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No sé a estas alturas si los que defendemos que las lumbres se celebren en la noche de San Antón (el 16 de enero, porque la fiesta es el 17) nos estamos quedando en minoría, ni me importa mucho ese detalle. Y no lo sé en función de que seguramente hacen más ruido los partidarios del traslado al sábado inmediato, entre los que por lo que he visto, en algunos casos con cierta sensación de perplejidad, porque entiendo que deberían mantenerse al margen hasta que llegue el momento de las decisiones, hay concejales del equipo de gobierno, pero tampoco voy a extrañarme demasiado.

 

Desde luego sí hay algo en lo que quiero afirmarme y es en la superficialidad de los argumentos que se están esgrimiendo para pronunciarse por la alternativa de trasladar todos los acontecimientos, las lumbres y la Carrera Internacional, a una sola noche en el fin de semana, esgrimiendo como principal razón que el pasado año, y por circunstancias muy especiales, entre ellas las meteorológicas, se produjera una respuesta que no niego que fue espectacular. Así fue, pero también creo que los árboles no nos deben impedir ver el bosque, es decir, abordar esta cuestión con un poco más de perspectiva.

 

Lo que yo he venido defendiendo, y me consta que está en la mente de otros muchos jienenses, porque en absoluto estoy solo en esta postura, es la de que aprovechemos lo bueno de la tradición, la mantengamos como hasta ahora, y pongamos a trabajar la imaginación para que el beneficio del que se tanta se habla para la economía y los intereses de la ciudad, no se queden en una noche, sino que puedan repartirse si es posible en toda una semana. ¿No será mejor para la ciudad hacer una apuesta más comprometida? Pero me alegra que haya este debate, exponer los puntos de vista, con las coincidencias y las discrepancias, es saludable para todo, incluso para que reflexionemos como comunidad, cosa que debiéramos hacer serenamente, lo que mejor conviene a esta ciudad.

 

De todas maneras quiero dejar bien sentado que mi apoyo a que Jaén mantenga sus tradiciones, se basa en los siguientes aspectos:

 

-Voy por libre, no represento a nadie, en todos los sitios en los que he estado siempre he procurado fomentar el respeto a las tradiciones, fundamentalmente porque es la herencia de nuestros antepasados y porque es nuestra memoria. Si no seguimos la senda en la que estábamos, nos pareceremos a otras comunidades, dejaremos de ser nosotros. Cierto que la tradición no tiene necesariamente que atentar contra lo novedoso, por eso veo que se pueden unir estas dos fuerzas.

 

-Evidentemente no me mueven intereses económicos, es decir, no soy dueño de una terraza, ni un bar, para poder hablar en nombre de mis intereses, legítimos pero intereses, y por cierto, aunque sean una excepción, bien merecería la pena luchar contra desmanes que se están produciendo en aras del mercantilismo. Soy el primero en sumarme al logro de hacer de Jaén una ciudad moderna, pero no a cualquier precio, no por ejemplo para atentar contra ese monumento que tenemos en la Plaza de Santa María y es un ejemplo entre otros muchos.

 

-No me mueven intereses vecinales, no voy a favor ni en contra de nadie, porque esta ciudad últimamente y con respecto a esta cuestión en concreto, vive un panorama muy cainita, y desde luego no me voy a colocar al lado del poder municipal, al que respeto, porque es esa instancia la que debe estar obligada a buscar salidas cuando hay este tipo de desencuentros en lugar de enrocarse y buscarse aliados para sumar por la causa.

 

-No estoy anclado en la tradición de manera inmovilista, lo vuelvo a subrayar para que quede claro ante el aluvión de salvadores que han surgido por todas las esquinas. Es verdad, reitero, que todos los puntos de vista, si se expresan con honestidad y no responden exclusivamente, como creo que alguna vez ocurre, a correas de transmisión, que en este caso están de más, me parecen oportunos y necesarios, y yo puedo estar equivocado, aunque no he leído por el momento razones que me lleven a ese convencimiento. Si hubiera tenido noticia de propuestas de otra naturaleza, las habría valorado, pero por ahora no es así.

 

Dicho esto no voy a ocultar que en torno a las tradiciones la sociedad está dividida, hay quienes las adoran y también existen muchos detractores, quienes se manifiestan críticos con ellas por entender que son un freno a cualquier expectativa. Incluso hay cantidad de autores célebres que tampoco se ponen de acuerdo con este dilema, por tanto no vamos a ser muy originales en Jaén.

 

El filósofo austríaco Karl Popper, al que admiro, porque tiene trabajos encomiables, dejó escrito al respecto que “hay que estar contra lo ya pensado, contra la tradición, de la que no se puede prescindir, pero en la que se no se puede confiar”. Hay citas conocidas mucho más duras y contundentes, pero como para muestra bien vale un botón, dejaré solo otra más, en este caso del célebre empresario norteamericano Henry Ford: “La historia es, más o menos, una simpleza. Es tradición. No queremos tradición. Queremos vivir en el presente y la única historia que tiene algún valor es la que nosotros hacemos”.

 

En sentido contrario hay una aplastante oleada de declaraciones que están por favorecer el respeto escrupuloso a las tradiciones, si bien nadie es tan extremista que no sea capaz de abrir una rendija o una puerta a cualquier nuevo espacio que sirva para enriquecerla. Algunos ejemplos ilustrativos: “Conservemos nuestras tradiciones para no perder la identidad” (Olga Escolar); “Un pueblo sin traición es un pueblo sin porvenir” (Alberto Lleras Camargo); “Para crear debes estar consciente de las tradiciones, pero para mantener las tradiciones debes de crear algo nuevo” (Carlos Fuentes), o ésta de Eugenio D´ors: “Sólo hay originalidad verdadera cuando se está dentro de una tradición. Todo lo que no es tradición es plagio”.

 

Estoy, por todo lo señalado hasta el momento, muy de acuerdo con el escritor Carlos Fuentes, cuando afirma que “para mantener las tradiciones debes crear algo nuevo”, en efecto ese es el criterio al que me apunto sin ninguna reserva y que veo que no parece tener posibilidades de éxito. Pienso honradamente que la tradición es esa gran legado que en lo posible tenemos la obligación de preservar, sin renunciar a cualquier impulso de modernidad o de cambio. Como dice el filósofo Nicolai Hartmann “nadie empieza con sus propias ideas”, y bien cierto que es.

 

En el caso que nos ocupa, al menos las lumbres son un hecho muy antiguo, se trata de un bien cultural más de la ciudad que se ha transmitido de generación en generación que supongo que algún peso debe tener. Sé que está muy relacionado con la fe y los sentimientos, y en muchos casos esto no se lleva, en este sentido parece que pueda ser nadar contra corriente. Pero me agrada hacerlo, aunque pierda esta batalla, soy un firme defensor de las tradiciones y no voy a pedir perdón por ello, pero asimismo lo soy, como el primero, de hacerlas compatible con las ideas de progreso, lo que pasa es que por desgracia, al menos yo no las veo por ninguna parte.

 

 

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