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Carezco de datos para afirmar que las gallinas son putas. Y eso que crecí cerca de un corral. Nunca las he visto flirtear con los cisnes, así que es posible que no merezcan la mala fama. Dudo, en cualquier caso, que el adjetivo traumatice a estas aves porque no he observado a ninguna leer a Montaigne entre puesta y puesta. A pesar de lo que un consejero de Castilla-La Mancha afirma que hay animales que piensan. No le falta razón: los de Esopo.

La fábula es la proyección de Darwin en la literatura, una especie de teoría de la evolución con mona, seda y moraleja que, con el tiempo, que todo lo pervierte, deviene ahora en asignatura escolar para que los alumnos estrechen lazos afectivos con la langosta antes que con la mariscada. El propósito sería loable si no se le vieran las ideas: el fin último del temario es cuestionar la primacía del hombre, no en la cadena trófica, sino en la Creación.

Para poner en duda la prevalencia humana en la Creación la ideología utiliza un estilo falsamente franciscano: simula amar al hermano lobo para acabar con el hermano hombre. Al dotar de sentimientos racionales a seres irracionales dota de irracionalidad al ser racional. Que es connivente con la falacia. El hombre asume el criterio de la ideología sin entender que, a la hora de comer, lo que le diferencia del lobo no son los cubiertos sino la sobremesa.

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