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Hay quien a la peculiar querencia que los españoles le tenemos a poner de manifiesto las parafernalias históricas, le ha puesto titulillo definitorio al sentenciarnos que España es un país de centenarios y gambas en gabardina. No salimos de uno  cuando ya tenemos otro en la recámara. El denominador  común de todos ellos son las gambas en gabardina –finamente llamadas por los gastrónomos “Gambas Orly”–, el plato preferido de los ágapes oficiales, pues siendo la gamba un preciado bocado al que hay que desnudar previamente de su camisón de quitina para comernos sus desnudeces marengas, son las gabardinas que gastronómicamente les ponen las que, además de abrigarlas, las hacen más repartideras en las tradicionales “copas de vino español” y en las recepciones oficiales. Que de siempre se ha dicho que no hay nada mejor que el mucho pan y la mucha masa para engordar la poca vianda en los lujos de presupuesto escaso.

Como no podía ser de otra manera, y resonando aún los cañonazos de los fastos conmemorativos del 210 aniversario de tan famosa batalla en la ciudad que le dio nombre, con presencia de SS.MM. los Reyes de España, traemos aquí a colación con este motivo al general de coraceros francés Jacques-Nicolás Gobert, al cual Guarromán le debe el honor de poseer en su archivo parroquial el documento de fecha más antigua en el que se le da nombre a la famosa Batalla de Bailén.

El general Jacobo Gobert (1760 – 1808) muere en casa del cura párroco de Guarromán el sábado 16 de julio de 1808, festividad de la Virgen del Carmen, después de haber sido herido en el Cerro de la Harina, próximo a Mengibar, en uno de los varios escarceos guerreros que los días previos a la batalla tuvieron lugar para controlar los pasos que cruzaban el Guadalquivir.

El párroco guarromanense, el bachiller don José Manuel Guerrero, escribió la siguiente partida en el libro segundo de defunciones, la que transcribimos literalmente respetando su ortografía original:

«En el día diez y siete del mes de Julio, año de mil ochocientos y ocho, yo el Br. Dn. Josef Manuel Guerrero, Cura Párroco de esta Yglesia de Guarromán sepulté en su cementerio al Cadaber de M. Jacobo Gobert, General de División de los Coraceros franceses, que murió la noche antes en mi casa de resultas de la batalla de Bailén, donde recibió un Balazo por cima de la frente, y cayó soporado, y así murió. De que doi fe

Br. Josef Manuel Guerrero» (Sic)

Lógicamente, el bueno del párroco, estando Guarromán tomado por el ejército francés (se estima que en los días previos a la batalla se encontraba concentrado en esta real población, que albergaba normalmente algo menos de seiscientos vecinos, un contingente de más de diez mil soldados franceses con todos sus pertrechos) no asentó al ilustre difunto en el libro correspondiente hasta que no se supo el desenlace de tanto movimiento bélico.

Ello hizo posible que, según la partida en cuestión, el general Gobert muriera paradójicamente en una batalla en la que no pudo estar, sencillamente porque ella tuvo lugar tres días después de que muriera; los mismos días que el párroco se anticipó  a darle nombre escrito para los anales de la Historia.

Gobert fue sepultado en los nichos que en el cementerio de Guarromán había  entonces para enterrar a los difuntos de mayor prestancia social, eclesiástica y militar, situados junto a los muros posteriores de la iglesia. En el año 1950, cuando se edificó una sacristía nueva, ésta se construyó a nivel del suelo del templo, para lo cual en la construcción se aprovechó la elevación que facilitaban los ya citados nichos, entre el que se encontraba el del general Gobert, al que pudieron ver en su ataúd, con su sable y sus descoloridos entorchados, los albañiles que hicieron las obras, y algunos monaguillos curiosos que hoy peinan canas y nos lo contaron.

Aún así, el general Gobert posee una monumental sepultura en la sección de mariscales del cementerio parisino de Pere-La Chaise, obra del escultor David d’Angers, compuesta por una figura ecuestre y cuatro bajorrelieves de mármol donde se escenifican algunas de sus gestas. Fue adquirida por la Academia Francesa el 10 de octubre de 1837 (veintinueve años después de haber muerto) y el 18 de julio de 1845 (justamente treinta y siete años después de su fallecimiento) su corazón fue depositado en la tumba en presencia de los académicos franceses Pingnard, Choquet y Achille Lecrerc.  

Así lo hemos visto escrito en la biografía que sobre él publicó en Paris  C. Mulliè en 1850, bajo el título general de  Biographie des Célébrités Militaires. Entendemos que la historia de su corazón puede encuadrarse en el  ambiente  romántico de la época, y que en realidad lo que se introdujo en su sepultura bien pudo ser algún efecto personal, o, en todo caso, algunas de las vendas manchadas con su sangre que se les hicieran llegar por el estado mayor francés a sus familiares desde Guarromán.

Sea como fuere, el general Gobert posee dos tumbas, la de Guarromán, donde está, y la de París, donde no está, y un corazón viajero que, según su biógrafo, anduvo rodando por esos mundos cerca de cuarenta años, hasta encontrar un descanso eterno cargado de leyenda y argumento de opereta romántica, tan a la usanza de la época.

Harina de otro costal es el asunto, a modo de leyenda urbana, de la calavera de Gobert rodando de casa en casa, y guardada por algún tiempo debajo de la cama de un patriota vengador que se hizo con ella a modo de trofeo. Cuando en 1950 se abrieron los nichos de la iglesia de Guarromán nadie habló entonces, ni se ha contado después, del esqueleto de un militar sin cabeza, al que hizo referencia Federico Ramírez García (1850-1929), historiador de Linares, sin precisar nombres de personas ni de lugares.

El pintor José María Casado del Alisal, pintó en 1864 una recreación totalmente ficticia y alegórica de la Rendición de Bailén, que se encuentra en el Museo del Prado, en la que hizo aparecer al general de coraceros Jacobo Gobert con su uniforme de entorchados, el brazo en cabestrillo y la cabeza vendada. Este cuadro ha sido la imagen de las etiquetas del vino más popular elaborado en Bailén, conocido por sus gentes como el “vino del aporreao” por la condición de herido de guerra en la que aparece Gobert.

 

Foto: Recreación alegórica de la Rendición de Bailén, del pintor José María Casado de Alisal.

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