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 Me acabo de enterar de la muerte hace unas semanas, fuera de su querido Jaén, a los 85 años de edad, del médico don Diego Jerez Justicia, a quien tanto le debe la cultura de esta provincia. He conocido desde la década de los setenta todas las facetas de la personalidad de esta gran figura, que merece el reconocimiento porque ha actuado siempre como un jienense militante que ha salido en defensa de su Jaén, en muchas ocasiones con un singular apasionamiento, y que ha evitado muchos desmanes, sobre todo en la defensa del patrimonio histórico-artístico.

Pero vayamos por partes. Don Diego Jerez Justicia nació en el pueblo jienense de Cabra del Santo Cristo en una familia de farmacéuticos. Estudió Medicina en Granada e hizo la especialidad de Medicina Interna y Endocrinología en Madrid nada menos que en el servicio del Doctor don Gregorio Marañón, un hecho que marcaría toda su existencia, en realidad puede decirse que hay dos etapas bien diferenciadas en la vida del doctor Jerez, la anterior a don Gregorio y la posterior, tras el poso que dejó en él  su maestro y su referente como médico y como humanista.

Tras su paso por Madrid y otra estancia fuera de las tierras jienenses volvió a la provincia, concretamente al pequeño municipio de Lupión, tras aprobar con el número 15 de toda España, una plaza de médico titular. En esta localidad se le recuerda porque no sólo fue el médico que atendió a sus habitantes sino que constituyó un revulsivo en un periodo de España en el que hacía falta cubrir muchas necesidades básicas y él, con una personalidad inquieta y arrolladora, colaboró para engrandecer el municipio. Hasta que aprobó de nuevo unas oposiciones restringidas y llegó a la capital de donde nunca más ha salido.

Aquí ha desarrollado su labor profesional como médico. Fue providencial su labor en la Beneficencia, su tarea como jefe local de Sanidad y pasó asimismo muchos años de consulta en los ambulatorios y centros de salud de la ciudad, habiendo sido reconocido como uno de los mejores médicos con los que ha contado Jaén, dotado no sólo de conocimientos sino de un impresionante ojo clínico, paciencia para escuchar a los enfermos, preocupación constante por la actualización profesional, y sobre todo humanista, que tiene el honor de formar parte de un grupo de grandes profesionales que ha dado la Medicina en Jaén de esos que como escribió en su día con acierto mi admirado doctor Sillero, conocen el alma humana para tratar del modo más adecuado el cuerpo.

 

Desde su llegada a la capital, al tratarse de una persona con una gran inquietud y ganas de hacer cosas, enseguida entró a formar parte de los círculos más activos de la sociedad local. Y aquí podemos centrar parte de su actividad menos conocida por muchos, sí bastante por otros, pero ya sabemos que normalmente no se hace justicia a la memoria, sobre todo cuando se trata de lo que personas concretas han hecho a favor de su patria chica. Pues bien, don Diego Jerez fue un entusiasta del Museo Arqueológico de Jaén desde su puesta en marcha, trabajó en la recuperación de piezas que hoy forman parte de su patrimonio y durante una larga etapa se convirtió en uno de sus grandes valedores.

 

Especial referencia hay que hacer a su paso por el Instituto de Estudios Jienenses, donde ha sido consejero de número y fue en una etapa fértil en logros director de esta docta Corporación sustituyendo al recordado don José Antonio de Bonilla y Mir. No sería posible en la urgencia de un obituario apuntar todo lo que hizo el doctor Jerez en esa etapa pero sin mayores comentarios, que lo merecerían, quiero que quede constancia de que por su mediación y por su decidida apuesta por salvaguardar a toda costa el patrimonio histórico artístico de Jaén, consiguió parar el derribo nada menos que del Palacio de los Vilches, por el contrario se logró su declaración como monumento histórico; salvó el edificio de la calle Compañía, hoy Conservatorio, que corría serio peligro y del que pueden disfrutar cientos de jienenses; salvó de la picota el Camarín de Jesús junto a la labor de otros jienenses que estaban en su misma sintonía; incluso fue decisiva su intervención para que continuara siendo una realidad el emblemático edificio de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Y por supuesto en su día salvó con todo entusiasmo al Premio Jaén de Piano, cuando la desidia y la indiferencia de algunos políticos estuvieron a punto de olvidarse de este gran evento musical de la ciudad. Y esto no lo decimos de oídas, fuimos testigos en ocasiones, por pura casualidad, de sus esfuerzos y su tenacidad hasta lograr mantener y salvar este reconocido concurso internacional.

 

El doctor Jerez era un gran aficionado a la fotografía, una de sus grandes pasiones, fue autor de un libro sobre Jaén en 100 fotos y tiene miles de imágenes especialmente sobre temas referidos a la etnología y la antropología. Y si Marañón fue su maestro en Humanidades la fotografía le atrajo a través de la figura de don Arturo Cerdá y Rico, y tuvo el honor de iniciar el gran fondo fotográfico del Instituto de Estudios Jienenses en parte gracias a sus relaciones de amistad con Jaime Roselló.

 

Y sobre todo era un enamorado de Jaén como demostró en una ocasión en que en un periódico nacional se vertían severas críticas hacia nuestra ciudad y él salió con todo ardor replicando con un contundente artículo titulado ‘En defensa de Jaén’, que fue muy reconocido y aplaudido.

 

También fue autor de un curioso libro sobre el Obispo Insepulto, que forma parte de su interés innato por determinadas hechos históricos y médicos. Ha estado en su recuerdo la ocasión en que doña Carmen Polo de Franco visitó la Catedral y le abrieron para su contemplación el arca con los restos de don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce. Le llamaron la atención sus manos, hasta el punto de que pasado el tiempo, ya más recientemente, cuando se anunció la exhumación, pidió permiso al entonces obispo, don Santiago García Aracil, para realizar un estudio de la momia, con  medidas, fotografías, etc., que le fue concedido, y que derivaron en su excelente trabajo sobre las consideraciones psicopaleopatológicas e históricas de un médico ante el cadáver momificado del prelado don Alonso.

 

Marañón actuó y definió mejor que nadie lo que es el médico humanista y que se puede aplicar al cien por ciento al doctor Diego Jerez Justicia: “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar es empezar a morir”. Descanse en paz el que fue un buen amigo y un gran jienense.

 

 

 

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