relato o del insulto más ingenioso.
Lo explica muy bien Mauro Entrailgo en su libro “Malismo”. La educación judeocristiana nos hacía aparentar ser personas de orden. Se trata ahora de hacer ostentación y propaganda exhibiendo el mal para alcanzar un objetivo social o electoral y eso será adulado.
Y nada está inventado. Alguna vez nos hemos referido también a la Doctrina del Shock, que de los libros ¡del Nobel! Milton Friedman y de la Escuela de Economía de Chicago, saltaron al terreno de la práctica en dictaduras latinoamericanas (Pinochet) y a la forma de hacer política de Thatcher y Reagan. La historia se repite, la terapia de choque se reproduce tal cual en las pocas semanas de gobierno de Trump: adoptar muchas medidas a la vez, que generan incertidumbre y miedo, parálisis y en muchos lugares y a muchas personas (un resort en Gaza y su evacuación, una humillación a Ucrania, Canadá, México y su golfo, Groenlandia, Panamá, aranceles, inmigrantes, ciudadanos LGTBI, la amenaza de implosión de la OTAN, la ONU, la OMS, la ridiculización de la cultura europea…).
Apenas si cabe esperar alguna reacción de oposición como hemos visto con la réplica de aranceles desde Canadá o Méjico. Las mismas advertencias del mercado interno estadounidense ante el encarecimiento de las importaciones o el crecimiento no meditado de la inflación. Réplica desde China, desde donde se ha entonado algo así como usted no sabe con quién está hablando. Oposición desde la Unión Europea, en términos también de comercio exterior o de defensa de Ucrania y de todos sus países. Y no sabemos si el Partido Demócrata toserá en este período a Trump, sus propios correligionarios republicanos o los electores, para lo que habrá que esperar no obstante a los comicios de mitad de mandato. Hay que ser valientes.