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Hace unos días, no sin sorpresa, me desayuné con la lectura en el Diario Jaén, de una especie de carta abierta del portavoz socialista en el Ayuntamiento de Jaén, Manuel Fernández Palomino, dedicada, no puedo decir con todo cariño, a la primera autoridad local, el alcalde Javier Márquez. La misiva de Fernández Palomino era ciertamente dura, una declaración de intenciones en toda regla en la veda abierta pasado el ecuador del mandato municipal, y en donde parece que ya todo vale en la carrera contra reloj para ver quién sale mejor situado para llegar a la meta de la Alcaldía en 2019. Se trataba de una carta directa, en la que, tras acusarle de entrar por la puerta de atrás y por las cañerías, pretendía corregir una declaración del alcalde acusando al portavoz socialista de haber huido en el momento en que pudo ensayar con el resto de las fuerzas políticas de la oposición la posibilidad de acceder a la Alcaldía. “La diferencia entre usted y yo, señor Márquez, es que yo asumo mi parte de responsabilidad en la situación municipal y me ofrezco a trabajar para solucionarla” y le lanza una retahíla de reproches para terminar con un toque literario, las enseñanzas que a su juicio encierra para el propio alcalde el cuento infantil “El traje nuevo del emperador”, también conocido como “El rey desnudo”, de Hans Christian Andersen, y terminaba el político socialista con este pesimista diagnóstico: “Que usted se tenga  por buen y virtuoso alcalde y le hagan ver que así es no significa que así sea. Le vuelvo a repetir: Dicen que una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa. Pregúntese quién miente para ocultar la realidad de su incompetencia como alcalde”. Y eso que es el resumen de su epístola, el contenido total es todavía más explícito.

A las pocas fechas le contestaba, en el mismo medio, a página completa, el propio alcalde, que tan poco se fue por la tangente, de hecho lo primero que hacía era acusar a Fernández Palomino de no haber sido el verdadero autor de la carta y de haberse escondido “debajo del pupitre” el día que pudo liderar a los 15 concejales de la oposición y construir una alternativa de gobierno. Le dice, además, que “su pobreza de horizonte no le permite superar su sectarismo”, para seguir: “Y eso es lo que parece que le preocupa a usted, que está más ocupado de continuar siendo una ‘persona importante’ como vicepresidente de la Diputación Provincial, en lugar de ser una ‘persona útil’ para la ciudad como concejal”. Sigue escribiendo el alcalde: “Yo que lo conozco, sé que en las distancias cortas, es usted mucho más educado y correcto que la zafiedad y la grosería en la que incurre en esta carta”. Para finalizar, aparece el erudito contando la anécdota ocurrida cuando en el Parlamento inglés, durante uno de los discursos de Churchill, una diputada de la oposición pidió la palabra y dijo: -Señor ministro, si vuestra excelencia fuese mi marido yo pondría veneno en su taza de té. Y Churchill, con mucha calma, se quitó las lentes, y en medio de un gran silencio exclamó: -Y si yo fuera su marido, me lo bebería.

No sé cómo son de verdad las relaciones personales entre estos dos políticos locales, Javier Márquez y Fernández Palomino, en el día a día, en lo que no trasciende públicamente, pero en la proyección externa el deterioro se detecta como progresivo. Es por lo que, haciendo un guiño literario, ya que se han consumado como escritores al utilizar un medio de comunicación para exteriorizar su enfrentamiento, me he acordado del antagonismo de dos figuras tan grandes como lo fueron Luis de Góngora y Francisco de Quevedo, que se hicieron célebres, aparte de por la calidad de sus obras, por esta enorme rivalidad y hostilidad, que no sé si en su tiempo podía obedecer también, aunque oficialmente no se hubiera inventado, a un buen marketing.

En definitiva Fernández Palomino lanzó su dardo y el alcalde le contestó también sin compasión, aunque Márquez deja la puerta abierta al entendimiento. El propio alcalde cree que Fernández Palomino sobreactúa, es decir, no es él quien habla, sino en todo caso, su indignación. Solo que el político socialista tiene una tribuna, el pleno del Ayuntamiento y las comisiones, para expresarse con total libertad. Uno cree conocer bien a los dos protagonistas de esta historia y ambos son personas dialogantes, correctas, de hecho no me parecen tan distintos en su carácter y afabilidad personal, por eso es tan extraño que se enzarcen en una campaña agresiva, salvo que Fernández Palomino, que ha sido el iniciador, trate de buscar algún rédito político de esta batalla, esto sinceramente lo ignoro. Pero a estos dos políticos a los que creo conocer bien, donde los veo mejor es trabajando por la ciudad, cada uno en el puesto que le ha otorgado la ciudadanía. Hace pocas fechas varias administraciones nos han dado un ejemplo singular y desde luego muy excepcional, al sentarse y llegar a un acuerdo en una cuestión importante. No debería ser tan complicado que para solucionar los problemas de la ciudad, gobierno y oposición, y el PSOE es el mayor grupo de la segunda, pudieran sentarse a hablar y avanzar, contando por supuesto con que haya coincidencias y discrepancias como es normal en la acción política, pero ya sabemos y vemos que en los plenos hay demasiados brindis al sol y a veces se vota de forma contraria a lo que sería deseable solo por trasladar una imagen a la ciudadanía, a la militancia y a los electores, en lugar de jugársela por el bien de la ciudad. Otras veces he dicho, y reitero, que si los plenos no fueran televisados y no asistieran los periodistas, el panorama sería distinto, pero mejor que sigan como están, es bueno que en todo momento funcione la luz y los taquígrafos.

Pese a todo está bien, de vez en cuando, hacer alguna concesión a lo extraordinario y en ese ámbito quizá puedan situarse estas dos cartas que nos han recordado a ejemplos como los de los dos grandes autores del Siglo de Oro. Los siglos XVI y XVII fueron para España dos centurias irrepetibles. Una época –a diferencia de la actual- en la que todos sabían cuál era su sitio; como dijo cierta reina: “los capitanes en los cuarteles, los prelados en sus iglesias y los asesinos en la horca”. No trato de que los dos políticos a los que me refiero continúen secundando la trayectoria y el ejemplo de los dos poetas inmortales, pero sí les podría invitar a que se coloque cada uno en el sitio que legítimamente le corresponde y nos den muchas satisfacciones poniéndose en todo momento del lado de Jaén, que es por otra parte lo que suelen hacer, siempre que les dejan, claro, o que no se calientan y se salen por los Cerros de Úbeda. 

ADEMÁS…

SANTA ÚRSULA.-Me siento totalmente identificado con quienes piensan, como el grupo Jaén en Común (JeC), que el convento de Santa Úrsula debería ser adquirido por alguna administración pública para incorporarlo a la vida diaria del casco antiguo, donde ha servido durante muchos años el antiguo convento célebre desde el punto de vista patrimonial por su excepcional edificio, y desde luego, en un plano más doméstico, por sus excelentes yemas de Santa Úrsula que hemos disfrutado tanto los jienenses.

HOMENAJE A VICENTE OYA.-Me alegra muchísimo que la sensibilidad de la Diputación, aunando otros esfuerzos, haga posible un homenaje de reconocimiento hacia el que fuera cronista oficial de la provincia, el admirado Vicente Oya Rodríguez, a casi un mes de su muerte inesperada. Merece el gran periodista y escritor la programación que se está preparando por la Corporación Provincial y otros organismos de los que el entrañable Vicente formó parte, para dedicarle el homenaje póstumo que ha merecido su persona y su obra.

UN POCO DE ESTÉTITA, POR FAVOR.-Por último me quedo totalmente asombrado de la noticia que he leído hoy en el diario Viva Jaén de las nuevas contrataciones para la Alcaldía del Ayuntamiento de Jaén. No me entra en la cabeza que en la situación actual del Consistorio no se crea en la necesidad de transmitir socialmente gestos de que no es posible encarecer ni en un euro más la situación municipal. Esa política de lo mismo da ocho que ochenta es todo menos responsable. Si las formas dicen mucho el fondo es aún menos digerible. Un puesto de trabajo a cambio de una lealtad política. Otro puesto de trabajo para mantener una estrategia en las redes sociales, que no dudo es algo importante, pero con independencia de la persona en la que se ha pensado, que es una crack, válida como ella sola, pienso en este momento en la cantidad de miembros de la plantilla de la municipalizada Onda Jaén que podrían y acaso deberían poder encargarse de esta tarea. Hay demasiados empleados municipales en la plantilla del Ayuntamiento como para permitirse estas licencias de tan dudosa legitimidad, sobre todo en este momento histórico en el que el Ayuntamiento está arruinado mientras, por ciertas veleidades, trata de comportarse como si le sobraran los recursos dando a entender que hay dinero para lo que se quiere, por ejemplo para comprar la fidelidad para dos años y para que, me supongo, el concejal de Personal y Comunicación, Miguel Contreras, se salga con la suya y el Ayuntamiento se posicione mejor en las redes sociales. Un poco de estética, por favor.

Foto: Javier Márquez y Manuel Fernández Palomino.

 

 

 

 

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