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El equipo representativo de la ciudad, que se encontraba desde hace varios meses en fase agónica, ha descendido a Tercera División. Se han juntado el hambre con las ganas de comer, la gestión en los despachos ha sido deprimente y la temporada deportiva ha hecho aguas por todos lados. Entiendo que haya muy buenos aficionados que pretendan justificarlo todo en aras del cariño que le tienen a unos colores, pero no pueden aprobar el año, los jugadores lo han intentado sin resultado positivo y en estos casos la única consecuencia inmediata es la pérdida de la categoría. No hay que poner paños calientes a la situación, ha habido mucho tiempo para rectificar, pero visto el panorama es mejor asumir que el cuadro blanco está en el pozo de la Tercera, y aprovechar esta circunstancia adversa como una oportunidad para propiciar un nuevo proyecto desde la base, el mundo no se ha acabado y si se pone ilusión en el empeño, además de seriedad y la gestión adecuada, el Real Jaén volverá por sus fueros, ojalá pronto lo veamos recuperado y con unos directivos que sean competentes, honrados, y hagan olvidar lo antes posible los últimos tiempos tan convulsos.

Dicen quienes le conocen, que el actual presidente, Tomás Membrado, es un profesional solvente y que su liderazgo puede hacer mucho bien al club. Así lo esperamos. Lo que de entrada nos ha parecido bien de sus primeras declaraciones, es que viene a servir al club, a poner los medios para su funcionamiento adecuado, pero aunque avalará operaciones económicas, pone de manifiesto con toda claridad que su objetivo no es poner dinero sino administrar bien los recursos que sea capaz de generar la entidad. 

El Real Jaén ha sido una víctima del agobio de las deudas y unos gestores incompetentes que no han sido capaces de encontrarle viabilidad. No salvamos a casi nadie, y menos al todavía dueño hasta hace poco Juan Miguel Hitos, que pensábamos que era una especie de dios que iba a ser la garantía de la entidad y al final ha sido uno más, incluso tal vez el peor de todos, porque desde hace años había levantado tan falsas expectativas que todo el mundo creyó que el Real Jaén en sus manos iba a tocar el cielo.

Lo mejor que tiene el Real Jaén en estos cruciales momentos son sus fieles seguidores, seguramente no son miles y miles, pero sí cientos de jienenses que están demostrando el amor infinito a lo que representan unos colores que tienen una historia casi centenaria con la que han estado a punto de arrasar, y en parte lo han conseguido, los personajes que llegan al fútbol a mangonear, que nos tratan de convencer de que ponen mucho dinero (en algunos casos sí me consta que ha sido eso, pero los mínimos), que hacen y deshacen, que no rinden cuentas y que a la hora de la dificultad lanzan un SOS para que los jienenses sean los salvadores. Es decir, cuando ha habido dinero la transparencia ha brillado por su ausencia, y cuando el panorama se ponía muy difícil la sociedad deportiva, que al final es una empresa, pretendía que otros le sacaran las castañas del fuego.

No ha habido posibilidad de negociar con Hacienda la deuda de dos millones y algo, y esto a pesar de que se entiende que haya habido buena voluntad por parte del Secretario de Estado, José Enrique Fernández de Moya, y no pocas gestiones al efecto de personas que aman al club, pero Hacienda no es Cáritas y hay muchos clubes clamando por sus problemas económicos. Ahora da la sensación de que se trata de negociar una operación económica con alguna entidad y que el nuevo presidente va a salir al frente como avalista, y con carácter previo pretende poner al día las obligaciones pendientes. Nos agrada que al final haya dado el paso al frente un hombre de Jaén, que quiere a su tierra, aunque ha reconocido que no es un apasionado del fútbol, pero el Real Jaén no puede desaparecer, hay que ayudarle, reflotarlo y que lo más pronto posible siga dando satisfacciones a la ciudad. Me alegro de esta salida y de que no hayan prosperado las aventuras de algunos empresarios que estaban interesados en hacerse con el club. La historia pasada y reciente ha dado numerosos ejemplos de brindis al sol y de ganas de arrimarse a los negocios que suelen pulular en la periferia de los campos de fútbol, con intereses no siempre claros de salvapatrias de ocasión y que nunca me merecieron confianza.

Me da cierta pena, eso sí, de los jugadores de la plantilla, que han apurado hasta el máximo, cuando han sido objeto de incumplimientos, uno detrás de otro, y cuando han salido a protestar es porque son personas con una dignidad que defender. Es verdad que la temporada ha sido muy irregular, pero hay que ponerse en el pellejo de un entrenador y de una plantilla que se han alimentado de la fe, y los han dejado en la estacada, a ellos y al proyecto. Está claro que cuando los números no salen a los que buscan en el fútbol una rentabilidad, el camino es abandonar. Es entendible que nadie quiera estar en una aventura ruinosa, pero al menos que se hable con claridad y no traten de convencernos de que han estado o están por amor al Real Jaén.

Deseo lo mejor para el club de la tierra. Antes he dicho que es una sociedad deportiva, una empresa, pero también es verdad que con tantos años de historia, el Real Jaén es bastante más que eso, y no hay más que ver la movilización hace semanas de tanta gente que siente los colores y ha vivido en los últimos meses apesadumbrada tratando de apoyar cualquier acción que pudiera representar una tabla de salvación. Insisto, ojalá que el Real Jaén como institución pueda salir a flote, y que sea un éxito la gestión del nuevo presidente Membrado y su equipo. Una vez más hay que repetirlo, lo que sea bueno para el Real Jaén lo será también para la ciudad de Jaén.

 Foto: Tomás Membrado Martínez (tomada de twitter)

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