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Habitualmente la filosofía se asocia a una tarea sesuda e intelectual, que sólo unos pocos alcanzan a comprender, y que no tiene utilidad para los problemas del día a día. Sin embargo nada más lejos de la verdad. Hay una filosofía académica, más especializada, donde la propia historia de las ideas y de sus pensadores, o disciplinas como la lógica, tienen mucho peso. Y hay otra filosofía más popular, que de forma natural y espontánea es capaz de desarrollar cada ser humano.

La palabra filosofía deriva del griego, “amor a la sabiduría”, y se le atribuye a Pitágoras la creación del término, cuando afirmaba que él no era un sabio sino un amante de la sabiduría (un filósofo). Este amor a la sabiduría en la práctica requiere una actitud interrogante, que hace posible la búsqueda de conocimiento, de experiencia consciente que conduce progresivamente desde la ignorancia a la sabiduría.

El primer impulso que inicia un desarrollo filosófico es hacerse una pregunta. Y esto es innato en el ser humano. Uno de los rasgos del proceso de humanización, a lo largo de toda nuestra evolución, es la adquisición de la conciencia refleja, o autoconciencia, en otras palabras, somos conscientes de nosotros mismos. Y esta característica parece ser más antigua de lo que se sospechaba, porque se han encontrado piedras con rostros esquemáticos tallados (indicativos de un reconocimiento propio) en el horizonte de los dos millones de años.

Ser conscientes de uno mismo, de lo que ocurre dentro y fuera de mí, de lo que recuerdo de mi pasado y de lo que proyecto para mi futuro, nos llena de interrogantes. La necesidad de encontrar respuestas se acrecienta porque tomamos conciencia, muchas veces dolorosa, de la temporalidad de casi todo a lo que nos aferramos, que tiene fecha de caducidad, lo cual nos lleva a buscar sentido, buscar algo firme sobre lo que sustentar la vida.

Las famosas preguntas ¿quién soy? ¿a dónde voy? ¿de dónde vengo?, que casi nadie se las formula así, tienen otras muchas versiones: ¿por qué me pasa esto? ¿qué quiero hacer en mi vida? ¿cómo alcanzar mis metas? ¿cuál es el sentido de todo? ¿dónde va la sociedad? ¿cuál es mi puesto en ella? Y así tantas como visiones diferentes de una realidad que siempre es poliédrica. Incluso las interrogantes acerca de elecciones momentáneas, por ejemplo, ¿compro azúcar blanco o azúcar moreno?, pueden encerrar toda una motivación que va más allá de ese momento.

Esta actitud de permanente interrogación es el primer paso para iniciar la andadura filosófica. Sócrates lo sintetiza en su famosa sentencia “sólo sé que no sé nada”, y un primoroso texto de filosofía tibetana, La Voz del Silencio, menciona cómo antes de llegar al espacio de la instrucción hay que reconocer que se parte del espacio de la ignorancia.

Si todos los humanos nos formulamos interrogantes que tienen que ver con el devenir de nuestra vida, todos somos filósofos en potencia, todos buscamos la verdad, todos amamos la sabiduría, aunque nunca utilicemos esa forma de decirlo, porque todos queremos encontrar la respuesta correcta a nuestras inquietudes.

Tras la pregunta se inicia la tarea de encontrar la respuesta, y este es uno de los grandes estímulos de la cultura: el proceso de búsqueda de las soluciones a nuestras interrogantes. Rastreamos en el acervo cultural de nuestra sociedad, y confrontamos lo que hallamos con los demás a través de la comunicación, o dentro de nosotros mismos a través de la reflexión. Uno de los grandes móviles de la producción cultural es la materialización de las preguntas comunes a todos, y de las posibles respuestas. Y el acercamiento a la cultura, su uso, es un acercamiento filosófico, porque nos sentimos identificados o concernidos de alguna manera con un contenido particular, que nos proporciona sensaciones y respuestas, o nos ayuda a definir mejor las interrogantes de nuestra vida.

Según este planteamiento desde tiempos inmemoriales, cuando el ser humano ha producido cultura, la ha utilizado en buena medida para vehicular las inquietudes interiores, la ha utilizado para filosofar. Y en nuestro momento esto sigue siendo vigente: nos encontramos preguntas filosóficas en todos los ámbitos de la cultura actual, desde las grandes producciones, hasta las manifestaciones más sencillas. El cine, la literatura, el teatro, las artes plásticas, las letras de las canciones, la poesía slam, los vídeos cortos, el manga, los cómics, las series, y tantas producciones culturales de la actualidad, llevan en buena proporción inquietudes interiores o respuestas a dichas inquietudes que dan forma a un desarrollo filosófico.

A partir de aquí hay multitud de matices. La visión de cada autor es subjetiva y singular y así, las producciones culturales más independientes reflejarán inquietudes de manera menos condicionada, mientras que las más comerciales estarán más plegadas al volumen de negocio, mostrando aquellos puntos de vista más populares. No encontraremos la verdad, incluso la impronta del consumismo inmediato de “usar y tirar” se verá reflejada en muchos de estos contenidos filosóficos que apenas llegarán a un impacto superficial en la personalidad, pero todo forma parte de esa tendencia innata de filosofar.

El sistema educativo actual, en el que ha vencido la supremacía de las habilidades laborales frente a las capacidades humanas esenciales (tecnología versus humanidades) empobrece estas manifestaciones. La concepción materialista del ser humano, o la excesiva preponderancia de las reglas del mercado, también distorsionan y condicionan la capacidad de la cultura para vehicular las inquietudes filosóficas. Pero mientras surjan las preguntas interiores, las mil y una formas diversas del “quién soy”, “de dónde vengo” y “a dónde voy”, la necesidad de filosofar brotará de manera espontánea, aunque posteriormente encuentre cauces muy diversos.

Hice la siguiente experiencia. El día en que escribí estas palabras (el 19 de marzo de 2019), indagué en una lista de éxitos comerciales, y encontré al menos dos canciones con letras que reflejan un contenido acerca de alguna interrogante o respuesta filosófica, en los primeros puestos.

“Bailo la Pena”, de Macaco (2019).

Bailo

Bailo, bailo, bailo la pena

Bailo, bailo, bailo la pena

Bailo, bailo, bailo, bailo la pena

Si le das el paso a tu baile

Bailo la pena

Levántate de un salto

Con el pie que te dé la gana

Ábrele a tu corazón

Todas las persianas

Que entre sol por tus ventanas

Que seque las heridas

Márcate tus pasos

Eres la puesta de tu vida

Déjate notar

No llores si mama

No te des la espalda

Que tú eres tu propia medicina

Escoge los disfraces

Sé tu propio héroe

Despliega las alas

Re-escríbele a tu cuento todas las palabras

Bailo, bailo, bailo la pena

Bailo, bailo, bailo la pena

Bailo, bailo, bailo, bailo la pena

Si le das el paso a tu baile

Bailo la pena

Que los relojes no te vengan con prisas

Que sueñes hasta las tantas

Que no seas la mitad de nadie ni de nada

Date muchos besos

Hazte…

 

“Angels” de Tom Walker (2019).

Save praise for a better man

No need for your touching hands

There’s nothing to understand

I’m one with the lost and damned

It’s a long road and you’re on your own

Take care of your broken soul

‘Cause there must be

There must be

I’ve drink all the remedies

Too young for these memories

Swing low, bitter melodies

False hope from the teeth of the enemy

It’s a long road and you’re on your own

Take care of my broken soul

‘Cause there must be

There must be angels, guiding the way

There must be angels, saving our grace

There must be heaven for people who stray

There must be heaven in this hell that I’m living

‘Cause heaven seems to be so forgiving

So don’t give up

I won’t give up

No, don’t give up

I, ‘Cause there must be angels

There must be angels

There must…

Evidentemente no son tratados de filosofía, y posiblemente no fueron escritas por los mismos cantantes, pero pueden ser el punto de inicio de una reflexión, de una búsqueda. Seguro que ocurriría algo parecido si se hiciese una búsqueda similar en el resto de producciones culturales. En unos casos el contenido filosófico es explícito, en otros es implícito. Seguramente muchos autores lo han realizado de manera premeditada y en otros casos, la inspiración ha recogido del subconsciente esas cuestiones filosóficas.

En cualquier caso, hay mucha más filosofía en nuestras vidas de lo que creemos, porque es algo innato en el ser humano, más allá de títulos y especialidades. Filosofía para vivir.

 

Imagen: La escuela de Atenas, un referente de los grandes filósofos, una de las pinturas más destacadas del artista Rafael Sanzio (más conocido simplemente por Rafael).

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