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Por EDUARDO LÓPEZ ARANDA / Después de leer la acertadísima crónica del buen Antonio Garrido -magnífico periodista y grandísima persona- acerca del Pregón de la Semana Santa baezana, poco es lo que queda por decir del Acto que el Señor nos regaló el pasado sábado. Digo bien, regalo del Señor.

Cuando los católicos nos reunimos en oración, acostumbramos a invocar al Espíritu Santo con el Veni Sancte Spíritus. Esta invocación termina con la oración que dice: Deus, qui corda fidélium Sancti Spíritus il­lus­tra­tióne docuísti, da nobis in eódem Spíritu recta sápere; et de eius semper con­so­latióne gaudére.

Y Dios, efectivamente, ha instruido el corazón de nuestro queridísimo Fran o dicho como conviene: el del Ilmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Don Francisco Juan Martínez y Rojas, Deán y Vicario General de la Diócesis y Caballero Comendador de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén. Y le ha concedido, como dice la expresada oración, por medio del Espírituconocer las cosas rectas… De otro modo, no se puede entender no solo el Pregón, sino toda la vida de Fran, porque Fran es el prototipo de hombre del Renacimiento u homo universalis; un πολυμαθία según la terminología griega que -curiosamente hoy- merced a los avances tecnológicos se está intentando volver a ese modelo de persona, que las multinacionales de renombre están estudiando seriamente incorporar en sus plantillas.

Alguien puede recriminarme que en estas líneas hable con subjetividad de Fran. Mi fraternal aprecio por él es público y notorio, me enorgullezco de él y lo llevo a gala allá donde esté. Por ello, algunos verán en este texto una descripción mediatizada y poco real; nada más lejos de la realidad aunque el corazón palpite reclamando su puesto en la redacción. Pero te prometo lector que voy a saltarme las leyes naturales y controlaré la musculatura lisa a mi antojo. Todo lo demás viene de la mente, la observación y la constatación de realidades.

Descubrir a Francisco Juan Martínez Rojas en Jaén es del todo innecesario y no es éste el marco adecuado para introducir más de veinte páginas de un curriculum vitae que habla por sí solo. Pero los currícula son muestras -para mí frías e impersonales- de capacidades más altas que, por lo general, velan la persona que se esconde detrás. Este es el caso de Fran que, aunque ya lo he hecho, permítanme la licencia para dirigirme así a él, diminutivo que lo identifica plenamente, con el que se siente a gusto cuando así es invocado sin que lo aborde el más mínimo atisbo de disgusto.

Fran es sacerdote del Señor. No tiene título más importante. Aferrado a su ministerio de tal manera que no podríamos encontrar la más mínima fisura en esa unión indisoluble que lo lleva a poner su ministerio por encima de cualquier circunstancia, objetivo o afán. En su mente prima una ley fundamental Tu es sacerdos in aeternum porque sabe muy bien que fue ungido para identificarse con Cristo, para actuar in persona Christi en el perdón de los pecados y, sobre todo, en la Eucaristía: su fuerza vital, el centro y culmen de la vida cristiana como se ha definido, donde en la propia epíclesis para invocar al Espíritu Santo, ya no es él, sino que es ipse Christus. Como ocurre con todos los sacerdotes, es verdad, pero su fidelidad a la liturgia donde para él no caben innovaciones caprichosas, creyendo en lo que está pasando -como yo le digo- hacen que trasluzca la esencia de un sacerdote grande, fiel, comprometido con el Evangelio de Cristo, sin ambiciones de ningún tipo por mucho que escriban y digan por ahí, generalmente una caterva de impresentables que -sinceramente- no sé cómo tienen valor de hacer juicios gratuitos e, incluso, revestirse en el caso de consagrados con los ornamentos sacerdotales después de haber, incluso, difamado contra el hermano. Que en Jaén todo se sabe. Ello es, por desgracia, fruto del mal endémico de esta tierra: la envidia. Ese pecado capital que tiene una carga diabólica fuera de lo común, está arraigado de tal forma en estos pagos que pisa sin compasión alguna al que tenga algún éxito, alguna virtud o sea capaz de alzar su voz contra la injusticia, la pequeñez intelectual o la mentira porque no olvidemos que en el diccionario giennense, la mediocridad se define como bondad y decir la verdad es sinónimo de soberbia. Imperdonables pecados que hacen sufrir -uno habla por experiencia propia- pero que, en el caso de nuestro protagonista lo lleva con la gallardía y la valentía que muestran los que, día a día, aceptan sin reparos la cruz de Jesús. In laetitia, nulla dies sine cruce! Presbítero fiel, leal colaborador que antepone siempre el bien de la Iglesia y la gloria de Dios, a pesar de las precauciones que muchos hagan sobre él, probablemente aconsejados por criaturas perversa . Hijo amantísimo de María a la que venera sin tasa y descanso como a San José, los dos pilares que sostienen su inconmesurable fe en Dios Hijo, cuyo Cuerpo y Sangre eleva a diario hacia el infinito en eterna doxología de amor con las reliquias más preciosas que existen: las manos limpias de un sacerdote íntegro, tal y como escribí en el Pregón del Corpus baezano del año 2014.

Y como de Pregón trata esta sencilla colaboración tengo que remitirles al de la Semana Santa de Baeza, pronunciado por Francisco Juan Martínez Rojas, el pasado dos de abril, aniversario de la pascua de San Juan Pablo II, quien seguro tuvo mucho que ver con el que tanto amó a su persona y a su Magisterio. Además, Fran -tal y como recordó nuestro prelado- ha sabido aprovechar los talentos que el Señor le ha dado y ha sabido ser el siervo bueno y fiel que nos relata la mashal del Evangelio de Mateo. Fran es el paradigma de la polimatía mencionada más arriba. Bendecido con una inteligencia fuera de lo común, cuya prueba más fehaciente es el sentido de humor que lo acompaña, ha sabido cultivarla y agrandarla siendo uno de los más grandes intelectuales que haya dado esta provincia. Sabio que, por el pecado de la envidia, ha sido condenado alguna vez como prepotente porque los ignorantes, necios y zotes que pululan por el mundo y hasta en los foros culturales y académicos suelen ser nefastos discípulos cuando alguien sabe más que ellos o se atreve a corregirles lo que tienen por dogmas de fe que no llegan más allá de la fecha de la batalla de Lepanto, en el mejor de los casos.

Su increíble memoria, auténtico anuario de Historia; su excelente capacidad didáctica; su rapidez mental y su encendido afán por enseñar, dando gratis lo que gratis ha recibido, son envidiables avales y estímulo para ansiar oír una homilía, una conferencia, dejarse guiar en alguna visita cultural o asistir a un pregón como el que nos regaló en las vísperas del V Domingo de Cuaresma de este año de gracia. Y para mayor abundamiento, en Baeza. Yo, que quiero a Baeza como mi segunda casa desde que comenzara a amarla de la mano del recordado don José Melgares, allá por el año de 1979, cuando domingo a domingo iba como monaguillo a la misa dominical en la Catedral, después de pasear por sus calles, hacer volar la mente a pasadas y gloriosas centurias, dejarme embeber por el denso aire de su historia y reavivar ese amor hace ocho año cuando fui heraldo de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo, el pregón que más me ha llenado en mi vida y que me llevó a seguir a Jesús Sacramentado, desde entonces, por las calles baezanas yo, repito, me siento en el extremo más inferior de la escala del amor a Baeza con respecto a Fran. Y es que, como nada ocurre por casualidad pero sí es indudable la causalidad, Fran está hecho para Baeza y Baeza para Fran. Recuerdo con cariño cómo don José Melgares se refería a ella como la metrópoli. Y es verdad. Baeza es la metrópoli de la elegancia, del clasicismo, la Salamanca andaluza, donde las letras y las artes han dejado una impronta de vivísima vigencia que, por ello, es el ambiente perfecto donde puede desenvolverse, primero por amor, nuestro querido Fran que ha sabido elegir tan bien que me atrevo a decir que su amor está polarizado entre Roma y Baeza con un puente que no pasa por ellas, sino por el rostro de una Niña sevillana que vive en San Gil.

Por ello, el Pregón de la Semana Santa de Baeza, sin haber oído otros a los que no resto mérito alguno -pues sé de la dificultad que entraña sentarse ante el blanco papel- sino que, por el contrario, no me iban a decir nada, ha debido quedar como arquetipo de todos y cada uno de los que este año se hayan pronunciado y se puedan pronunciar hasta que llegue el Domingo de Ramos. El Pregón está dicho, escrito y publicado. No voy a citar ninguna frase de él, porque huelga. Fran construyó una magistral obra literaria y teológica, donde en originalísima confección, nos traslada a la Semana Santa de 1603, de la mano de un baezano, Juan de Benavides Mejía. Y de su mano, tras la epidemia de peste que asoló Europa entera en el quinquenio 1598-1603, mi Hermano de Hábito inicia su particular peregrinación, como buen Caballero de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, hacia Tierra Santa, para vivir allí la Semana Santa de aquel año; la Semana Santa de este año, convirtiendo a Jerusalén en Baeza que, a su vez, la hace jerosolimitana.

Un pregón de una densidad digna de ser leída una y otra vez porque, si vamos desgranando paso a paso su contenido, nos vamos a encontrar con una exquisita clase de historia; aparecerán ante nuestros ojos los misterios centrales de nuestra Salvación permeando sabiduría, fe y una enorme carga teológica dibujada con una exquisita elegancia literaria.

Además, por primera vez en su vida, Fran se adentra en la composición poética, desembarcando con dieciocho sonetos y cuatro romances ajustados a la métrica y rima adecuadas, que no solo destacan por su belleza sino que, para el que escribe, sirven perfectamente como nuevos salmos -me atrevería a decir, con el respeto que me merecen las Sagradas Escrituras- para hacer un rato de oración con ellos pues encierran una increíble lectura de la Pasión de Jesús y su nexo vital con nuestra Salvación.

Y todo ello, cubierto con el sutil velo de modos literarios y compositivos del Siglo de Oro con lo que deja entrever su espíritu humanista, el poso avilista que es en su alma como la madre de un buen vino y hace memorial de la histórica Baeza a la que venera como a una madre que lo tiene como a uno de sus hijos más predilectos al igual que puedo asegurar, certificar y ratificar el amor que Baeza entera tiene al Ilmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Don Francisco Juan Martínez y Rojas, porque en su vida siempre está dispuesto, en cuerpo y alma, y lo demuestra a diario, con brío creciente, a luchar por tu antiguo esplendor, para rehacer tu fama ¡oh Baeza! Al servicio de España y de Dios, parafraseando el precioso himno baezano.

Deus lo vult.


Foto: Francisco Juan Martínez Rojas, en el pregón de la Semana Santa de Baeza 2022.

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