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Dedicado a Natalia

Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Llevo más de un año, acompañando a Julia en sus vigilias. La decisión había que tomarla, y así se hizo. Qué extraño me siento durmiendo en la habitación de al lado. Ahora mismo, el viento quiere arrancar las hojas de los árboles de la plaza, pero no es incapaz. La ligereza inusual de este otoño hace que las noches se parezcan más a las de primavera. 

Sin embargo, nos adaptamos bien y dormimos sabiéndonos los cuatro protegidos.

Aunque antes, tengo la obligación de escuchar a Emma.

La niña ha modificado el protocolo a su antojo, no basta con acurrucarla entre los brazos. Ahora, pide más creatividad. Las sonatas , aunque siguen haciendo su función de somnífero, no son suficientes para templar su espíritu y viajar a los dominios de Morfeo.

Me exige, con sus pequeños balbuceos, que interpreto como órdenes, que crucemos el pasillo. El grado de la pieza de música se convierte en sinfonía y sus ojos se admiran ante la belleza o curiosidad de las pinturas colgadas en las paredes. Quién sabe.

Creo que disfruto más que ella. Al principio del camino, lucha, no quiere vencerse. Estar despierta es seguir asimilando sensaciones, que imagino, pues no soy un experto, irán creando su personalidad. 

Es el mismo método que seguí con Julia, pero parecen dos procesos muy distintos. Y es algo hermoso.

Cuento esto, querida Natalia, porque sé el sacrificio que haces por los tres.

Tus mañanas empiezan antes de la primera luz.

Las niñas exigen vela y esfuerzo. Pero es lo que queremos. Nuestra misión está muy clara.

La idea de turnarnos para despertar cada mañana a una niña rompe la pereza de los amaneceres. Es algo brillante.

Eres capaz de apaciguar sus desvelos y anticiparte a sus llamadas, con ternura. Sin alzar la voz, solo con un susurro, con una mirada a través de la que se cuela tu amor. 

Todavía, la música suena mientras escribo. 

Julia se ha destapado ya varias veces. La limpieza de sus sueños es el escudo que la protege en la oscuridad. El miedo no existe.

Duerme Natalia, amor mío, que tu sueño nadie lo espante.

El viento se retira. Mañana en tu batalla, piensa en mí.

Foto: Madres hoy

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