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Resulta sorprendente que, según el reciente informe  emitido por Funcas, Fundación de las Cajas de Ahorros, la productividad de nuestra economía permanece como un error estructural de nuestro sistema. Así lo demuestran los datos facilitados según los cuales entre 2014 y 2016 la productividad aumentó tan sólo un 0,2%; en 2017, un 0,1%  y, en 2018 y 2019, prevé que el crecimiento estará en torno al 0.3%.

Por otro lado, según señala el economista jefe del  “think  thank”  Civismo, Javier Santacruz, España está a la cola debido a suspender en tres aspectos fundamentales  de los  que depende la productividad,  a saber: organización e influencia de los sectores productivos de la economía, innovación tecnológica y, sobre todo, capital humano. De otro lado, la composición del tejido empresarial  está formado,  en su mayor parte, por autónomos sin asalariados (53,99%), y microcompañías  (entre uno y nueve  empleados) de acuerdo con los registros del Ministerio de Industria, Comercio  y Turismo. Pero, no sólo es el tamaño y el sector productivo donde desarrollan su actividad  las empresas , lo que determina  el ratio de productividad sino que otros factores también inciden en el mismo, derivados más concretamente de la mayor  envergadura de la empresa. Me estoy refiriendo a aspectos  tales como la capacidad innovadora, la posición económica- financiera, que les puede hacer más resistentes a las coyunturas más desfavorables, o el grado medio de cualificación del personal asociado a la empresa.

Obviamente el factor humano es el que guarda una relación más determinante con la productividad, sus sueldos y sus rendimientos  que deben guardar un equilibrio relevante entre lo que se produce y lo que se cobra ya que, el objetivo a alcanzar es que el salario de un trabajador debe igualar, al menos, su productividad, es decir, el equilibrio del mercado requiere que el salario real del trabajador iguale el valor de lo que produce y éste debería convertirse, en términos generales, en el objetivo más inmediato a alcanzar por las empresas. Sin embargo, resulta muy complicado establecer comparativas utilizando datos medios, dada la diversidad y características concretas particulares de cada empresa, aun correspondiendo al  mismo sector. Es por esto que cada vez más se insiste al negociar los convenios colectivos, en reducir la indexación de la revisión salarial con el IPC, referenciándola, complementariamente,  con la productividad de cada empresa. De esta forma se evita un desequilibrio relevante entre lo  que se produce y lo que se cobra, ya que el ratio de productividad tenderá  a disminuir si se confirma que los costes laborales unitarios para el próximo año, según el pronóstico de Funcas, pasarán del 0.7 al 1.7.

Por último, la medida anunciada por el gobierno de incrementar el salario mínimo hasta los 900 euros, será costosa no sólo para la Administración sino también para las empresas, ya que el mayor desembolso salarial puede afectar a la creación de empleo y, en cualquier caso, aun siendo justo y recomendable, deberíamos lograr que  guarde un equilibrio con el aumento de la productividad de esos  trabajadores menos cualificados.

 

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