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Pocos analistas y expertos podrían adivinar que el BCE tendría que mantener durante una larga etapa los tipos de interés oficiales en los niveles vigentes. La andadura de esta institución en 1999 se inició con una tasa del 3%, desde entonces se han producido un cúmulo de variaciones en la referencia oficial. En 2008 el tipo finalizó en el 2,5%, posteriormente se produjeron otras bajas hasta que en 2012 se situó en el 0.75%, fecha que marcó una continuada senda bajista hasta 2016, año en que terminaron marcando el registro inédito del 0%, tasa en la que ha permanecido hasta ahora.

Las variaciones de los tipos están siempre supeditadas a las coyunturas económicas. Así en épocas recesivas se producirán reducciones con el fin de que el precio del dinero propicie una apelación al crédito que contribuya a una recuperación de la economía, o con subidas cuando la coyuntura exige un enfriamiento de la actividad económica que pudiera generar indeseadas tensiones inflacionistas superiores al punto de equilibrio adecuado, fijado en el entorno del 2%, que no sólo provocan ese efecto sino que puedan abortar la temida espiral de precios salarios siempre nefasta para la estabilización de la economía.

Pues bien, las tensiones inflacionistas que se están registrando en los últimos meses, tachadas de coyunturales por las propias instituciones bancarias, están confirmando una tendencia continuista más prolongada de la que al principio se le confería por lo que los bancos centrales más importantes del mundo están siendo obligados a replantear sus estrategias de política monetaria y, entre ellas, especialmente las relativas a los tipos de interés. Así el Banco de Inglaterra los ha incrementado en 25 puntos básicos el pasado día 3, y la FED ha anunciado subidas progresivas que concretará en sucesivas fases a lo largo del ejercicio. Todo parece indicar que la resistencia mantenida por el BCE a no introducir cambios en este aspecto en la Eurozona se ha visto ya debilitada por la contumaz persistencia de los niveles de inflación ante la evidencia de que las causas que originaban el tirón alcista, que en principio se consideraban temporales, están mostrando una mayor contundencia, lo que ha significado un cambio de rumbo que obliga a admitir futuras alzas en la Eurozona incluso a finales de año.

Como preámbulo que confirma las consideraciones sobre una nueva andadura alcista de los tipos oficiales, el Euribor a un año, tipo de interés al que están referenciados la mayoría de las hipotecas, ya ha sufrido alzas del 0,20% en el último mes, tendencia que están confirmando los datos diarios de Febrero. No obstante, otra cosa será el ritmo que tendrá esa escalada ya que ello dependerá mucho tanto de la misma naturaleza del temido rally alcista de la inflación como de los efectos que la misma tenga en la futura evolución de las variables más determinantes de la economía como el consumo de los hogares, la inversión y, en definitiva , en el conjunto de la actividad económica con su proyección más palpable en el PIB y en el empleo. Es decir, los bancos centrales tendrán que ajustar muy bien el tino de sus decisiones y obrar con mucha cautela porque una reacción demasiada precipitada podría perjudicar más que beneficiar a la economía

En cualquier caso, como he repetido en algunas ocasiones, esta nueva coyuntura de los tipos de interés conllevará efectos indeseados tanto para las empresas, que verán elevados los costos de la financiación de sus proyectos, como para los hogares que deberán asumir un mayor desembolso mensual por el pago de la amortización mensual de sus hipotecas. Igualmente también dejará sentir sus efectos negativos en el endeudamiento de los países y en sus primas de riesgo, especialmente en los más endeudados como es el caso de España.

 

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