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Pésima gestión por parte del Ayuntamiento sobre el botellón de la tarde y noche del sábado en los terrenos colindantes a la Institución Ferial, en los campos de olivos privados cercanos al recinto donde con toda normalidad se celebraba la Fiesta de los Colores. Prohibido prohibir, como el slogan de mayo del 68. No quieres botellón por las buenas, pues por las malas. En su día nos pareció acertada la decisión municipal, sobre todo por una razón, no es lícito que una institución pública facilite que miles de jóvenes hagan una fiesta en torno al alcohol, en especial cuando entre tanto gentío hay una gran cantidad de menores de edad, chicas y chicos.

Ni cortos perezosos, una ingente cantidad de jóvenes, aprovechando la tarde festiva en la Institución Ferial “tomaron” los alrededores, actuaron de okupas sin más, e hicieron un botellón antológico como lo prueban las imágenes que ayer mismo subimos a la red porque eran más elocuentes que cualquier comentario. Llama poderosamente la atención que las mismas autoridades municipales que decidieron suspender un evento que ha venido siendo tradicional en los últimos años, no ordenaran un control de la actuación juvenil, sobre todo cuando la marabunta desfiló por las puertas de la Policía Local y daban bastantes pistas de lo que iba a suceder.

Personas que pasaron o se encontraban en el entorno han señalado que en las proximidades había efectivos de la Policía Local, que no llegaron a actuar en ningún momento, ni siquiera cuando violentaron una propiedad privada, que ha salido seriamente dañada. Ha pasado poco tiempo para repetir la lamentable experiencia de la Nochevieja en la Plaza de San Ildefonso, donde se nos engañó con la versión, un tanto absurda, de que los agentes no habían intervenido para evitar males mayores. Es de suponer que ahora habrá ocurrido lo mismo. Esta sensación de miedo escénico es difícil de aceptar en unas fuerzas de seguridad. Apañados vamos.

Para lo que ha ocurrido mejor que se hubiera mantenido la autorización, porque ahora la afectada es una propiedad privada, y los daños, ¿quién se los paga? No podemos entender que la Policía Local esté solo para ir delante o detrás de las procesiones, para vigilar y multar a los conductores en las vías del tranvía y para ordenar el tráfico a la salida y entrada de los colegios. Que está bien, claro, pero cuando existen situaciones de dificultad queremos que nuestra Policía actúe con solvencia para que se respeten todos los derechos, y desde luego no fue el caso. Y no voy a entrar ahora, aunque me gustaría, en la cantidad de comas etílicos y otras historias que se produjeron aquella noche, pero no insistiré porque por aquí es bastante habitual que se apele a la normalidad y a la ausencia de incidencias, y ni Policía, ni padres, ni nadie, parecen aceptar la realidad de que cada cita de estas características nos debiera producir vergüenza social porque estamos atentando contra algo tan importante como la salud de cientos de menores, sin que parezca que nos preocupe lo más mínimo, por eso cerramos los ojos a la realidad. Ojos que no ven…

El Ayuntamiento trataba de quitarse un problema de encima y lo que ha conseguido finalmente es convertirse en cómplice, por inacción, por dejación, por irresponsabilidad, de un botellón que ha vuelto a causar estragos de todo tipo y que tampoco ha sabido administrar como es su competencia hacerlo. Y conste que no me refiero en ningún momento a los agentes que estaban de servicio, sino a los que dan las órdenes, tengan uniforme o sean responsables públicos. En fin, un motivo para sentir algo de bochorno.

Foto: Estado en que quedó el olivar donde cientos de jóvenes protagonizaron el sábado en la tarde-noche su botellón, contra todo pronóstico.

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