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La publicación de los datos reales de la evolución de la actividad económica en España  a lo largo de este año, están desmontando todas las estimaciones realizadas por el gobierno, instituciones y analistas a principios del ejercicio. Recordemos que las primeras cifras barajadas por el ejecutivo fijaban un incremento del 7.2%, pronóstico que, tras conocer los datos reales del primer trimestre, cuando la economía se contrajo un 0.5%, lastrado por el comienzo y la expansión de la tercera ola, fue rebajado al 6.5 % registro que se mantiene inalterable en el ámbito del ejecutivo pero no en las del resto de las previsiones.  

Es verdad que las sucesivas reactivaciones de la pandemia están teniendo una influencia y trascendencia extraordinaria en la actividad económica y, por tanto, deberíamos admitir que esas desviaciones, puestas de manifiesto por los datos reales  de crecimiento que se van publicando, son el resultado de la enorme versatilidad del ámbito en el que se desarrolla la actividad económica, y, por tanto, podrían admitir una justificación más o menos aceptable si no fuera por la incidencia que supone en la configuración final de las variables económicas, con especial influencia en la evolución de las mismas y, especialmente, en función de que sirven de base para la conformación de los presupuestos generales del estado del año próximo, ya que todas las previsiones proyectadas pierden su total viabilidad.

El desempeño económico del tercer trimestre ha incidido claramente en el  debilitamiento de la recuperación económica ya que, según el consenso más generalizado, nuestra economía no alcanzará la pretendida meta del 6.5% estimada por el gobierno, sino que se situará en el 5%-5.5% en el mejor de los casos, según el consenso de los expertos, lo que supondría que la economía española conseguiría el menor rebote de los países de la Eurozona, pues mientras Italia ha conseguido rebajar su brecha al 1.4% por debajo de los niveles de 2019, Alemania lo ha hecho al 1.1% y Francia al 0.1%, mientras que España sigue estancada con un diferencial del 6.6% con respecto a ese año.

Las circunstancias que están provocando esta contrariedad vienen determinadas por diversas causas. Ya sorprendió el dato negativo del 0.4% de crecimiento del  primer trimestre, aunque fuera justificado, como hemos señalado, por la expansión de la tercera ola de la pandemia, sin embargo el sobresalto fue mayúsculo, cuando se conoció que el INE recortaba en septiembre el dato anticipado de crecimiento relativo al segundo trimestre fijándolo, finalmente, en el 1.1%, 1.7 puntos menos del 2.8 que fue la estimación inicial de este organismo. En la misma línea se ha decantado el registro del 2% conseguido en el tercer trimestre, que debería ser suficiente para coadyuvar a conseguir ese 5-5.5% estimado por el consenso de economistas y ciertas instituciones, si bien la Cámara de Comercio ya discrepa de estos vaticinios y fija el dato final del aumento del PIB en el 4.7% para este año y en el 5.5% para 2022.

El escenario no es el más adecuado para mantener el optimismo. La inflación galopa a su antojo por las economías mundiales, y, especialmente en España, último registro 5.5% en octubre, lo que supondrá una retracción del consumo, que en ese mes ha mostrado un débil comportamiento al descender un 0.5. El encarecimiento de los precios que se verá potenciado por la elevación del costo de la energía, petróleo, electricidad, gas, y otras materias primas. La falta de suministros de ciertos productos,  la exportación añadida de la inflación china al mundo occidental por la elevación del precio de sus productos al ser el bazar más importante donde se nutre buena parte de las compras mundiales, son otros invitados indeseados a esta adversa coyuntura.

Por último los desvíos de las predicciones de crecimiento estimado afectarán a la economía en el próximo año, ya que si las bases con las que se han conformado los presupuestos no se confirman, todas las estimaciones de ingresos son erróneas y, en ese caso, si no se contraen los gastos, el desfase deberá compensarse con más Deuda Pública o subida e impuestos. Es imprescindible, por tanto, llevar a efecto planes de inversión y reformas estructurales, auspiciadas por las sucesivas remesas de los fondos Next Generation, con objeto de modernizar el tejido productivo e impulsar la actividad económica y el empleo. 

 

 

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