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La Encuesta de Población Activa, recientemente publicada, relativa al año de 2021, muestra una satisfactoria evolución del empleo en nuestro país. En este periodo se contabilizaron 840.700 más que en 2020 hasta alcanzar 20.184.900 trabajadores, aunque aún lejos de los 20.7 millones conseguidos en 2007. Conviene aclarar que el número de activos de una economía lo forman las personas en edad y disposición de trabajar, es decir, la suma de los que tienen un empleo y los que están en paro, pero están buscando trabajo. Así, en el pasado año, España ganó un total de 224.700 activos. Con estos registros la tasa de paro se colocó en el 13.33%, lo que representa la más baja desde el tercer trimestre de 2008.

Esta buena evolución del empleo no ha tenido la misma repercusión en los diferentes sectores de la economía, ya que el mayor incremento de nuevos puestos de trabajo se ha centrado en el sector servicios que acapara el 83%, seguido por el de la agricultura que suma un 7,4%, siendo más tímidos los relativos al entorno industrial y a la construcción que sólo destacaron con un 2,66 y un 0.45% más, respectivamente. Por otro lado es necesario aclarar que en la economía española las pyme tienen una participación en el tejido productivo del 99,8, y, que de las mismas, el 78% corresponden al sector servicios. Esta composición resta eficiencia y capacidad de competir y lastra la productividad. Así en los últimos años el crecimiento de la productividad de la industria está siendo muy claro, pero, por el contrario, se evidencia un estancamiento en el sector servicios por lo que lo deseable sería que el mayor volumen de creación de empleo se produzca en el sector que genere más valor y aumente la productividad.

No obstante debemos destacar que al menos sí mejoró la calidad de los nuevos empleos, ya que más de la mitad de los mismos fueron con contrato fijo, lo que ha producido un moderado efecto en el cómputo general de los contratados temporales, al situarse en el 2% por debajo de hace 2 años facilitando que el grupo de los indefinidos creciera un 1.7% con respecto al nivel alcanzado en verano de 2019. No obstante existe un gran espacio de mejora en la calidad del empleo cuyo contenido no se reduce solamente a la temporalidad. El indicador de calidad del empleo señala que España está un 10% por debajo de la media de la UE, especialmente, cómo no, en la calidad contratada y en la temporalidad, pero añade que también se extiende a aspectos como: calidad intrínseca del trabajo, riesgos laborales, y condiciones contractuales del trabajo y flexibilidad.

De otro lado, los datos de empleo relativos al mes de enero 2022 confirman igualmente la tendencia positiva del empleo en nuestro país. Así, a pesar de que los registros se resiente en enero por el fin de la campaña navideña, lo que motivó que la seguridad social perdiera 197.750 cotizantes, este ha sido el menor recorte en cuatro años, datos que referidos a las cifras de afiliación desestacionalizadas, es decir, descontados los efectos calendario, arrojan una subida de 71.948 trabajadores, 434.561 más si los comparamos con los registrados en febrero de 2020.

No cabe duda de que el mercado laboral ha mejorado y prácticamente ha conseguido superar las cifras prepandemia ya que el número total de ocupados es un 0.8% superior a final de 2019, si bien no podemos olvidar que buena parte de ese exceso se debe al incremento del empleo público ya que el privado, a final de 2021, ha perdido 4.200 empleados con respecto a diciembre 2019. Y, por otra parte, la cantidad de horas trabajadas por semana en el sector privado es todavía un 4% inferior a los niveles prepandemia.

Sin embargo este progreso de la ocupación laboral no tiene el mismo reflejo positivo en otras variables trascendentales, ya que muestra una disonancia con respecto a los datos finales del PIB 2021. Me refiero concretamente, en este caso, a los niveles de productividad de la actividad económica que siguen reflejando un deterioro progresivo, confirmando una de las disfunciones estructurales más importantes de la economía española. Así, según los datos publicados a esa fecha, el montante global del PIB era 42.000 millones de euros inferior a diciembre de 2019, a pesar de haber crecido un 5%, el ratio más alto de los países de la UE, pero todavía sin el vigor suficiente para contrarrestar la enorme caída registrada en 2020 que alcanzó el 10.8, igualmente uno de los ratios más elevados de la zona euro.

Por tanto, si se ha producido un incremento del 0.8% de ocupados, según los datos del INE, aspecto que, como hemos señalado, supone un avance destacado, la cara negativa, según el análisis de P. Cerezal en Expansión, supone “que la economía no está creciendo a la misma velocidad que el empleo, lo que significa que haría falta tener un 5.1% más de ocupados para conseguir el mismo PIB de hace dos años, ya que a finales de 2021 era inferior al registrado en el mismo período de 2019, y esto se traduce en que los costes laborales de las empresas no han dejado de aumentar, por una parte debido a que la mayor parte del nuevo empleo neto creado ha sido público, a la caída de las horas trabajadas como consecuencia de las restricciones obligadas por la pandemia, a la falta de determinados suministros , y al incremento de los precios de la electricidad y precios industriales, dando como resultado que la productividad por puesto de trabajo o equivalente a tiempo completo haya caída un 4.8% entre 2019 y 2021 y que los costes laborales se han incrementado un 0.7%“.

Los datos ofrecidos ponen de manifiesto, una vez más, las debilidades de nuestra economía, y, concretamente, la vulnerabilidad del tejido empresarial, y la composición sectorial de la potencia productora; estos y otros aspectos que deben ser retos prioritarios a mejorar. Para ello la coyuntura actual es propicia para acometer las acciones, programas y planes necesarios para reajustar las estructuras de nuestra actividad económica y a tal fin los Fondos Next Generation, de los que España recibirá 140.000 millones de euros, son una oportunidad única para conseguir esos objetivos y coadyuvar a transformar nuestra economía.

En ese sentido el gobierno ya ha formulado el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que está vertebrado en cuatro ejes generales: Transición Ecológica, Transformación Digital, Cohesión social y Territorial, e Igualdad de Género. Entre estos apartados, destaca la modernización, digitalización y estructuración del tejido industrial y de las pyme capaces de impulsar la productividad, es decir una modernización del ecosistema de la industria y de los servicios que permita mejorar los tremendos desajustes coyunturales que arrastra la economía española. Y, por otro lado, como expone K. Echebarria, “poner máxima atención en la transformación del sistema educativo incidiendo especialmente en aquellos factores que lastran la formación de capital humano y crean desajustes en el mercado de trabajo orientada a conseguir una economía basada en el conocimiento. La economía se desarrolla a través de la innovación y esta requiere una combinación de inversión en tecnología y capital humano en la que se deben concentrar buena parte de los esfuerzos”.

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