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La pretensión de los gobiernos es conseguir un crecimiento económico sostenido que propicie la creación de empleo, evitando un efecto expansivo y descontrolado de los precios. Sin embargo la dinámica económica puede deparar coyunturas propicias para conseguir este objetivo, o etapas recesivas en las que la debilidad de la economía ofrece un cariz totalmente opuesto. Los encargados de implementar las políticas monetarias adecuadas para cada uno de los estadios definidos son los Bancos Centrales mediante la articulación de medidas concretas basadas en torno a la oscilación de los tipos de interés, y otras decisiones concretas de especial y específico calado según las circunstancias.

La etapa recesiva, que apenas hemos superado, requirió que el BCE decidiera para los países de la eurozona rebajar los tipos de interés a niveles inéditos, en los que aún permanecen, e introducir otras medidas de índole monetaria para animar la actividad económica y propiciar una pujante generación de empleo, de tal forma que el PIB de todos los países miembros alcanzara al menos un crecimiento en el entorno del 2% y que los niveles de inflación no excedieran del 2%, cotas deseadas para mantener el equilibrio económico deseado.

Sin embargo, después de casi agotar todo el arsenal monetario disponible las cotas reales conseguidas resultan insuficientes para certificar una adecuada situación de estabilidad, porque ni los índices de crecimiento son los deseados ni la inflación denota que el vigor del consumo, tanto público como privado, alcance los niveles previstos.

A pesar de que las últimas decisiones del BCE dibujaban una posición muy firme en cuanto a seguir manteniendo el pulso de la  economía de la eurozona bajo su control  aplicando, si fuera necesario, otras medidas incluso más contundentes, a tenor de los temores expresados con respecto a un enfriamiento de la actividad económica, en algunos medios se empieza a especular sobre la incidencia real que puede suponer  bajos niveles de inflación.

Es verdad que siempre se ha considerado que esta variable es el primer enemigo de la capacidad adquisitiva de los salarios y de la destrucción del valor de los activos monetarios ahorrados, sin embargo se está constatando que este fenómeno económico pierde parte de su fuerza como está ocurriendo actualmente, ya que es posible, como comenta J. Antonio Vega en su blog, “que el circuito económico haya mutado para que la estabilidad de los  precios sea tan perdurable que cueste imaginar nuevos episodios de crisis desatados por la inflación. En todo caso la globalización tecnológica, financiera y comercial ha cambiado los paradigmas sobre todo para las economías maduras”.

 

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