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“Gracias por todo lo que me habéis dado”. Con estas palabras finalizó el sacerdote y canónigo Santos Lorente Casáñez su homilía en la misa de despedida celebrada en la noche de este domingo en la iglesia parroquial de San Félix de Valois. A causa de su enfermedad es relevado al frente de este templo jienense en el que ha permanecido durante nueve años, tiempo en el que se ha granjeado el cariño de la feligresía de una parroquia que atiende a una de las zonas más pobladas y con una comunidad parroquial viva, dinámica y participativa.

La última misa como párroco de Santos Lorente, a la que se sumaron varios sacerdotes y fieles llegados de otros lugares de la ciudad, fue un homenaje en toda regla a este cura humano y sencillo, como las gentes de su pueblo, La Iruela. Santos Lorente tiene una hoja de servicios brillante al servicio de la Iglesia de Jaén y del Evangelio, y lo han demostrado los hechos, que suelen ser más expresivos que las palabras, una iglesia repleta de fieles para despedirle, una representación de las localidades donde en algún momento estuvo al frente de sus parroquias, y un montón de testimonios de reconocimiento, admiración y afecto.

Me agradó mucho asistir a esta ceremonia, en primer lugar por el aprecio tan grande que tengo a Santos, como sacerdote entregado y comprometido, y como amigo. En segundo lugar por vivir la experiencia de gratitud de la gente sencilla a su párroco, en respuesta a tantos desvelos, al testimonio vivido con los gozos y las sombras de tantas personas como han buscado su consejo y su consuelo. Y sobre todo, porque en ese precioso acto me parecía que estaba presente Jesucristo, bendiciendo al buen pastor y a toda una feligresía respetuosa y agradecida. Era difícil contener la emoción ante las palabras de afecto de los distintos grupos de la comunidad parroquial y los regalos que le hicieron, incluida la Cofradía de la Santa Cena, que le ha brindado su máximo galardón.

Una emotividad sincera. Se dijeron muchas cosas sobre Santos Lorente, en unas preciosas intervenciones durante toda la Eucaristía, de los laicos que han colaborado a hacer activa y operante esta iglesia de San Félix de Valois, pero me quedo sobre todo con  el lenguaje de la sencillez. Se utilizaron muchos adjetivos para agradecer los nueve años de este regalo del Señor a esta comunidad, pero estaban todos muy medidos en el sentido de que expresaban sentimientos humanos salidos del corazón. Algunos testimonios verdaderamente preciosos para descubrir en ellos una relación de cordialidad basada en el Evangelio y en el camino compartido con ilusión y entusiasmo.

Santos Lorente llevaba meses haciendo un esfuerzo sobrehumano por atender debidamente sus obligaciones como párroco, sacando fuerzas de donde no las tenía. El obispo ha querido dispensarlo de esta responsabilidad y desde ahora estará en la residencia sacerdotal del Seminario, donde podrá tener todos los cuidados necesarios para su restablecimiento.

Su homilía fue muy hermosa y emocionante, no cabía esperar otra cosa de él. Habló del Evangelio del día con el entusiasmo y el cariño del primer sermón, quería darle protagonismo a Jesucristo, y se limitó a dar las gracias por tanta generosidad y a pedir perdón y perdonar. Los asistentes a la ceremonia religiosa respondieron con prolongados aplausos, que luego se repetirían cuando terminó la misa y se pidió que sólo algunas personas, en representación de las cientos de ellas presentes, en nombre de todas, abrazaran al emocionado sacerdote.

Es gratificante ver que un cura, un párroco en este caso, se gana a su gente, con la tarea incansable, desde la sencillez, la humildad y tantas veces el anonimato. Pocas veces me he alegrado tanto de asistir a una celebración como ha ocurrido en este caso. Querido Santos, somos nosotros, los que nos consideramos tus amigos, quienes tenemos que darte las gracias por todo lo que nos has dado, y porque la Iglesia en la que juntos peregrinamos tenga sacerdotes tan ejemplares y dignos como tú lo eres.

 

 

Foto:

Santos Lorente abrazando a algunos miembros de la comunidad parroquial de San Félix de Valois.

 

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