Skip to main content

Por IGNACIO VILLAR MOLINA / Las políticas monetarias aplicadas hasta ahora por la mayoría de los bancos centrales del mundo para evitar que el progresivo remonte de la inflación intensifique sus ya negativas secuelas, están focalizadas especialmente en la tendencia alcista de los tipos de interés. Sin embargo los resultados obtenidos hasta ahora no  logran reconducir el canal alcista inflacionario para situarlos en los niveles deseados, a pesar de los tímidos resultados conseguidos hasta el momento, sino que la virulencia del remedio, es decir, los reiterados incrementos de los tipos, están ya evidenciando claros indicios   de ralentización de la actividad económica y, a su vez, recrudeciendo las dificultades para la capacidad adquisitiva de los salarios, especialmente en  aquellos hogares que deben hacer frente al pago de su hipoteca y para aquellas empresas que mantienen financiación bancaria.  

No resulta nada extraño, por tanto, que la especulación sobre el final de este endurecimiento monetario concite la atención general. A estas alturas, efectuar pronósticos no sólo es arriesgado sino un tanto aleatorio. No existen indicios claros y suficientes que puedan permitir a la autoridad monetaria formular claramente sus próximas decisiones respecto al fin de las continuadas subidas aplicadas hasta el momento. En este contexto, y a falta de esas referencias ciertas, es natural que la autoridad bancaria de cada área de su competencia adecue las políticas monetarias a la evolución de  las variables económicas más determinantes: inflación y evolución de la actividad económica. Así, las últimas medidas que han aplicado algunas de estas instituciones del mundo  incluso son controvertidas. Así lo confirman los opuestos movimientos efectuados por Canadá, que ha subido sus tipos en 25 puntos básicos  (0,25%) en julio siguiendo su pugna por reducir la inflación; o el Banco Popular de China, que los ha bajado un 0,15% en agosto, para frenar la caída del consumo y la debilidad de su economía. En esa misma controversia se enmarcan las manifestaciones de algunos miembros del comité de política monetaria, tanto de la Reserva Federal como del BCE, que muestran su preocupación por el riesgo que las sucesivas y abruptas subidas sean excesivas y estén ya provocando un enfriamiento de la actividad económica en algunos países. Sin embargo, ambas entidades, a falta de un criterio rotundo, en sus últimos informes han advertido que, a pesar de las continuas subidas contabilizadas hasta ahora, no descartan, tras la pausa veraniega, nuevos retoques adicionales en los próximos meses.  

Por otra parte, en el caso de la Eurozona, las diferencias de los niveles de inflación de un país a otro provocan distorsiones concretas que se transmiten a los cambios reales de la moneda, de ahí que los tipos de interés no ejerzan la misma función en todos los países a la hora de contener el nivel de precios. Así, aunque un euro vale lo mismo en Madrid que en cualquier otra ciudad de la Eurozona, no tiene la misma capacidad de compra en cada país al estar supeditado al coste de la vida y al nivel de los ingresos salariales.  

En este mismo sentido, esa disparidad de los niveles de inflación de cada estado miembro puede también generar efectos indeseados para su actividad  económica. Tal es el caso de Alemania, cuya tasa de inflación en julio ha sido del 6.2 %, provocando una merma de su PIB, (Producto Interior Bruto), en los dos primeros trimestres con respecto al año anterior; y, por el contrario, España ha logrado reducir claramente sus niveles inflacionarios contabilizando tasas positivas de crecimiento del PIB en este mismo periodo.

Por otro lado, la generalización de las subidas de tipos está provocando que los países que están consiguiendo frenar su tasa inflacionaria, facilitando la  moderación del incremento de los salarios en consonancia con su nivel de inflación, estén sufriendo una presión financiera contraproducente en relación al incremento de los mismos, lo que resulta gravoso para los hogares y empresas, que deben soportar un encarecimiento de sus compromisos de pago  debido a la política monetaria común.

La falta de una unión económica completa y real impide que en ciclos, y sus consiguientes desequilibrios, como las actuales, puedan aplicarse políticas monetarias convergentes, aspecto que resulta imposible en esta coyuntura.

En este contexto, la incertidumbre sobre la evolución futura de los tipos de interés preocupa con especial significación a hogares y empresas en su doble  vertiente de financiación y en la de la retribución de sus ahorros. Si nos referimos al coste de su  endeudamiento, especialmente para las familias, las 9 subidas que se han producido, junto a los altos niveles inflacionarios, les han supuesto, hasta ahora, una ostensible merma de su capacidad de consumo y, en muchos casos, serios aprietos para atender el pago de sus hipotecas o de otras formas de financiación conocidas, que según los últimos datos ya absorben el 33% de sus ingresos netos mensuales. No obstante, existe un cierto consenso en  los mercados financieros de que el fin de los incrementos está muy cercano, aspecto que no deja de ser una estimación y que debe ser confirmado por la evolución de las variables concretas antes señaladas.

Por el momento todo hace pensar que el Euribor, principal referencia utilizada para fijar el tipo de las hipotecas, parece haber tocado techo ya que, no sólo ha evitado los efectos de la última subida de tipos, sino que ha fijado un tipo medio provisional del 4,073 % en agosto, menos 0.076% con respecto a julio. Sin embargo, en mi opinión, no es ya tanto la incertidumbre de las próximas subidas lo que puede inquietar a los hogares con hipoteca, sino cuándo  se puede producir una flexión sostenida en los lesivos niveles de los tipos actuales. En este aspecto algunas fuentes consideran que esa caída podría darse a partir del segundo semestre de 2024, lo que, en cualquier caso, quedará supeditada a la evolución tanto del objetivo de la inflación y del crecimiento del PIB.   

No es menor la inquietud que impacienta a los ahorradores ya que si, en algunas quinielas se fija el fin de este año como principio de que los seis  bancos españoles que cotizan en bolsa, que acaparan el 76.2 % de cuota de los  depósitos de los hogares, vuelvan a primar a sus depositantes, todo parece indicar que esa esperanza no será factible por el momento. Así los bancos españoles han perdido hasta junio de 2023 34.000 MM de depósitos, rebaja que, según ellos, obedecen al pago total o parcial anticipado de las hipotecas de sus clientes con excedentes suficientes, al desvío a letras del tesoro, fondos monetarios o de otro tipo, o al mayor gasto de la época estival, trasvases que, en cualquier caso, no modifican su posición de liquidez confiriéndoles la posibilidad de seguir su vigente tendencia comercial evitándoles entrar en estrategias directas de captación de pasivo que vendrían a deshacer su cómoda estructura actual de incrementar sus márgenes por intereses, especialmente cuando los últimos datos publicados relativos a la morosidad del crédito sitúan este índice en el 3.5%, la cifra más baja desde 2008, quizás como resultado del alto grado de renegociaciones de las condiciones de los préstamos hipotecarios que sólo en el mes de junio último afectaron a préstamos por importe de 2.192 millones, datos que les permiten no sólo incrementar provisiones sino reducirlas.

*IGNACIO VILLAR MOLINA.- SOCIO DE SECOT JAÉN  

Dejar un comentario