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?Comprometida con la igualdad

Hablar de Ana María Quílez García (Linares, 1947) es hacerlo de alguien que desde muy joven ha desarrollado una carrera profesional de implicación con causas sociales, adelantada a su tiempo, una mujer comprometida personal y políticamente con el feminismo militante, entendido como doctrina social que propugna la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, “protesta valerosa”, como la definió Clara Campoamor, y no como a veces ocurre simple postureo oportunista. Nacida en el seno de una familia numerosa pronto se incorporó al mundo laboral. Después la vida le daría una segunda oportunidad, “una oportunidad de oro” como ella la ha llamado, al estudiar Maestras Auxiliares Sociales, un programa de desarrollo comunitario coordinado por el inolvidable Esteban Ramírez, del que aprendió, entre otras muchas cosas, el verdadero significado de la palabra compromiso.

Ha sido su principal aval a lo largo de su vida profesional. Muy joven aprobó unas pruebas de selección en las que entró de lleno en el estudio y conocimiento de la realidad social, de los marginados y poblaciones con grandes dificultades de desarrollo, que compartió durante tres años en la localidad serrana de Siles. Después su trabajo en Cáritas Diocesana creando el primer servicio de trabajo social y su tarea de pionera del movimiento vecinal en la primera asociación de la capital, que fue “Passo”, en el Polígono del Valle, que se mantiene fiel a sus principios fundacionales. Se le reconoce asimismo su paso por Aprompsi, donde sigue prestando apoyo, después de haber sido gerente e iniciadora de los centros de minusválidos de la provincia.

Ha tenido cargos relevantes en la administración: gerente del Patronato Provincial de Minusválidos, dirigió la residencia geriátrica Santa Teresa y queda para la historia como la primera directora del Instituto Andaluz de la Mujer, y en la actualidad es  gerente del Consorcio de Transportes del Área Metropolitana, con una labor reconocida y valorada por los sectores afectados, en concreto ayuntamientos (con la excepción de Jaén capital) y el sector empresarial del transporte por carretera. Sin embargo una de las tareas más entusiastas la ha realizado en el ámbito de la defensa de las mujeres, velando por la superación de viejos problemas, pero sobre todo atendiendo a la terrible lacra de la violencia machista, cuyo balance es un gran fracaso social. En nuestro ámbito influye mucho, ella lo sabe, la dependencia económica. Como dijera Virginia Wolf “uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien,…si no ha cenado bien”. Ha liderado movimientos feministas como el Colectivo Carmen Olmedo, en recuerdo de la primera directora del Instituto de la Mujer andaluz, recientemente fallecida, con la que en su día colaboró estrechamente.

No podemos olvidar su importante paso por la presidencia del Consejo Social de la Universidad de Jaén, durante unos años en los que imprimió su estilo y colaboró en el desarrollo de la institución académica desde este órgano de representación de la sociedad, por su perfil de una persona imbricada en numerosos colectivos y con un marcado conocimiento de la realidad jiennense. Su adscripción a la política ha existido desde siempre pero su única función institucional en este ámbito fue la etapa al frente del Instituto de la Mujer. Nadie le podrá acusar de pasividad, todo lo contrario, mujer con carácter e iniciativa, fue precursora de una lucha en la que no se puede bajar la guardia. Creo que en su trayectoria Ana Quílez ha hecho buena la frase de la apasionada poetisa estadounidense Emily Dickinson: “Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie”.

 

 

 

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