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Por ANTONIO GARRIDO / La batalla permanente entre la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Jaén viene de lejos, se ha hecho especialmente visible este choque de trenes institucional cuando el gobierno local era del Partido Popular, porque como bien sabemos nunca hubo alternancia en la administración autonómica hasta fecha reciente. En tiempos de la alcaldesa Carmen Peñalver las relaciones mejoraron, al menos en lo que era perceptible, y fue cuando nos construyeron el polémico tranvía, en una obra especialmente rápida gracias a los buenos oficios de Rafael Valdivielso, pero los vagones siguen encerrados en cocheras desde hace once largos años. Pero recuerdo aún que siendo regidor José María de la Torre hubo tensiones, no sentó bien, entre otras muchas cosas del mandato, el trato a Jaén en los fastos del 92, pero no se montaron grandes escándalos ni airadas protestas como las que protagonizó el entonces alcalde de Linares, Juan Fernández, aquí hubo voto de obediencia, si bien la procesión iba por dentro.

Los alcaldes del PP podrían contarlo porque forma parte de la intrahistoria de la vida de nuestra ciudad, siempre tan sufrida con la causa política, especialmente saben de ello el recordado Alfonso Sánchez Herrera o su sucesor Miguel Sánchez de Alcázar, que fueron inquilinos del palacio municipal de la Plaza de Santa María y que se relacionaron con Gaspar Zarrías, durante un largo periodo el todopoderoso dirigente a quien se había confiado el territorio. Tiempos de algunas conquistas, pero a la vista del balance que aún presenta Jaén, permanentes brindis al sol, mucho aparato propagandístico y realidades no demasiadas y no las que demandaba la ciudad.

De todas maneras, aunque el desencuentro viene muy de atrás, y se reduce a que la Junta nunca hizo sus deberes como Dios manda respecto a la ciudad de Jaén, vamos a circunscribirlo aquí para acotar en lo posible el debate, tomó verdadera carta de naturaleza con la llegada a la Alcaldía de José Enrique Fernández de Moya y aquí ya se juntaron el hambre con las ganas de comer. Fueron años de dureza dialéctica y de confrontación política sin freno, porque el alcalde, a la sazón presidente provincial del PP provincial, metió al partido en el Ayuntamiento y se parapetó en la instancia local para hacerle la guerra a la Junta, tanto a los que mandaban en Sevilla como a los responsables en Jaén. Los mensajes del alcalde estaban marcados por la razón, en muchos casos, pero el discurso era incendiario, y prácticamente se rompió el diálogo. El Ayuntamiento exigía y la Junta, siempre rácana con Jaén, no reaccionaba con respuestas contundentes. Fueron unos años de angustia permanente, Fernández de Moya dando bofetadas continuas al gobierno andaluz en la cara de los concejales del grupo socialista en el Ayuntamiento, y así de manera permanente hasta que abandonó la nave. Creo que lo celebraron en el PSOE porque era un gran alivio desprenderse de esta presión, aunque el protagonista, en su etapa de exsecretario de Estado, seguiría atacando a su estilo, forma y manera.

Llegó la etapa de Javier Márquez, donde se estrenaba una nueva manera de encauzar las relaciones, moderación, diálogo, el alcalde podía sentarse en una mesa con los dirigentes del PSOE, complicado en la situación anterior, pero Márquez se hartó de las buenas maneras, porque tampoco con ellas se lograban resultados eficaces para la ciudad. Al final en el último tramo del mandato municipal y la presidencia de la Junta en manos de Susana Díaz, fue un sonoro fiasco para Jaén y son de sobra conocidos los asuntos pendientes porque la administración andaluza no daba pasos al frente. Y eso que la presidenta acudió al Ayuntamiento y parecía que el panorama iba a cambiar por la buena sintonía que surgió, incluso a nivel personal, con el regidor Márquez. De hecho, en los últimos años no se avanzó más que en el Centro de Salud de Expansión Norte, con un atronador retraso, y el Museo Íbero, aún desnudo a día de hoy, que lograron inaugurar hace ¡¡¡cinco años!!! para dar una mínima satisfacción a Jaén, y que todos sabemos que fue la alegría compensatoria tras veinte años largos de espera. Nos vendieron que la crisis fue la causa del frenazo, pero es un argumento peregrino cuando hemos visto que se actuaba en otras capitales, sin ir más lejos en el mismo terreno cultural de los museos.

Y luego estaba el tranvía, que no solo fue un gasto de 120 millones de euros, esperemos que algún día los jienenses podamos convencernos de que se ha tratado de una inversión rentable en función de los resultados, en el que el acuerdo ha costado sangre, sudor y lágrimas, y al final se truncaron las expectativas porque los políticos de uno y otro lado lo metieron en campañas y a día de hoy sigue esperando, aunque la consejera Marifrán Carazo, seguro que obligada por la presión popular y política acaba de decir que todo está listo en Fomento para licitar los contratos y la puesta en servicio del tranvía. Tranquilidad, que esos trámites tardarán meses, como mínimo, de hecho los responsables de la Junta lo que han venido defendiendo últimamente es que el sistema tranviario se encuentra en la agenda “de esta legislatura”, igual puede ser al final, en tanto que otros tranvías se han colado entre las preferencias. Confío en el brío político del delegado Miguel Contreras, es ahora o nunca. Hay que pensar que el momento en que los jienenses se puedan subir al tranvía queda aún lejos, y parece que hasta tampoco va a ser inmediato que el Museo Íbero funcione a pleno rendimiento, no ha debido haber tiempo en casi 25 años para realizar el proyecto museográfico que es ahora el objetivo final.

En resumidas cuentas, el Ayuntamiento que si la Junta y la Junta que si el Ayuntamiento, el uno por la otra qué pena lo poco que ha avanzado esta ciudad en los proyectos que dependían de las consejerías del gobierno andaluz, porque los presupuestos anuales, que con Susana Díaz dejaron de provincializarse y antes habían sido raquíticos, llegaron sin voluntad política. No voy a exculpar al Ayuntamiento en la parte de responsabilidad que le corresponda en este desastre de relación a dos, pues a ambos le vino bien esta distracción que tantas veces toma cartas de naturaleza como tapadera de inacción, sin más, pero como periodista que he seguido la actualidad durante todos estos años y como jienense que quiere y le duele su tierra, me parece sencillamente que no pasa con nota el examen de la última etapa de la nueva Junta, ya con el gobierno del cambio, porque será verdad que se han dedicado a preparar el terreno, nos han acostumbrado a muchas palabras y menos hechos. Juanma Moreno y Juan Marín prometieron tanto y con tanta euforia que era bastante improbable que tuvieran capacidad de respuesta, a las pruebas me remito.

Ya con Julio Millán en el sillón de la Alcaldía hay que reconocer que él desde el primer momento quiso jugar un rol institucional, de hecho ha acudido a la mayor parte de las visitas del presidente y algunos de sus consejeros, igual que les ha abierto las puertas del Ayuntamiento y no se ha prodigado en declaraciones para abonar el conflicto. Tanto él como el presidente Juanma Moreno, en términos generales han guardado las formas. Cada vez que se han reunido en estos casi cuatro años siempre ha salido por parte de la Junta el mismo discurso, que en Jaén lo prioritario era el tranvía, pero la realidad lo desmiente rotundamente. De todas maneras los dos políticos han hablado y con buen talante en ambas direcciones. Pero toda la periferia política no ha seguido en la misma sintonía. Las vicisitudes del tranvía son para escribir un libro de desencuentros y de falta de voluntad, que ahora trata de acelerar la consejera de Fomento, de la que tampoco se puede decir que se le haya ido la cabeza por Jaén, más bien es sonora su capacidad para ir aplazando compromisos, porque el convenio, después de tantos dimes y diretes, se firmó hace más de un año, y seguimos a dos velas, y con un sistema tranviario que, por el paso del tiempo, se cae a pedazos.

Es más, cuando hace tiempo el alcalde envió una carta al presidente demandando determinación con respecto al tranvía, lo único que se le ocurrió pedir a la señora Carazo es que no se utilizara políticamente el tranvía, como si ella hubiera sido elegida por el tercio familiar, cuando el regidor estaba obligado a mostrar su interés, para eso se le paga. Como el dinero público no es de nadie (Carmen Calvo dixit), ahora hay que gastar una millonada en ponerlo de nuevo en modo servicio. Podemos seguir con los desencuentros respecto a los terrenos de la Ciudad Sanitaria, el borrón y cuenta nueva de la Ciudad de la Justicia, etc. etc. No faltan buenas palabras de algunos de los interlocutores. Por ejemplo, el delegado del Gobierno, Jesús Estrella, un hombre prudente, ha hecho una llamada a “sumar voluntades·, en tanto que la segunda teniente de alcalde del Ayuntamiento, África Colomo, igualmente en tono moderado y que está por la labor, llama la atención sobre los perjuicios que ocasiona el bloqueo de proyectos “porque Jaén tiene muchas necesidades y los tiempos electorales no pueden condicionar su desarrollo”. Celebro la mesura de Jesús Estrella como el enfoque tan racional de la señora Colomo. Aquí se trata de sumar y de multiplicar, nunca de restar y dividir.

Pero los partidos y sus instituciones deben llamar la atención a delegados, concejales, parlamentarios, cargos orgánicos, porque continuamente surgen espontáneos, cuando no francotiradores, que con el pretexto de que son más de Jaén que nadie dificultan el diálogo y la fluidez en la relación institucional para dar salida a los proyectos pendientes, algunos a expensas de simples trámites burocráticos, que exigen menos dilación, más celeridad. Las dos administraciones, Junta y Ayuntamiento, o al revés, están condenadas a entenderse, si es verdad que desean lo mejor para Jaén y no pretenden entrometer los intereses de partido o cálculos electorales, deben de ponerse a trabajar con lealtad porque no sé si son conscientes de que llevamos un retraso enorme con respecto a otras capitales que no han descuidado sus verdaderos objetivos, y nunca les perdonaríamos, de hecho es difícil olvidar, que Jaén no avance porque falta voluntad y donde se debía imponer el bien común lo que manda es la tan dañina politiquería. O cambiamos el chip o estamos condenando a Jaén a seguir estancada. Eso sí, mientras todos le ofrecen grandilocuentes declaraciones de amor, incompatible con la pura realidad, se agrava el lastre que viene relegando el progreso de Jaén.

Foto: Uno de los encuentros entre el presidente de la Junta, Juanma Moreno, y el alcalde de Jaén, Julio Millán.

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