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Por ANTONIO GARRIDO / En esta jornada en que se celebra el Día Internacional de los Monumentos y Sitios, merece la pena mirar a nuestro alrededor para sentir orgullo y también, porque es compatible, para enderezar el rumbo en aquellas cuestiones que merecen más atención para seguir dando valor a esta capital.

Tenemos mucho de lo que presumir, pero el primer referente es sin duda nuestra Catedral de la Asunción. En el pregón de la feria de San Lucas, el 10 de octubre de 2003, sugerí que recuperar y alimentar nuestra identidad debía ser prioritario. Hablaba de la Catedral en concreto señalando que la deberíamos valorar y defender más ardorosamente. “Me he preguntado –decía- cómo sobre la Catedral de Jaén, el gran  orgullo de la ciudad, no se nos ha ocurrido, cómo no ha estado alguna vez en la mente de alguien, proponer a nuestro primer monumento o al conjunto que preside, como Patrimonio de la Humanidad”. Me satisface que poco después se produjera una iniciativa política municipal de la concejal doña Cristina Nestares y pensé que había llegado la hora del justo reconocimiento a nuestro principal monumento. Aún no he perdido la esperanza, más de veinte años después, en que alguna vez podamos conseguirlo, aunque también pienso que se ha perdido demasiado tiempo dejando enfriar el sentir ciudadano que fue ejemplar.

Hace algún tiempo se creó una comisión desde la instancia municipal para activar una nueva propuesta a la Unesco en torno a nuestra Catedral. Que sepamos se hizo la foto y parece que no ha habido más novedades. Sí se conoce que la formulación de los criterios para la defensa de la petición descansa en gran medida en las conclusiones de los congresos promovidos por la Universidad de Jaén, que corrigen con argumentos de peso, opiniones de ICOMOS sobre algo tan importante y decisivo como que nuestra Catedral sirvió de modelo para la construcción de otras catedrales de España y América. Ahora hay que saludar con satisfacción que de una vez por todas se haya intervenido en el entorno, y a continuación, cuando sea el momento propicio, no se debiera perder tiempo en plantear la solicitud, que, eso sí, debe estar concienzudamente elaborada.  

Nosotros tenemos la convicción de que reúne méritos más que sobrados para la declaración, pero hay que saber utilizar convenientemente los argumentos para responder a cada una de las objeciones que puedan poner los evaluadores. Y es de esperar que no tengamos la desgracia de que nos toque en su momento un tipo tan insensible como el representante que nos envió la Unesco, el arquitecto francés Pierre-Yves Caillault, que hizo un informe impreciso, de esto hace ya diez años, no escuchó a ninguno de los interlocutores que se pusieron a su disposición mientras estuvo en Jaén, y al final dio la sensación de que había estado en cualquier otro sitio menos en la Catedral de la Asunción y en la capital del Santo Reino.  

Qué importante es para una ciudad y para su gente tomar conciencia de lo que se tiene,  tendríamos que dar valor a las muchísimas cosas que nos dan mérito y que se merecen nuestra atención. Entre todas ellas no cabe duda de que la Catedral es el monumento que reúne mayor grado de consenso. Los entendidos en arte, pero también las gentes sencillas que acuden a visitar al Santo Rostro o tantas veces lo hicieron a otro huésped de predilección, El Abuelo, o quienes buscan sus archivos o los motivos arquitectónicos tan señalados, todos, cada uno en su idioma, saben de manera fehaciente o al menos lo intuyen, que la Catedral de Jaén es, con diferencia, el más sagrado valor de la identidad y la personalidad de un gran pueblo, Jaén. Todos sentimos un gran orgullo de nuestra catedral, de eso estoy seguro. Y el día que podamos celebrarlo será un día grande para la memoria histórica y la autoestima de esta ciudad.

Hay un cierto cambio de actitud, se empiezan a valorar más las cosas, aunque no es para echar las campanas al vuelo. Un indiscutible empuje cultural motivado por el crecimiento de expectativas está ayudando a crear un estado de mayor armonía en un territorio mucho tiempo virgen y que ahora empieza a estar en el escaparate y no en la trastienda como en su día la situó, en una acertada interpretación, el gran escritor ubetense Juan Pasquau Guerrero, al considerar de la capital y de la provincia un valor por encima de su precio. Podemos y debemos presumir.

El peligro del viejo Jaén lo hemos visto agravarse con derrumbamientos de los que parece que nos hemos olvidado. Claro que también hay ejemplos restauradores con los que quedarse, el Castillo de Santa Catalina, el viejo hospital de San Juan de Dios, la iglesia de La Magdalena, el Archivo Histórico, el Palacio del Conde de Villardompardo, la recuperación de los Baños Árabes, el palacio de la Diputación, el antiguo Hospital de San Juan de Dios, el Palacio de Cultura de la calle Maestra, los Baños del Naranjo…esto sin olvidar los numerosos edificios religiosos y civiles que abundan o lugares tan espléndidos como el Arco de San Lorenzo o el recuperado Refugio Antiaéreo, a lo que últimamente se han sumado los hallazgos en la antigua iglesia de San Miguel, y queda pendiente Santo Domingo, con promesas incumplidas, y Marroquíes Bajos, que desde hace casi un cuarto de siglo nos prometieron que se iba a convertir en un hermoso Parque Arqueológico, otro incumplimiento. Nos lo promocionaron hace unos años, en 2017, a propósito de un reportaje en National Geographic de James Cameron, bajo el título de “El resurgir de la Atlántida”, en donde más allá del mito, se describía a la macroaldea jienense como la ciudad más antigua hallada en Europa, pero ahí sigue, claro, no da votos ni hay muchos colectivos que empujen. Pero sí, sin dudarlo el mejor capital de Jaén es su patrimonio monumental y cultural. Y eso que en Jaén no sabemos lo que tenemos, es una permanente caja de sorpresas la historia que está enterrada en el subsuelo.

Foto: La Plaza de Santa María, con nuestra hermosa Catedral.

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