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Antonio Garrido

Como muchos sin duda conocen, desde hace algún tiempo decidí que la frase que podía resumir mi profunda vocación de jienense era la de «En Jaén donde resisto», que dio título a mi libro y que también ahora da nombre a mi blog. Algunas personas parecen quedarse únicamente con el titular y creen advertir en él una prevención sobre la ciudad, una censura sin concesiones.

Nada más lejos de la realidad. No quiere más a Jaén quien le alaba más, a Jaén hay que quererla, pero también obliga, sobre todo a quienes nos dedicamos al periodismo, a un ejercicio crítico responsable, que es modestamente lo que siempre he tratado de hacer. «En Jaén donde resisto», por lo demás, lo que hace es sustituir en el célebre dicho el «resido» por el «resisto». 

Para mayor abundamiento, reproduzco la introducción de mi libro donde lo explico con mayor detalle:

«Dice el refrán que es de bien nacidos ser agradecidos y este libro que el lector tiene entre sus manos es ante todo mi homenaje a esta ciudad que me acogió durante más de 40 años y a la que se lo debo todo. Me considero, a pesar del título escogido, un rendido y ferviente militante jienense, admirador de todas sus excelencias, aunque al tiempo, porque se trata de sentimientos compatibles, tras una larga trayectoria profesional alzando la voz para tratar de impulsar otra mentalidad menos resignada y más ambiciosa, me sienta algo decepcionado de una manera de ser que supone una rémora histórica y que va a resultar difícil superar.

En fin, acostumbrado a este estilo Jaén, lo he asumido plenamente y amo por tanto a esta ciudad con sus virtudes y sus defectos. Pero este libro no es un homenaje que a me hago a mí mismo, que a tanto no llega mi vanidad a estas alturas de mi vida, es un reconocimiento al singular idilio que yo he tenido con esta capital andaluza en la que aspiro a seguir viviendo y a estar relacionado ahora con menos intensidad, pero siempre con el mismo ardor y entusiasmo.

Al mismo tiempo con esta publicación me reconcilio igualmente con una provincia tan rica en todos los aspectos, a la que he tenido la oportunidad y la dicha de conocer en la práctica totalidad de sus municipios, de norte a sur y de este a oeste, y me siento muy orgulloso de pertenecer a este rincón tan entrañable y tan andaluz.

He tratado de ser honesto durante mi larga trayectoria profesional, también he tenido suerte y he disfrutado de la libertad necesaria para no mantener hipotecas. No le debo nada a nadie, me marcho como llegué, ligero de equipaje. En las hemerotecas y también en los archivos de la radio local está recogido todo lo que le he dado a Jaén, que es toda una vida contando cosas, latiendo al ritmo que lo hacía esta tierra. Y hago un balance satisfactorio porque Jaén ha sido mi profesión y mi pasión, pero he sabido hacer distinciones y no me ha temblado la pluma para llamar a cada cosa por su nombre, eso sí, siempre desde el respeto y nunca desde la animadversión.

En este momento en que me siento tan en deuda con mucha gente tengo la necesidad de agradecer el apoyo encontrado en las diferentes etapas de mi vida profesional, y en especial recuerdo a todos los compañeros y compañeras con los que trabajé en las redacciones y que todos y todas me enseñaron algo y contribuyeron a alimentar mi capacidad de entusiasmo por el periodismo comprometido.

Desde la Universidad hasta el movimiento vecinal, desde la defensa de las tradiciones a las deficientes infraestructuras, estoy satisfecho de haber defendido en nombre de los jienenses las señas de identidad y la mejor cara de la ambición para los intereses de esta tierra.

Charlton Heston dijo una vez que “lo que no se puede curar se debe resistir”. Es lo que modesta y honradamente he hecho durante mucho tiempo. Nunca me he cansado de Jaén, por eso he podido salir de esta ciudad en varias ocasiones y libremente he optado por quedarme, como dice el poeta Juan Gelman, creo que he aprendido a resistir, pero lo he hecho sin sufrimiento, consciente y responsablemente, desde la admiración y el amor, sintiendo como propias todas las estrofas del espléndido himno a Jaén, esta bella ciudad de luz…

Todos queremos a Jaén a nuestra manera y esta ciudad merece ya enfrentarse a un futuro mejor y esta es la pretensión principal de este libro que recopila parte de mi extensa labor periodística. Lo dejo recogido al modo de Antonio Machado, que desnudó en su poesía el alma de Jaén: “Venga Dios a los hogares,/y a las almas de esta tierra,/de olivares y olivares”/. O en su versión más desgarradora y militante, jienense de afectos: “Vivo en pecado mortal:/no te debiera querer;/ por eso te quiero más/.”

 

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