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Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / La poesía se construye con el silencio, sin artificios que puedan contaminarla. Dominar el lenguaje poético es, inicialmente, un don que sólo unos privilegiados obtienen. Ahora bien, este regalo de los dioses es necesario que sea trabajado y estudiado. Siempre atentos a los poetas antiguos que nos precedieron. Conocerlos, leerlos, aprender de ellos es una cuestión de supervivencia para, así, poder caminar por este hermoso mundo de los sentimientos.

Pues, querido lector, ¿no es acaso la poesía la expresión más alta de la naturaleza humana? Es cierto que el cuidado formal del poema es algo que hay que dominar. Pero, siempre atendiendo a las razones del corazón, que son las únicas verdaderas. Dominemos siempre lo formal, sin que esto suponga un abandono, en la laguna de nuestra memoria, de las pasiones y de los sentidos.

Hay dos clases de poetas: el que escribe en la inmensidad de la hoja en blanco, y aquel otro que. sin querer navegar por el océano de la escritura, pronuncia con su palabra los versos más bellos.

Y el culmen poético es la unión de estos dos modelos, que muy pocos consiguen realizar.

En el poemario que acabas de comenzar a leer, Fernando Miras alcanza esta cima, ascendiendo a este Olimpo de los elegidos.

Miras no sólo es un poeta exquisito en las dos versiones mencionadas, sino que también es un maestro para muchos. Capaz de detectar la vocación de escribir, de sentir, en todos aquellos que se le acercan, que le piden opinión.

Nuestro poeta los adentra en este mágico universo, apostando por ellos, y enseñándoles el camino de lo formal, pues lo esencial, el don poético ya lo dominan.

Pero, vamos a centrarnos en lo que realmente nos interesa ahora mismo. Es decir, indaguemos en la poesía de nuestro autor, en su yo poético que se identifica con el sentido machadiano del hombre bueno.

La poesía de Fernando Miras configura un binomio perfecto entre la arquitectura de su hechura y el mensaje profundo directamente alcanzable para cualquier tipo de lector. Esté ya iniciado o no en este mundo apasionante y único de la poesía.

La formalidad de sus versos, su exactitud, nos conducen, sabiamente, por el lenguaje poético, con el que Miras nos quiere mostrar la belleza de lo cotidiano. Pues, el poeta es grande cuando lo que, en principio, lo invisible lo convierte en visible y bello. Esta es otra de las grandezas de nuestro autor.

En nuestro autor, se mezclan la literatura y el sentimiento. Imagínense qué mezcla más bonita de la que sale un gran poeta.

Miras se convierte, por tanto, en un autor de obligada lectura y seguimiento. Un ejemplo al que conocer y estudiar por las generaciones actuales y venideras de poetas.

Centrándonos en este poemario, encontramos versos de gran belleza, y con un mensaje que, rozando la nostalgia, no cae ni en la tristeza ni en el abandono. En algunos poemas vemos la influencia de poetas como don Antonio Machado, Juan Ramón, en los que, sin caer en el abismo de la oscuridad, sí nos convocan a recordar aquellos momentos, tiempos en los que el poeta constata que la vida pasó muy rápido.

Sin embargo, Fernando Miras, también, es un sujeto político y social. Le duele el giro tan brusco de los acontecimientos que están llevando a su país, al que ama con locura, pero sin caer en posturas rancias, a un precipicio.

Nuestro poeta, a través del verso libre, con un gran dominio de la sintaxis poética nos va llevando por diferentes itinerarios en los que nos interpela a que pronunciemos las palabras paz y libertad.

Miras escribe al desengaño, a la indiferencia, al amor, pero siempre dejando algunos mensajes en los que apela a la reconciliación. Es, también éste, un poemario en el que nuestro autor ajusta cuentas con él mismo y con otros sujetos e ideas que han estado presentes a lo largo de su vida.

La presencia en estas bellas páginas de sus amadas tierras: Torreperogil, el lugar en el que nació, la provincia de Jaén que la hermosea por los cuatro costados, su amada Andalucía y Cataluña en la que construyó su futuro, son los espacios en los que se crean toda su poesía. Mostrando, también, la decadencia moral que han sufrido.

Leer a Fernando Miras es escalar las altas montañas de la poesía, ayudado por su mano poética, dándonos un ejemplo de saber cómo configurar un poema para que aquellos que nos iniciamos en este apasionante mundo nunca lo abandonemos.

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