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Pertenezco a una amplísima generación de jiennenses que vivió el botellón en su máximo esplendor en nuestra ciudad. Admito y reconozco que en su día hice botellón. Y como yo…miles.

Llegué a él cuando llegué a la Universidad. Antes no, por mucho que ya hubiera amigos míos y compañeros del colegio que sin alcanzar la mayoría de edad, ya lo hicieran. Mi suerte fue que a mis amigos y a mí nos diera por la música, creamos un grupo y nos pasábamos los fines de semana ensayando y montando temas cuando no, afortunadamente, tocando en algunos locales que por entonces nos abrieron sus puertas como por ejemplo el Pub “La Escuela”, donde dimos infinidad de conciertos en cuestión de dos o tres años. Que me llamen raro, pero mis amigos y yo con dieciocho años lo que hacíamos los viernes era juntarnos a cantar las canciones del grupo argentino “Los Calchakis”…

En aquella época -hace escasamente unos diez años- en Jaén el botellón era descomunal. Y curiosamente tenía un espíritu trashumante, porque al igual que las reses hacen, aquí se cambiaba de ubicación para beber según el calendario marcaba el otoño-invierno o la primavera-verano. De aquel tiempo, queda el recuerdo de la Plaza Jaén por la Paz dando la bienvenida a Jaén a quienes llegaban en el último tren y al salir de la estación de Renfe encontrarse al personal bebiendo aunque hiciera un frío polar aquella noche.

No hay que olvidar que al socaire de aquello, toda la zona de Muñoz Grandes y Bulevar vio nacer una gran cantidad de pubs que llenaron de vida la noche de Jaén. Pasear hoy por muchas de aquellas calles es encontrarse numerosas persianas cerradas de aquellos locales donde cada fin de semana vivíamos momentos que ya no repetiremos.

Y del Parque Felipe Arche …¿Qué decir? Allí el botellón de Jaén adquiría, sobre todo, por San Lucas dimensiones estratosféricas. Donde ahora afortunadamente nuestra ciudad goza de unas instalaciones deportivas, en otro tiempo llegada la Feria aquello acogía el botellón más grande que mis ojos hayan visto. Y del que guardo el recuerdo de haber subido de Feria ya de vuelta a casa y mientras los operarios de la limpieza se afanaban en poner todo ese espacio en orden…un enorme sillón con orejeras se hacía presente entre los restos del botellón.

No me olvido de aquellas primeras fiestas de la primavera que organizaba la Concejalía de Juventud en el Auditorio de la Alameda y que muy a su pesar, la propia juventud jienense acabó transformando en un botellón primaveral y tras ello, el Parque de La Alameda quedaba reconvertido en una caótica jungla.

Y prueba de cómo sería aquel botellón de Jaén de hace una década, es recordar allá por el 2005 en preferia, cuando todavía las redes sociales estaban en pañales, se convocó por internet un macrobotellón en la noche de un lunes en pleno Parque de La Victoria con la única excusa de dar la bienvenida a la Feria de San Lucas. Seguro que a muchos se les habrá olvidado esa pintoresca noche, pero en su momento fue tal el revuelo y el impacto de aquella convocatoria que hasta el programa de Paco Lobatón “7 Lunas” de Canal Sur desplazó una unidad móvil e hizo una conexión en directo con el botellón de Jaén desde la Plaza de las Batallas. A mi amigo Carlos Ruiz Cámara, por entonces presidente del Consejo de Estudiantes de la UJA, lo tuvieron mareado semana y media a consecuencia de aquello como portavoz de la juventud de Jaén sin tener nada que ver con la convocatoria. Inolvidable.

Pero sucedió que ya no sólo en Jaén, sino en Andalucía entera el botellón se había convertido en un problema de difícil solución y en un intento de ponerle puertas al campo hubo que legislar al efecto y así fue como nació la Ley 7/2006, de 24 de octubre, sobre potestades administrativas en materia de determinadas actividades de ocio en los espacios abiertos de los municipios de Andalucía. Popularmente conocida como “Ley Antibotellón”.

Esta Ley marcó un antes y un después porque hizo que desapareciera el botellón al uso en los sitios de costumbre y en el caso de Jaén quedó desplazado al recinto ferial, haciendo que se castigara beber en la calle libremente, en grupo, en las zonas no designadas expresamente para esta práctica. Esto a mí particularmente, pasado el tiempo, ha hecho que cada vez que viaje por España  me resulte chocante ver que en cualquier lugar la juventud bebe sin impedimentos. Me ha sucedido en Logroño, en Gijón, en Extremadura y me ocurre cada año por Navidad cuando vuelvo a Ceuta y allí el día 24 de diciembre se vive intensamente en la calle y por la Calle Real suben y bajan los jóvenes caballas con las botellas de sidra en medio de una jarana incontrolable.

Por eso, lo que viene sucediendo desde Nochevieja en Jaén me cuesta entenderlo. No encuentro razón para el botellón que hubo en San Ildefonso sin venir a cuento. No entiendo la permisividad en torno al que se produjo en el olivar que rodea a Ifeja recientemente con motivo de un festival y que dejó aquello destrozado y lleno de mugre. Y no encuentro palabras al ver que de nuevo en San Ildefonso y en plena Semana Santa, hubiera quien hiciera la guerra por su cuenta.

Y no lo entiendo porque se creó una Ley para poner coto a todo eso y a la vuelta de unos años nos encontramos con el libre albedrío de algunos y el tancredismo de las autoridades, porque en el caso del botellón de Ifeja la chavalería desfiló por la misma puerta de la Policía Local bien pertrechada de botellas de alcohol.

Lo que ha sucedido en Jaén con el botellón desde Nochevieja da para un análisis. Porque no ha sucedido en una puntual ocasión. Se ha repetido hasta tres veces.

 

 

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