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Esta mañana el consejo rector de la Universidad Popular ha aprobado, por cuatro votos a favor y tres en contra, que la Universidad Popular Municipal de Jaén lleve el nombre de “Alcalde Ramón Calatayud”. La oposición ha aprovechado para airear su malestar porque la ciudad distinga a un personaje local del régimen franquista y acto seguido se ha abierto un debate en la izquierda jienense que ha trascendido a los medios y redes sociales. Está bien, claridad y transparencia, y que cada cual opine. Me alegro de que haya salido adelante, aunque aún ha de pasar por el pleno, y porque se haga justicia con este jienense que durante bastantes años lo fue todo.

Y quiero explicar cuál ha sido mi participación en este proceso, sin ningún protagonismo porque no lo ha habido. A raíz de un anterior comentario hace meses, cuando desapareció el nombre de Ramón Calatayud de un colegio en el barrio de Peñamefécit, en el momento en que se fusionaron dos centros, consideré que de alguna manera se debía compensar este desacierto, que con toda seguridad se hizo por desconocimiento de la historia aún reciente de Jaén y de la biografía de determinadas personas, porque hay personas que no ven más que con los ojos de la memoria histórica y hay otros, pero a lo mejor no están tan expuestos a las ideologías y al oportunismo.

A propuesta de familiares del exalcalde en los últimos años de la dictadura, conocedores de que le había defendido de algunos ataques injustos, asumí el compromiso de elaborar el escrito que había que dirigir al Ayuntamiento acompañando las adhesiones recibidas para que el Consistorio decidiera qué distinción otorgarle, y fue al parecer el alcalde el que pensó en que diera nombre a la Universidad Popular Municipal, habida cuenta de que Calatayud Sierra tuvo en su mandato un especial empeño en desarrollar las infraestructuras educativas, la mayoría de las cuales se mantienen. Ahí empezaba y acababa mi implicación. Creía que al tratarse de un cambio la polémica sería menor, pero tampoco me extraña que haya quienes pretendan aprovechar la circunstancia para hablar de franquismo, de la ley de la memoria histórica y de esta retahíla para tratar de rentabilizar la propuesta municipal, otro enfrentamiento más que forma parte del escenario cotidiano. Conozco la Ley de la Memoria Histórica y en muchos aspectos la aplaudo, pero es un error cuando se pretende hacer tabla rasa y borrar del mapa el honor y la dignidad de personas que fueron buenos servidores públicos durante la etapa anterior a la democracia. Se equivocan de plano en ver franquismo y política en esta iniciativa. Calatayud fue un alcalde franquista, cierto, pero también era y nadie se ha detenido en ello, un gran entusiasta de su ciudad, Jaén, y nadie en los grupos de la oposición ha advertido este valor.

Por mi parte tengo clara mi trayectoria democrática y no permitiré lecciones sobre ella, por supuesto no tengo nada de franquista, en los primeros años de mi tarea profesional tuve que tratar con ese periodo histórico y sus personajes protagonistas, y jamás permití que me obligaran a cantar el “Cara al sol” y eso que yo era aún un joven imberbe, pero respeté y logré ser respetado. Además entiendo que en el franquismo y en la democracia lo que debe contar por encima de todo es la dignidad de las personas. En la época del general Franco había muchos indignos y también otras personas dignas que querían servir y no tenían otro marco en el que hacerlo. Lo mismo que en la democracia, que hay personas dignísimas y otras que no lo son tanto, creo que no tengo que dar más detalles. Pues bien, la biografía de Ramón Calatayud es la de una persona digna, respetada y querida en su ciudad, y en este perfil es en lo único que me he fijado para valorar al que fue uno de los grandes alcaldes que ha tenido Jaén, lo digo con conocimiento de causa porque lo conocí y lo traté, un hombre emblemático y que dejó una profunda huella. Lo demás me tiene sin cuidado.  

Conocí en 1973, ya en su última etapa, a Ramón Calatayud Sierra, que en el año 1967, hace ahora medio siglo, llegaba a la Alcaldía de Jaén, desde la que realizó una grandísima labor y se ganó el aprecio y el reconocimiento de la inmensa mayoría de la ciudad. Conocí de cerca su actuación decidida en pro de la infraestructura educativa de la capital, que le valió el reconocimiento público con que en su día fue distinguido. Fue un mal ejemplo que el nombre de este ilustre hijo de Jaén desapareciera de un centro de referencia en uno de los barrios por los que más se preocupó.

Ramón Calatayud Sierra (Jaén, 1918-1999) fue uno de los hombres más representativos durante más de 50 años de la vida de Jaén. Hizo sus estudios en el colegio de los Maristas y en el Instituto de Enseñanza Media y San Agustín. Ingeniero Técnico Industrial, tuvo otros estudios en el campo de la electrónica y fue técnico en relaciones públicas. Fue un destacado empresario y estuvo inmerso en diversas instituciones. Concejal y alcalde accidental desde 1951 hasta 1957 sería regidor de la ciudad durante siete años entre 1967 y 1974. Impulsó importantes obras, entre ellas el Gran Eje.

Tuvo, además, una amplia e intensa vida representativa. Hermano mayor de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno El Abuelo y de la Cofradía de la Virgen de la Capilla, patrona de Jaén. Fue también presidente de la Agrupación de Cofradías durante 12 años. Fue procurador en Cortes y recibió la Cruz de Alfonso X el Sabio por su labor en pro de los centros docentes de la capital.

Cooperó con todo tipo de asociaciones culturales y benéficas. Dio impulso a las fiestas taurinas de Jaén y, en lo deportivo, presidió al Real Jaén al que llevó a la Primera División. Encarnó en su vida los valores más tradicionales de Jaén y fue un adelantado en obras para la ciudad a la que sirvió con los mejores afanes. Gozó siempre de una gran popularidad.

Hace unos años, en la etapa de Carmen Peñalver, cuando el concejal José Montané emprendió una campaña para renovar el callejero de la ciudad, también sonó la alarma, porque junto a nombres de los que se podía prescindir y así se hizo, con mi aplauso como ciudadano, porque no aportaban nada sobre la identidad de Jaén e incluso manchaban nuestro callejero, se pretendió quitar su calle a Juan Pedro Gutiérrez Higueras, que era también otra injusticia enorme, propiciada por desconocedores de la historia del pueblo jienense que se limitaban a valorar el término “franquista”. Por fortuna se consiguió frenar aquel despropósito porque Gutiérrez Higueras hizo muchas cosas y todas ellas fueron para engrandecer a la ciudad de Jaén.

Es el mismo caso de Ramón Calatayud, un regidor que se dejó la piel por su ciudad, y que puso siempre por delante los intereses de Jaén. La implicación de este empresario y político en la vida social, le granjearon el cariño para siempre y no puede entenderse que las autoridades, con desconocimiento y desprecio a la historia de esta población, aceptaran resignadamente el maltrato al recuerdo de un hombre que con sus defectos y sus virtudes, forma parte de la nómina de los jienenses de pro.

Entiendo que el consejo escolar del centro que le quitó el nombre no obrara con mala fe, así quiero pensarlo, y que se dejaba influenciar por el tiempo transcurrido, y a lo mejor alguien ha pensado que se trataba simplemente de una herencia franquista más. No se debía perpetrar, si aún era posible evitarlo, este agravio, y si ya fuera irremediable, indicaba yo en aquel momento, el Ayuntamiento de Jaén debería tomar la iniciativa y colocar su nombre con todos los honores en el callejero de la ciudad o en cualquier otro edificio, como es la sede de la Universidad Popular como se decide ahora, cuando se cumplen 19 años de su fallecimiento. Una ciudad tiene la obligación de regirse por el respeto a las personas y en el caso que nos ocupa, a la memoria de uno de los grandes alcaldes de Jaén en más de medio siglo. No creo que a estas alturas deba molestar a nadie que fuera un gran enamorado de su ciudad y que Jaén siempre lo considerara un regidor popular y muy querido.

Fotos: Una foto de archivo del recordado exalcalde de Jaén, Ramón Calatayud Sierra.

 

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