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Por ANTONIO DE LA TORRE OLID / Los hay quienes nacen ricos, es decir tienen riquezas. Porque su familia las posee, si bien durante su vida ellos podrán dilapidarlas si son unos vainas, unos manirrotos o porque las repartan entre los demás como unos benditos. Por lo tanto no son ricos (hasta puede que sean infelices en otros órdenes de su existencia). También los hay quienes nacen pobres y aspiran a un reino en la tierra liberador que torne su destino, pero eso se está demostrando que es cada día más difícil. Pero tampoco son pobres, sus vidas tienen otras muchas facetas, algunas de ellas gozosas.

La propuesta de reflexión que hacemos es relativa al valor del lenguaje por un lado; y de otro, a dar pasos a la hora de empatizar con la situación de algunas personas y de quienes les rodean.

Uno no es disminuido, tiene una discapacidad. A dar visibilidad y que nos cuestionemos esta circunstancia, ha contribuido la reforma del artículo 49 de la Constitución Española, que se encuadra en su título I, De Los Derechos y Deberes Fundamentales, que reproducimos al final. Ya no dice disminuidos, sino discapacitados.

Nos ayudará más a ponernos en situación un símil que podemos apreciar como colectividad. La provincia de Jaén padece un retraso ancestral. Y quien no habita en ella, puede hacerse una idea de lo que supone carecer de algunos servicios o ventajas de las que ya disfrutan quienes residen en otras latitudes. Pero sólo hacerse una idea de ese retraso, que es a lo que iremos más adelante, no como una vivencia cotidiana. Lo que por otro lado, nuevamente no puede significar dos cosas más: que se trata de carencias que pueden ser reversibles; y que esta provincia tiene otras identidades, rasgos y características que la hacen aventajada en ellos, y que de igual forma no disfrutan los foráneos en plenitud, salvo que se acerquen aquí.

Pues de vuelta a las personas, la reforma del término disminuido contó con un amplio consenso parlamentario. Salvo el de quienes buscaron otros argumentos poco sólidos, para encubrir que rechazar esta propuesta es practicar una suerte de darwinismo, lo que tampoco es una novedad, cuando no se para de diferenciar entre el aborigen y el extraño, entre el dueño y el usurpador o erigirse en juez de quién tiene derecho a qué, la política de infundir miedo. Como tantos padres de hoy día que quieren ocultar a sus hijos cualquier atisbo de enfrentamiento a la adversidad, es infantil pensar en una raza aria, el mundo es imperfecto.

Y es que el lenguaje es importante. Lo describe muy bien Diana M. Orero Cossín en “Todo cuenta”, por lo relevante que es cómo nos contamos las historias para construir nuestra identidad y cuán significante es cómo nos hablamos los unos a los otros. Y lo puso de manifiesto el diputado del PSOE y exalcalde de Albacete, Emilio Sáez, diagnosticado de poliomielitis desde los tres años, en su intervención en la defensa de la reforma del artículo 49: en los años 70, por escrito, el Estado me denominó como subnormal […] En los años 80, inválido […] Se me llamó minusválido en la misma época en la que bajé de las dos horas en una maratón, en la Maratón de Nueva York». Sáez fue subcampeón del mundo en Reino Unido en los años 90, en la modalidad de eslalon en silla de ruedas y en 1992 participó en los Juegos Paralímpicos de Barcelona, donde fue semifinalista en las pruebas de velocidad en atletismo en silla de ruedas. Además, fue campeón de España de natación de 50 metros mariposa. Ahí es nada.

A buen seguro nos va a servir el recuerdo de los crueles que la mayoría de los niños hemos sido con el compañero que cojeaba, con el gordito, con el que tenía un lastre madurativo o con el de las gafas de culo de vaso. De mayores, también en la vida de una persona ha sobrevenido una enfermedad, el temido cáncer; se ha sufrido cualquier mala experiencia; se ha tenido un padecimiento psíquico o físico… y en todos esos casos, la vida se detiene. La de quien padece y también la del cuidador que necesita cuidados (a quien solemos olvidar y que acaba extenuado justo cuando se acaba de marchar a quien dedicó su atención).

Pues el familiar, el amigo y el vecino puede hacerse una idea de en qué consiste esa discapacidad, pero es lógico que no la entienda plenamente si no la vive en primera persona, casi todo en la vida es así.

Por tanto, la discapacidad sólo es un factor más que tiene persona, no todo su ser. Así que puede ocurrir que personas en las que uno de los rasgos de su vida sea la discapacitada, pueden algún día revertir su situación, o no, salvo avance científico, para los que lo padecen desde su nacimiento y de por vida.

¿Todo lo dicho son obviedades? Pues vale, por si acaso. Como en el caso de esa sociedad menos desarrollada, que necesita de la solidaridad de otros territorios; a quien observa, está cerca o interactúa con un discapacitado, o porque un día le puede ocurrir también a él, sí que estaría bien que se detuviera un momento, para tratar a esa persona con un plus de respeto, dignidad, mayor sensibilidad, miramiento, con empatía y con un punto de dulzura compatible con un trato maduro de igual a igual.

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Artículo 49 vigente de la Constitución Española: Las personas con discapacidad son titulares de los derechos y deberes previstos en este Título en condiciones de libertad e igualdad real y efectiva, sin que pueda producirse discriminación. Los poderes públicos realizarán las políticas necesarias para garantizar la plena autonomía personal e inclusión social de las personas con discapacidad. Estas políticas respetarán su libertad de elección y preferencias, y serán adoptadas con la participación de las organizaciones representativas de personas con discapacidad en los términos que establezcan las leyes. Se atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y niñas con discapacidad. Se regulará la especial protección de las personas con discapacidad para el pleno ejercicio de sus derechos y deberes. Las personas con discapacidad gozan de la protección prevista en los tratados internacionales ratificados por España que velan por sus derechos.».

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