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Resulta obvio que el potencial de consumo de los hogares viene determinado por la disponibilidad de las rentas de toda índole obtenidas, que pueden ser dedicadas a afrontar gastos, ya sea de consumo, amortizar deudas, o a otras funciones. Por otra parte, las rentas no utilizadas para el consumo son destinadas al ahorro, así a un mayor consumo correspondería una tasa de ahorro inferior y viceversa, si el caso es al contrario.

De otro lado es evidente que el consumo es un factor imprescindible para el crecimiento de la economía, así un aumento anual sostenido se traduciría en más ventas para las empresas, contratación de más empleados, pagarían más salarios y toda la maquinaria de la actividad económica estará en una dinámica de crecimiento.

Las expectativas de los consumidores acerca de la evolución económica, constituyen un determinante fundamental en sus decisiones de gasto. De acuerdo con el método utilizado, todo hace suponer que los hogares han percibido que el shock originado por esta pandemia tiene un grado de persistencia menor en comparación con otras perturbaciones adversas. Ello se traduciría en un repunte del consumo, en este caso privado, una vez que el grado de progreso de la mejoría de la situación sanitaria fuera confirmándose.

La tasa de ahorro, por tanto, constituye una fuente de financiación para cualquier país. En este sentido, cuanto más ahorren las familias más recursos dispone la economía a nivel interno para financiar todos los gastos e inversiones tanto públicos como privados. Si la tasa de ahorro es baja, los agentes deberán financiarse a través de recursos ajenos en el caso de los hogares, y también a nivel público que, adicionalmente, pueden disponer de otras fuentes de financiación como pueden ser los impuestos, entradas de divisas, emisión de deuda…

Los datos de consumo correspondiente a 2020 alcanzaron 897.728 millones de euros, un 10,9% inferior a los 1.007.857 billones del año anterior, debido al confinamiento obligado por la progresión de la pandemia y sus sucesivas mutaciones. Esta disminución del gasto tuvo una repercusión positiva para el ahorro que ha crecido 47.400 millones, el 5.30%, entre agosto de 2020 y julio de 2021, si bien se apreció un ligero descenso de 3.000 millones en agosto. Sin embargo esta mayor dotación del ahorro no se ha traducido en el nivel de consumo esperado, ya que en el segundo trimestre de este año ha crecido un 4.7%, 2 décimas menos de lo esperado, todo ello a pesar de los notables incrementos experimentados por la utilización de las tarjetas de crédito que han confirmado su tendencia alcista durante el segundo trimestre del año, cosechando un aumento del 60,3% frente al mismo periodo de 2020 y un 16,7% respecto al primer trimestre del año, y también por la resaltable alza experimentada por la retirada de efectivo de los cajeros automáticos que, a pesar de mostrar durante los últimos años una tendencia descendente, las cifras del segundo semestre muestran una escalada del 48% respecto a un año antes.

Es muy posible que en la revisión que ha debido efectuar el INE de las cifras de crecimiento del PIB correspondiente al segundo trimestre del año, que, finalmente ha visto reducido su tasa desde el 2,8%, anticipado en julio, hasta el dato real del 1,7%, un descenso sustancial no suficientemente explicado, haya podido tener una incidencia importante en la disminución del consumo comentada. En cualquier caso todo parece indicar que las cifras de crecimiento estimado para el total del año se mantienen, al menos en las previsiones del gobierno.

 

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