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El Banco Mundial ha puesto tope al límite de la pobreza extrema. Según esta institución, solo 1.63 euros al día son suficientes (?) para que una persona salga de esta situación de indigencia. De acuerdo con sus estimaciones “solo“ 736 millones de personas en el mundo engrosan este  fatídico registro que ahora representa el 8.3% de la población mundial y que, conforme con su evaluación, ha descendido desde el 11% que marcaba en 2013. En los últimos 25 años, más de un billón de personas han abandonado este “selecto grupo” que, ahora, registra la cifra más baja de todos los datos históricos.

Por otro lado, el reciente informe de la OCDE bajo el título “Bajo Presión. La clase media exprimida”, expone que el eje de la Sociedad de Bienestar, es decir, la clase media, está cada vez más debilitado. La OCDE considera dentro de este estamento social a todos los ciudadanos cuyos ingresos se encuadran entre el 75 y el 200% del sueldo mediano nacional y pone especial énfasis en destacar que en las tres últimas décadas los hogares catalogados en este grupo se han reducido desde el 64% al 61% actual, disminución que se ha deslizado a los niveles de las rentas más bajas. En España, en ese período, se han trasvasado 3.7 puntos de hogares englobados en las clase medias, que ahora engrosan el grupo de los que sobreviven con sueldos entre el 60 y el 75%, con especial relevancia en la población más joven, donde el deterioro de los niveles ha supuesto una minoración de 8 puntos.

Mientras tanto, de acuerdo con este informe, el 10% de las personas más ricas acumulan casi la mitad de la riqueza del mundo y sus ingresos se han incrementado más de un 350% desde 1980 a 2016. Los datos facilitados referidos a nuestro país, advierten que mientras que en la OCDE la media de ciudadanos con rentas altas se sitúa en el 9%, en España ese nivel asciende al 12%.

Las causas que han incidido en España en este retroceso de los grupos de niveles de rentas, que no son muy diferentes a las de otros países de la OCDE, están centrados en los ajustes que han sido necesarios realizar después de la crisis económica, apenas superada, cuya mayor incidencia afectó más a las disponibilidades líquidas de las clases medias, como consecuencia de la devaluación de los salarios para ganar competitividad, a la que se añadió el obligado acoplamiento estatal que redundó en una subida de impuestos, medidas que, como siempre, se dejan sentir de forma más nítida en este estamento social que, por otra parte, es el mayor soporte del consumo agregado y, consecuentemente, genera un efecto negativo para la demanda, la inversión y el crecimiento.

Las experiencias vividas en las últimas décadas demuestran que las crisis económicas han sido superadas gracias al sacrificio y la aportación de las clases medias y que la desigualdad, lejos de minorarse, agranda su círculo pernicioso, lo que exige un cambio de estrategia para el futuro que evite un mayor deterioro del estamento social más importante de la estructura económica de un país.

 

 

 

 

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