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Firmas InvitadasIgnacio Villar Molina

La banca y el reto de mejorar su imagen

By noviembre 28, 2016marzo 29th, 2022No Comments

 

Una de las conclusiones enunciadas por el Consejero Ejecutivo del BBVA, Sr. González Páramo,  determina que “después de esta crisis no va a haber vuelta atrás a un sistema bancario tradicional sólo basado en reducir costes e incrementar  ingresos, porque tanto la oferta como la demanda está cambiando claramente”.  

Efectivamente, en mi opinión, la apelación  tradicional a la intermediación  financiera para facilitar financiación a hogares y empresas,  tomando como base los recursos de clientes a corto plazo, ya no es suficiente  para mantener la robustez de sus cuentas de resultados y atender a las exigencias de fortalecimiento de sus balances, mediante las continuas aportaciones de recursos propios necesarios y más en coyunturas de tipos inéditamente bajos, que exprimen los márgenes por intereses del sistema financiero.

Por otro lado,  el presidente  de la Asociación Española de Banca, Sr. Roldán Alegre, en un interesante artículo en ABC, dictamina que el futuro de la banca pasa por obtener conclusiones de las experiencias pasadas y que, por tanto,  la banca debe diversificar las fuentes de rentabilidad, fomentar la excelencia en la gestión y la promoción de una adecuada cultura bancaria.

En realidad no se puede tachar al sistema financiero español de inmovilista, porque a  lo largo de los últimos cuarenta años, su capacidad de adaptación a las exigencias del momento han sido puestas continuamente de manifiesto y abordadas con más celeridad y profundidad que sus rivales europeos, tanto en lo que respecta a la sanidad de sus balances, las exigencias de sus clientes y los retos de adaptabilidad a las nuevas tecnologías.

Sin embargo, la banca española, a pesar de ejercer esa  constante inquietud para encarar con celeridad y acierto la  profunda reestructuración  a que ha sido obligada, aunque todavía esta etapa no esté definitivamente cerrada,  echo de menos que esa misma actitud abarque también el mejoramiento paulatino de su imagen entre sus clientes y sus potenciales futuros usuarios.  Y no es sólo por lo que respecta al  ahorro del tiempo que los mismos deben tomar  para realizar sus gestiones en las oficinas, que ya supone un grave hándicap, que, posiblemente, encuentre mejor respuesta con las mejoras de tipo tecnológico que se están introduciendo, sino cómo borrar la tradicional imagen de un sector tipificado por su habitual proteccionismo  estatal,  su despotismo hacia su propia clientela y público en general, haciendo valer su preponderancia en orden a conseguir sus objetivos,  incluso, como se ha comprobado en los recientes casos de emisiones de participaciones  preferentes, bonos convertibles , cláusulas abusivas en los contratos, proteccionismo gubernamental, etc., en detrimento de su clientela. No en vano es uno de los sectores activos  que militan en la actividad económica  nacional peor valorados por los ciudadanos.

Los medios para conseguir este objetivo pasan por una mejora de la formación  comercial y financiera  de sus empleados, una racionalización de los objetivos a conseguir por sus sucursales, una total ecuanimidad,  equidad e imparcialidad en la  información a la clientela sobre los productos a comercializar,  por encima de la exigencia de cerrar la venta del producto, como meta prioritaria, que, en ocasiones, se consigue abusando de la confianza  depositada por el cliente, y una mayor profusión del autoservicio sobre todo en la operativa más común.

  

 

 

 

 

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