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Por IGNACIO VILLAR MOLINA / Como veterano jugador de tenis me permito encabezar este comentario con una referencia a la misión que en los grandes torneos se le confiere a un sistema informático capaz de detectar al milímetro si la bola botó dentro o fuera de la pista, dada la tremenda dificultad que, en algunas ocasiones, supone dilucidar esta posibilidad. Y es que, a pesar del contundente resultado conseguido por el PP, la cuestión que ahora ocupa el núcleo central de todos los análisis que efectúan, tanto los propios partidos políticos como los medios de comunicación, es si las derivaciones de los resultados de estos comicios pueden proyectarse, con algún margen de suficiente expectativa, que pueda suponer una vuelco absoluto en la gobernanza de nuestro país en los próximos comicios generales, es decir, si esta “bola electoral” ha entrado dentro de las líneas que permiten inferir un resultado similar.

En este aspecto quizás lo más adecuado sería dirimir en qué medida deberíamos imputar los méritos de esta contundente victoria; ¿qué parte deberíamos asignar al candidato y cuál al partido?. La cuestión no es trivial porque para asegurar que efectivamente se pueda entender que estos resultados proyecten una lectura similar en las próximas generales, debería ser reconocido que el mayor merecimiento corresponde al partido y, en ese punto, convendrán conmigo que la cuestión no está tan clara. El candidato Moreno Bonilla ha tenido una participación muy trascendental en este indudable éxito. Su gestión ha estado presidida por la moderación más natural, el rechazo a la confrontación y la búsqueda de la cercanía con los ciudadanos mediante la sencillez y la empatía. Y de todos estos ingredientes, además de otros, deberían tomar buena nota en el partido. Moreno Bonilla ha diseñado el prototipo de político que atrae a los electores porque, dentro de las dificultades que conlleva la misión de gobernar, la mejor estrategia es compartir e identificarse con los votantes para que sientan su cercanía con los problemas que les preocupan.

Muy lejos de ese perfil queda la actitud antagónica y autoritaria de la candidata de VOX, nominada de antemano como indispensable para facilitar la gobernanza. La serenidad y tolerancia del ganador y su estoica actitud, no sólo le ha permitido poder prescindir de un discordante e inconveniente, en muchos aspectos, compañero de legislatura, sino que ha logrado librarse de ese lastre poniendo tierra de por medio entre la ideología de uno y otro partido y logrando reafirmar a su opción en el centro político, siempre el espacio más amplio y más deseado, con la proyección suficiente para que esta condición sirva de faro que alumbre el futuro por donde debe transitar la andadura ideológica de su partido.

Por otro lado el desencanto de VOX, al conseguir menos botín del esperado, y su fallida apuesta por entrar en el gobierno de la Comunidad, por una parte, y la pérdida consumada de las posiciones de la ultraizquierda, abren una brecha importante dejando el camino expedito para que por él puedan transitar los partidos cuyo recorrido deben llevar la divisa de la moderación y del mensaje a los ciudadanos de que hay que prescindir de tantos apoyos cuyo objetivo sólo se centra en ganar posiciones en sus pretensiones particulares que, al final, se resumen en poner en tela de juicio la unidad del estado, u, en otros casos, finalidades que están a mucha distancia de las metas que desean los votantes, al menos de los simpatizantes de los partidos con posibilidad de formar un gobierno.

Aun admitiendo las tremendas circunstancias adversas que en los tres últimos años han complicado la gestión de gobierno, creo que después de estos históricos comicios, pueden obtenerse lecciones muy claras para comprender que ser rehén de compañeros de andadura desleales, cuyo único objetivo es obtener, paso a paso, prebendas y facilidades para lograr sus objetivos, sólo conduce al fracaso personal y del partido, ahí están los resultados patentes, a no ser que para satisfacer el ego propio se esté dispuesto a aceptar la anuencia en sus propuestas.

Estimo que todos los partidos están obligados a realizar una profunda reflexión que, aún sin renunciar a su propia ideología y peculiaridad, incorporen las conclusiones claras que se derivan de este profundo vuelco electoral, donde la cordura, la exclusión de la autocomplacencia y del personalismo, la moderación y la ponderación en la gestión han sido divisas que se han valorado con una alta cotización. La política española debe transitar por caminos claros dejando las veleidades de incorporar a las responsabilidades de gobiernos a aquellos que solo buscan sus propios intereses pero que lastran, en definitiva, la excelsa y desinteresada gestión que sólo ambiciona mejorar el nivel de vida de todos los españoles, sean del partido que sean.

Foto: Los candidatos andaluces en uno de los debates televisados.

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