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Por IGNACIO VILLAR MOLINA / Según el dictamen final emitido por los promotores de la cumbre de la OTAN recientemente celebrada en Madrid esta reunión ha significado para todos los países pertenecientes a esta Organización, por una parte un paso decisivo en su consistencia y en su estrategia de consolidar su fortaleza, y, por otra, un balón de oxígeno para la paz y la estabilidad internacional en un momento especialmente crucial cuando la agenda mundial no pasaba por su mejor momento porque la invasión de Ucrania por Rusia ha atizado las incertidumbres y amenazas que anidan a nivel mundial. Así mismo también manifiesta que este conflicto ha roto la paz en Europa, ha generado un profundo cambio geopolítico y ha provocado la más importante crisis de seguridad desde la segunda guerra mundial.

En respuesta a este escenario la OTAN ha definido su estrategia para la próxima década en términos de “seguridad invisible” y “resiliencia nacional y colectiva”, que se concreta en “el Concepto Estratégico 2022”, cuyo preámbulo es toda una definición de intenciones: “nosotros, los jefes de estado y de gobierno de los aliados de la OTAN nos hemos reunido en Madrid en un momento crítico para nuestra seguridad y para la paz y la estabilidad internacional. Hoy suscribimos un nuevo concepto estratégico que garantiza que nuestra Alianza seguirá estando preparada y dotada de recursos para el futuro”.

Pero si las circunstancias obligan a los países miembros y sus dirigentes a adaptar la organización atlántica a un profundo cambio geopolítico y transmitir tranquilidad en un mundo donde el recelo mutuo entre los grandes bloques es la divisa más aceptada, resulta ineludible que los habitantes, a la vez que aceptemos lo inevitable, no podamos obviar un sentimiento de total desconsuelo por muy razonados y convenientes que puedan ser los argumentos que se esgrimen para responder al reto real por el que transita el mundo.

Nos olvidamos conscientemente de que estas tensiones tienen un constante y real efecto negativo, no sólo en la consistencia emocional individual, sino que de alguna forma significa, entre otras cosas, la implicación de la OTAN en la pugna por la supremacía mundial que Estados Unidos mantiene con China. Así, este paso, coloca a Europa en una posición de creciente rivalidad frente al gigante asiático debido a que China es el mayor socio comercial tanto de la Unión Europea como de Alemania. La entendida preeminencia en todos los ámbitos que mantiene Occidente, cuya cohesión se ha incrementado ahora como respuesta a la agresión de Rusia, no es más que otro motivo de pugna entre ese bloque y el que comanda China, que avanza con pasos agigantados en todos los frentes, ahora más consolidados con la invasión de Ucrania por Rusia. En definitiva lo que está en juego es la primacía mundial en su doble vertiente, comercial (tecnológica) y armamentística. Por otra parte, existe una enorme vinculación entre los dos gigantes mundiales, ya que China es el mayor mercado de importación para EE UU y este es el mayor de exportaciones para Pekín, aunque en los últimos meses se está detectando serios procesos de desvinculación entre tecnología estadounidense y manufactura china. Otro botón especialmente distorsionador está centrado en la dependencia que buena parte de Europa mantiene del sector energético ruso, lo que además de provocar serias dificultades de suministro, está ejerciendo, entre otras una contundente presión en el rally inflacionario que sufre Europa y en el deterioro de las relaciones comerciales de toda índole.

Las advertencias sobre que el incremento de las inclemencias en la actividad económica en el próximo otoño será ostensible, proyectan nuevos focos de incertidumbre cuya duración es impredecible ya que depende de la evolución de acontecimientos incontrolables. Por una parte la dinámica actual seguirá presionando al alza el rally inflacionario lo que conllevará mayores subida de tipos y menos raudal de crédito para hogares y empresas, reducción de la demanda interna, presión a la devaluación de euro, menor volumen de actividad y probable incremento del desempleo. Sin embargo la esperanza de que el propio enfriamiento económico cause una rebaja del precio del petróleo, el abaratamiento de muchas de las materias primas y un deseado próximo (?) final de la guerra, aúpan nuestras esperanzas para poder encajar las inclemencias actuales y tratar de restaurar el nivel perdido, aunque resulta muy difícil imaginar cómo se puede recomponer el tablero geopolítico y los intercambios comerciales.

No obstante, no podemos evitar hacernos algunas preguntas. ¿Es este el mundo que queremos, donde la paz y la estabilidad que tanto propugnamos está sustentada por la disuasión armamentística, donde las tensiones comerciales derivadas añadirán otro grado más a nuestras incertidumbres, donde cualquier ensoñación de algún sátrapa gobernante puede desencadenar un conflicto de dimensiones y consecuencias inimaginables, donde gastamos mucho más en pertrecharnos para disuadir al contrario que en remediar las tremendas desigualdades económicas que existen en el mundo?. Y así, sucesivamente, podríamos seguir planteándonos muchas otras cuestiones que anidan en el fondo de nuestras almas, pero que obviamos, ignoramos y soslayamos para aferrarnos a una estabilidad ficticia que necesita dibujar un paraíso ficticio que realmente está basado en un rearme continuo dado el grado de desconfianza que nos inspiramos unos a otros.

Foto: Madrid ha sido la sede hace pocos días de la cumbre de la OTAN.

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