Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / La amanecida ya asoma sus ojos por la ventana del este. Jabalcuz te llama con premura. Quiere que vayas y descubras su belleza tranquila. Desde el puente de Santa Ana, inicias la ruta por la antigua cañada real, hoy convertida en carretera que hacen del barrio de Jabalcuz el apéndice natural de la ciudad de Jaén, en el pulmón que distribuye el aire que siempre la mantendrá viva. Pues Jabalcuz, no es solo la montaña, bautizada por los árabes, como de la Jarra. Jabalcuz es agua, es bosque, es historia, es vida. En Jabalcuz se escribieron los momentos más brillantes de la sociedad jaenera. Sus ciudadanos supieron encontrar su “Belle Époque”, su paraíso en estas naturalezas.
Los Jardines de Jerez, de aspecto babilónico, acompañados de las casas gemelas, son el espacio, quizá, más hermoso de todo el gran conjunto arquitectónico-natural que es Jabalcuz. Su laberinto de setos, las cascadas con su voz de agua, que musicaliza el entorno como lo haría la mejor de las orquestas clásicas, y sus fuentes son el antídoto que cura nuestra alma.
El agua es el símbolo, la vida sobre la que se construye Jabalcuz: las termas, que antaño repararon tantos corazones dolidos, situadas en las mismas entrañas de la montaña, son el gran reclamo de este edén.
Pero, como hemos dicho antes, Jabalcuz es también devoción; los restos de las ermitas de San Damián y San Cosme unían la paz del jaenés con el Creador. Todavía, al ver lo que queda de ellas, te emocionas. Su reconstrucción sería la nueva flor de todo el gran jardín que es Jabalcuz.
Tú, Jabalcuz, eres sierra y entrada de otra cordillera hermana, que es la Sierra Sur. En tus paredes, bendita montaña, el escalador hace realidad su sueño de estar más cerca del cielo. Desde tu cima, podemos saludar a la hermana Granada y a todos tus hijos, que al cobijo de tus valles crearon sus pueblos y ciudades.
¡Silencio! Escuchad el rumor del agua, cerrad los ojos y conducid vuestro pensamiento a la casa de María La Guarda. Ella nos espera. No tardéis, pasad al comedor. Jabalcuz ha resucitado. No lo dejéis, otra vez, morir.