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El poder en sus manos

 

Francisco Reyes Martínez, maestro de escuela, nacido en Bedmar hace 53 años, es hoy por hoy el político jienense con más poder en sus manos, pues a la presidencia de la Diputación, que ostenta desde el año 2011, une su cargo orgánico como secretario provincial de los socialistas, donde sustituyó en 2010 a su mentor, Gaspar Zarrías. Hoy ya camina en solitario, sin ese bastón patrocinador y uno de sus principales objetivos ha sido restituir las relaciones con la dirección regional y con la Junta, que en tiempos de Griñán fueron tensas y causaron un enorme perjuicio que se trasladó a la gestión, naturalmente en perjuicio de Jaén.  

Reyes ha variado ese rumbo anterior y para ello, muy visible por cierto, sorprendente y llamativo, ha aparecido en escena como un ‘susanista’ entregado, presente en todos los principales actos de la señora Susana Díaz, cuando en tiempos pasados fue activo artillero contra su causa. De hecho los recientes nombramientos para la provincia de los cargos dependientes del gobierno andaluz, tienen todos el sello influyente y decisivo del PSOE jiennense y su secretario, y no en todos los casos para bien, se han dejado notar afectos y desafectos y el uso estricto del ordeno y mando, incluso por encima de la eficacia y la trayectoria, que han derivado en sonoras críticas de incompetencia en algunos de los recién llegados, aunque en política es mucho pedir peras al olmo.

Reyes inició su trayectoria como alcalde de Bedmar, de 1998 a 1995. Tras su paso por la Alcaldía inició una carrera meteórica que se ha traducido en responsabilidades como la de diputado provincial, delegado del Gobierno, diputado a Cortes y finalmente presidente de la Diputación. En paralelo ha estado su ascensión orgánica hasta el puesto de liderazgo que hoy tiene. Presenta un activo que ha sabido aprovechar, elección tras otra: recibe el masivo apoyo de su pueblo, el que mejor le conoce y esto como la prueba del nueve, es un buen signo.

Su principal escaparate como gestor está en la Diputación, ya que desde la presidencia está dirigiendo una política, a veces casi en solitario, para tratar de transformar la realidad de una provincia a la que las estadísticas siguen situando a la cola. Está empeñado en seguir promocionando el turismo y el aceite de oliva, y en impulsar un Plan Estratégico en el que el resto de administraciones se hacen las remolonas; incluso, fuera de sus competencias, ha dedicado una ingente cantidad de millones a planes de empleo a la vista de la dramática situación de Jaén, que encabeza el ranking de parados sin que otras administraciones, especialmente Madrid, parezcan sensibles a esta lacerante realidad. Jaén siempre mira al PSOE pidiendo explicaciones.

Reyes repite que para el PSOE Jaén es lo primero y así debería ser en respuesta al que sigue siendo un inmenso granero de votos. No se ha notado el empeño en la batalla de la capital, aunque los guiños a la ciudad y el síndrome de alcalde ha dejado sus efectos positivos. La Diputación sola no puede cargar con el impulso que necesita Jaén. Ahora que Reyes es esa especie de capitán general con mando en plaza, tiene obligación de exigir a la Junta compromisos vía presupuestos, hasta ahora no mezquinos sino irrisorios. Si no es capaz de defender los intereses de Jaén y opta por plegarse, Francisco Reyes, que no tiene mal cartel, y que se convierte en garante subsidiario de la política del gobierno andaluz, puede pasar a la historia como un nombre más y sonoro, de la frustración socialista para una provincia sumida en el pozo del olvido, que suma ya más de 30 años.  

 

 

   

 

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