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Por ANTONIO DE LA TORRE OLID / Las movilizaciones de los agricultores y ganaderos de la última semana nos sitúa ante una encrucijada, que no sólo les concierne a ellos, sino al conjunto de los ciudadanos. Se da cita en ella la sostenibilidad ambiental y la pervivencia de un modo de vida a través de una actividad productiva, que en todas partes y en particular en la provincia de Jaén, constituye un asunto capital, de viabilidad del futuro de muchas familias y de esta sociedad.

La crisis climática ha llevado a la comunidad internacional, a través de Naciones Unidas, a la necesidad de fijar 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Un consenso científico y casi de sentido común apenas observemos el cielo, las estaciones y los fenómenos metereológicos, pero que sin embargo está siendo cuestionado y manipulado desde ciertos sectores al albur de estas manifestaciones.

Pero no erremos el tiro, no hagamos como el avestruz que esconde la cabeza para no enfrentarse a la realidad. Esa conocida como Agenda 2030 no es una aberración, no puede pregonarse en términos de un yugo para los agricultores y ganaderos. En algunas explotaciones no, pero buena parte de ellos precisamente con su actividad, han contribuido a la sostenibilidad de montes y terrenos. Y la angustia que viven por la climatología, por las exigencias burocráticas y por las distorsiones del mercado, no puede ser aprovechada desde discursos apocalípticos, en ese caso sí, para demonizar el cuidado del medio ambiente. No reventemos la pedagogía que a este respecto se ha venido realizando durante muchos años y que tanto cuesta que cunda, ya se ve. No se puede antagonizar Agenda 2030 y viabilidad del campo.

Estas líneas se escriben sin que se conozcan los frutos de la última cita entre el ministro del ramo y los representantes del sector. En todo caso se tratarán de mejoras de carácter técnico en algunos casos, que no corresponde valorar a quien es en parte lego en la materia. Pero lo importante es apelar especialmente a dos cuestiones: la situación ambiental y la situación del mercado.

En relación a la primera, el cambio climático ya está aquí. Lo que hace unos años resultaba casi anecdótico y singular escuchar, cuando se decía que a través del este de la provincia de Jaén (en la comarca de Cazorla, en Huesa…) se advertía en el paisaje la entrada del desierto sureño, en poco tiempo va a ser una realidad extendida.

Se trata de cuestionarse no sólo las dificultades del abastecimiento para el consumo humano, sino de explotaciones agrícolas y ganaderas que requieren agua. Doctores habrá que indiquen si hay que llevarlo a extremos de tener que mencionar como inevitable la palabra reconversión por necesaria, por la inviabilidad de la actividad. Dos malas cosechas por falta de lluvias han ocasionado además un alza de precios, circunstancias que no sabemos si llegan para quedarse.

Ojalá no sea así, pues en el caso concreto de la provincia de Jaén, ha habido tradicionalmente esfuerzos en la optimización del almacenamiento y del riego, en el aprovechamiento de los subproductos, en la utilización de productos fitosanitarios, en el tratamiento forestal o en la actividad de la cabaña animal. Y es cierto que ha habido incapacidad de acompasar a tiempo la dotación de infraestructuras para ese almacenamiento, para su canalización, para evitar las pérdidas en la distribución… pero es lo que hay.

Y mientras eso llega, hilamos con los factores relacionados con el mercado. Si fruto de estas movilizaciones y de las reuniones a las que aludimos se obtienen medidas paliativas, estarán más que justificadas. Bien es cierto que durante las décadas de pertenencia de España a la Unión Europea ese porcentaje cercano al treinta por ciento que en la renta del productor ha podido llegar a suponer la subvención y los incentivos, pudo ser cuestionada en momentos de bonanza, si se analiza no sólo en términos de libre comercio, sino de comercio justo.

Pero en este momento no. Y no debe concebirse desde en términos de proteccionismo o de cierre de fronteras que no lleven más que a una autarquía, como una vez más se pregona en otras latitudes. Más bien son apoyos precisos y perfeccionables mientras se clarifican algunas cuestiones.

Gran parte de ellas tienen que ver con las exigencias que se hace al productor, entre otras en cuestiones burocráticas (la agenda del agricultor), pero especialmente con posiciones de desventaja. Tan nítido como en una de sus reivindicaciones que viene a decir que, es hacerse trampas al solitario, establecer exigencias, de sostenibilidad, verdes o relacionadas con el circuito del mercado en los reglamentos comunitarios y nacionales, que no se exigen a importaciones que sí se presentan al consumidor con ese marchamo.

Abundando en ello, de seguir así creo que a algunos no nos va a dejar entrar en alguna gran superficie. Nos referimos a que alguno de sus propietarios, que se encuentra entre los más ricos de España según Forbes -y de más reputación, según otros medidores-, pero más allá del chascarrillo, el conjunto de plataformas de distribución, tienen una asignatura pendiente con la sociedad, en la referencia que hacemos a la definición clara de dónde se abastecen y de la calidad y la trazabilidad de sus productos. Ese contraste lo saben bien los que tienen un huerto propio.

Y no sólo en ello, sino respecto a su mala justificación de sus umbrales de rentabilidad en un contexto de inflación para el consumidor y a la hora de apretar en su relación con el productor de origen. También se producen exigencias de exclusividad de quienes les venden, pues al quedarse el agricultor o la cooperativa de transformación con un único cliente al que abastecer, acaban en un ahorcamiento de precios cada vez más a la baja.

Asistimos a situaciones aún más desquiciantes. Entre ellas, el que se da lugar a un contraste mediante el cual, puede que un agricultor haya vendido más cantidad de producto y sin embargo tenga menos rentabilidad, como ha ocurrido en el último año; a lo que se suma la cantidad de frutas, hortalizas, etc. que se descartan por traspasar los estándares necesarios para una buena presencia en los lineales y en las bandejas.

Así que urge en este momento mayor solidaridad en la cadena de mercado, el mencionado apoyo público y la conciencia medioambiental de todos, para que en casos como el de Jaén, el bosque humanizado que es su paisaje y su paisanaje del olivar, el trabajo de la gente que nos rodea, una forma de estar en el mundo, perviva.

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