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Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Hoy ha sido un día bonito. El cumpleaños de una hija dice que la vida continúa y tu tiempo pasa, no se detiene; es imposible controlarlo. Y que celebren muchos más, que la vida les traiga lo mejor a ella y a su hermana.

Es tiempo de Cuaresma. La melancolía, que anuncia lo que pronto va a suceder, baña de tristeza, pero también de gozo, pues sabemos que Él va a resucitar, las calles de un Jaén, que si pronto no lo solucionamos, se caerá a pedazos.

Después de más de veinte años, hablando contigo Señor mío, en las tardes de Lunes Santo, no voy a llevarte sobre mis hombros. Es una decisión dura, sin embargo, la acepto con alegría, pues ceder el testigo a los más jóvenes es la ley más hermosa de la vida.

Sé que voy a añorar los ensayos (no el costal, una decisión equivocada, según mi opinión, tomada por mi cofradía). Los momentos previos, en los que todos volvíamos a abrazarnos, después de mucho tiempo, eran auténticos ejercicios de alegría. Las tardes de sábado o las mañanas de domingo, en el barrio de la Merced, dentro o detrás del paso, han sido de una gran belleza. La dureza de los ensayos no nos importaba. Su carga era sustituida por el amor de los hermanos.

Me voy a acordar de ese rayo de luz, que ilumina el rostro del Cristo del Bambú, cuando en el cielo suenan las cinco de la tarde y las puertas de la Merced se abren al ritmo que marca la voz grave y profunda del Hermano Mayor.

Pero es lo que quiero, mi forma de vivir los Lunes Santo y la Semana Mayor debe de cambiar.

Necesito ver a mi Cristo, solo, o en compañía de mis hijas, por las esquinas del viejo Jaén. Haré con ellas, lo que hizo, mi padre, conmigo: ir al encuentro de Jesús y María. Y disfrutar plenamente de su presencia, alejado del rigor y de la disciplina de la estación de penitencia.

Mi vida ya es otra. El amor a ti, Cristo de las Misericordias, es la flor que me llevo de tu Trono.

Cuando llegue este lunes sagrado, perdóname que no esté dentro, con mis hermanos.

El sacrificio de no llevarte tendrá su recompensa, y será verte descender por los cantones, mientras la mirada del jaenés es sorprendida por el misterio de tu belleza, y alza sus ojos pidiendo tu perdón.

Ya duermen las estrellas, la luna pronto será llena. Me acerco a su habitación, duermen serenas. Pronto descubrirán el misterio antiguo de las procesiones. El Lunes Santo aguarda entre las rosas de una Cuaresma distinta.

Foto: Un primer plano de la imagen del Cristo de las Misericordias. (JOSÉ MELERO).

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