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Por JANA SUÁREZ / Ha pasado mucho tiempo, tanto, que me preguntaba si todo sería parecido a aquellos días cuando nos preparaban para recibir a Jesús Sacramentado por primera vez; mis recuerdos son bonitos, el lugar que ocupábamos en la iglesia, haciendo ese corro con nuestra catequista y repitiendo una vez tras otra las mismas oraciones. También recuerdo las ganas que tenía de que terminaran esas tardes, quizás por la impaciencia de que llegara ese día tan deseado, que yo imaginaba sería “un día muy especial” (como así fue) o simplemente porque repetir una oración una vez tras otra cuando ya te la sabes, me parecía muy aburrido. Quizás estoy siendo un poco irreverente al contarlo así, pero esos son los recuerdos que tengo. Tenía siete años y cinco meses. Mi nieta tiene diez y hará su Primera Comunión el próximo día 19 de mayo. La curiosidad por esa preparación me llevó a pedir permiso para asistir a varias clases de catequesis, sí, ahora, para ver y quizás recordar algo más de las mías.

He asistido a dos clases, y lo primero que tengo que decir es que me encantó esa comunicación entre catequista y niños, incluida yo misma, porque además de gustarme esa nueva manera de explicar con ejemplos sencillos y reales, estudiar el catecismo, se hace de una manera muy distinta a mis días de preparación. Tanto María como Reme, las catequistas con las que tuve el placer de asistir a sus clases, me enseñaron mucho y no quiero contaros lo que aprendí de los niños, por ejemplo: ¿alguna persona por aquí podría decirme lo que es “hacer chicle”? Y no me refiero a la goma de mascar. Bien, pues hacer chicle es llamar a una puerta y salir corriendo. Ya sabemos algo más de su lenguaje secreto. Por mi parte, les conté alguna historia antigua sobre nuestra Virgen de los Remedios y sobre el santo Pedro Poveda, algo pude aportar, ya que ellos me enseñaron en tan poco tiempo tantas cosas; siempre dispuesta a aprender de chicos y grandes, a mis más de 60 años sigo en pleno aprendizaje.

Agradecer a todas las catequistas su disposición para que asistiera  a sus clases: María, Reme, Cati y Alfonsa. Gracias por hacer esos ratos entretenidos y bonitos, enseñando a nuestros niños de esa manera tan fácil y comprensible para ellos. Estoy segura que siempre os recordarán con una sonrisa en sus caras y por supuesto a nuestro párroco, don Juan Antonio, por facilitarme siempre cualquier “locura” que se me ocurre.

Gracias. Nuestros niños aprenden de manera diferente y la preparación para ese día tan importante es muy distinta a la “de antes”, al menos la que yo recibí.

Foto: Recordatorio de la Primera Comunión de la autora de este texto.  

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