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Un político conocido con el que se puede hablar, hay otros que ni eso, me acaba de preguntar que cómo veo a Jaén en el momento actual, con la cantidad de problemas que acechan y ante el debate del estado de la ciudad que mañana se celebra en el Ayuntamiento. Lo va a ser en un punto del orden del día, lejos por tanto de la importancia y singularidad que debería darse a una de las sesiones que deberían servir de referencia, para medir el estado de la gestión y aflorar aportaciones de los diferentes grupos. Pero digamos toda la verdad, las diferentes corporaciones han asumido este pleno del estado de la ciudad como un mero trámite, lo han incluido en el orden del día, en definitiva ningún Ayuntamiento ha sido sensible para darle la importancia debida a algo tan normal y tan extraordinario a la vez como es la rendición de cuentas por parte de los que gobiernan y a asumir el control que legítimamente corresponde a la oposición. Y todo ello con el deseo de construir y de avanzar. No es el caso, el debate del estado de la ciudad, repito, una vez más figura como un asunto más del pleno y este detalle antes como ahora es indicativo de cómo se pretende que discurra.

Cierto que a estas alturas no nos vamos a sorprender, lo mismo sucede cuando este tipo de debates se desarrollan en los ámbitos estatal y autonómico, o recientemente el que ha tenido lugar en la Diputación Provincial. Los gobiernos lo convierten en fuegos de artificio y en brindis al sol, sin ninguna concesión a la autocrítica, y los grupos sin responsabilidad en la gestión aprovechan, en casi lógica correspondencia, para trasladar reproches y meter en el discurso el totum revolutum de la peor catástrofe. Debería ser un repaso sosegado y realista del actual panorama de la ciudad con verdaderas intenciones de remediar lo que sea posible, de manera que este tipo de plenos no se queden únicamente en una cuestión de cara a la galería. No hay más que preguntar si tienen interés por el destino que han tenido las decenas de aportaciones que se han hecho en los últimos debates sobre el estado de la ciudad, que en la mayoría de los casos quedaron en agua de borrajas. Para eso mejor dejan de celebrar estos debates porque unos y otros les quitan su verdadero y útil sentido para la capital. Hoy volverán las propuestas, irán al mismo lugar donde se encuentran todas las anteriores, totalmente ninguneadas.

El estado de la ciudad es bastante preocupante. A la extrema situación económica, de sobra conocida, se le añaden problemas y retos que se van arrastrando: el tranvía y ver si alguna vez dejamos de ser el hazmerreír de España; el PGOU que deberá empezar a desarrollarse y ver si se cumplen tantos pronósticos triunfalistas de desarrollo como se han prometido; las ayudas del DUSI para las que se ha esperado a segunda convocatoria no sé si justificadamente, pero que son algo a lo que hay que aferrarse para que la gestión municipal no sea un fracaso estrepitoso; la declaración de la Catedral como Patrimonio de la Humanidad, que parece un asunto olvidado pero que debería ser objetivo irrenunciable para aprender del camino que felizmente emprendieron, con tan buenos resultados, en Úbeda y Baeza; por supuesto ahí están unos presupuestos que hay que confeccionar reflejando la situación real y una mínima ambición, la que permitan las cifras;  está el problema de las concesionarias, la suciedad, la situación del casco antiguo y el abandono de la mayoría de los barrios, las infraestructuras pendiente, y, sobre todo, las necesidades de la gente, lo que se puede hacer para paliar el paro en la ciudad y para atender a las familias y personas vulnerables, en la que el Ayuntamiento no puede abdicar de su responsabilidad en la parte que le corresponda, que es mucha.

No me disgusta la manera de actuar de Javier Márquez, el alcalde, y está claro que era la persona idónea en la actual situación, pero ya dije que está aprendiendo a hacer política, él no es Fernández de Moya, que tendrá lo que sea pero es un político nato, en tanto que su sucesor es un buen ciudadano que aspiró a ser concejal y a tratar de ser útil para su ciudad y ha asumido este reto porque Jaén le apasiona. Ahora bien, me imagino la presión a la que debe estar sometido, por una parte hacer lo que cree que es su obligación y por otra procurar no cruzarle la cara a quien le encomendó la nueva responsabilidad. Javier Márquez ha planteado otros modos en la dinámica municipal y los plenos ya son otra historia, aunque si se quiere que definitivamente se acabe el teatrillo al que están obligados los concejales por cuestiones de marketing e imagen, bastaría con decidir que los plenos no sean televisados, y bajaría a más de la mitad el nivel de confrontación y discusión. De hecho, según me cuentan, las comisiones informativas en su inmensa mayoría, se desarrollan con normalidad y suele haber más coincidencias que discrepancias.

De todas maneras, dicho lo anterior, como ciudadano me preocupa el estado de parálisis en que se encuentran la mayoría de las asignaturas municipales. Todo el mundo, empezando por el propio alcalde, repiten casi a diario lo terrible que es el panorama y la necesidad de implementar medidas serias, en casi todos los plenos hay debates de números en los que con tanta frecuencia los grupos que han gobernado se echan en cara el “y tú más”, pero recuerdo en su día el entonces alcalde, a la vista de su mayoría minoritaria, se comprometió a buscar el diálogo para sacar temas adelante y lo que hizo en realidad fue tomar las de Villadiego y dejar a Márquez el marrón de una situación tan conflictiva y de tan complicada salida. No fue capaz de dejar controlada la situación, aunque bajo su presidencia los entonces ediles de Ciudadanos fueron más colaboradores e hicieron seguidismo, insisto en la experiencia política de Fernández de Moya.

El gran problema en este momento de Javier Márquez creo que es su soledad, no solamente no ha sido posible articular una mayoría, que ha tenido más de cerca con los actualmente concejales no inscritos, sino que incluso con la subida de los sueldos que muchos vieron como el pago por la lealtad y es evidente que se equivocaron por lo menos en la voluntad de una de las partes, no ha sabido atraerlos hacia el proyecto, no sé ahora muy bien si por incapacidad del nuevo regidor o porque las decisiones políticas del equipo de gobierno son en este momento inasumibles y es difícil cuando no imposible hacerse solidario con ellas.

Este es el escenario, que no ha habido discusión de los grupos y cuando la ha habido ha resultado infructuosa por la colisión de intereses, aunque sean conscientes de la necesidad de ponerse de acuerdo para encarar el futuro de esta ciudad, especialmente la angustia económica que es el cáncer de un Ayuntamiento que está atado de pies y manos, pero unido a ello no se atisba en el horizonte próximo un acuerdo de mínimos para establecer relaciones de gobernabilidad, por el contrario nos da la impresión de que las posibilidades van disminuyendo, es cierto que hay muchos asuntos que sacan todos los grupos adelante, pero hay otros, los decisivos, los que tienen que ver con el desarrollo y el progreso de la capital, dentro de las limitaciones de un Consistorio endeudado en su grado máximo, que llevan todos un mal camino. De hecho se lleva al pleno de mañana, como en casi todos los plenos desde hace algún tiempo, una nueva operación de crédito esta vez por un importe de 14,5 millones de euros, para que el Ayuntamiento pueda funcionar de aquí a final de año, pero lo cierto es que el PP pone a los demás grupos contra la espada y la pared porque les plantea el chantaje permanente del peligro de que los 1.400 empleados del Ayuntamiento no cobren sus nóminas, y esta situación se prolonga en el tiempo sin que se le vea solución, por el contrario el Consistorio se sigue endeudando hasta el límite, y además de esos 600 0 700 millones que debe, tiene comprometidos sus ingresos del próximo ejercicio, es decir un panorama indeseable y que va de mal en peor. No sé cómo se va a justificar mañana el alcalde y el concejal de Hacienda ante unos datos tan elocuentes por su enorme gravedad.

Es una pena lo que ocurre, porque por encima de todo creo que la actual es una buena Corporación, de personas en general sensatas y con ganas de colaborar y de construir, pero es fundamental por el propio beneficio de una ciudad en situación tan delicada, por un lado renunciar al sectarismo, es decir hay que dejarse en la puerta los carnés de los partidos y entrar con el carné de vecinos de Jaén, y por otro lado es necesario y urgente tener la capacidad y el liderazgo necesarios para tender puentes y eliminar barreras que a veces los políticos construyen para preservarse ellos, cuando la que tiene que hacerlo es la ciudad, es decir, el interés general.

Una de dos, o Javier Márquez, con todo lo que ha superado, sabiendo que cuenta con cierta simpatía en la calle, asume su papel y desarrolla a fondo sus competencias para cambiar el sentido de la ciudad y se abre al diálogo con los grupos hasta la extenuación, o en poco tiempo los problemas, tantos como hay en lista de espera, le explotarán en las manos y a lo mejor entonces ya el panorama puede ser irremediable. En definitiva creo que Jaén tiene un desafío de urgencia y que no pueden seguir pasando los días como si no pasara nada y estuviéramos en la época de la calma chicha. Por eso digo, el alcalde, bien, siempre y cuando asuma estos deberes y esté abierto a compartir la carga, porque se sentirá también más aliviado en la dificultad. La ciudad, mal, muy mal, hasta que supere una pereza que le está lastrando por horas. Por lo que se refiere al debate de mañana, mi pronóstico es el siguiente: más de lo mismo. Pese a todo lo peor que le puede pasar a los responsables públicos, como hemos percibido en los últimos meses, es caer en el desánimo, todos los problemas, por graves que sean, y los de Jaén lo son, tienen soluciones desde el entusiasmo y la unidad de acción. No hay por desgracia varitas mágicas, es cuestión de voluntad y de trabajo. Nada más y nada menos.

 

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