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Por ANTONIO GARRIDO / Un éxito sin paliativos fue el sábado, día 14, la Carrera Internacional conocida como la Noche de San Antón, que de nuevo, tras el experimento de los últimos años, se celebraba fuera de su fecha habitual en el calendario. Si el año pasado la respuesta fue extraordinaria, con una ciudad entregada por completo al acontecimiento deportivo, uno de los más reconocidos de España, esta cita de 2023 no le ha ido a la zaga, todo el mundo coincide en afirmar, el Ayuntamiento el primero, que ha sido la mejor de la historia y no seré yo quien lo desmienta, porque soy el primero de sus fans, me sentí muy orgulloso de Jaén y de los jienenses. Ha sido verdaderamente impresionante, todo Jaén en la calle y en un ambiente propio de las grandes ocasiones. Hay pocas fechas en el año en que la ciudad se vuelca con un acontecimiento y esta es sin lugar a dudas una de ellas, diría que la que más. 

Pero no olvidemos que siempre ha sido así, que este acontecimiento tradicional en todo momento ha contado con una acogida asombrosa, por única e indescriptible, miremos las hemerotecas, pero no cabe la menor duda de que al coincidir en sábado le da un valor añadido y fomenta la llegada de personas de otros lugares, aunque no perdamos del todo la memoria, cuando era por San Antón, el día que tocara en el calendario, también tenía enorme tirón, otra cosa es que ahora sea mayor. De hecho, entre los participantes, se puede reconocer fácilmente que una buena parte no eran de la ciudad de Jaén. No me ha sorprendido nada la espectacularidad del evento, ni la imagen que Jaén ha dado hacia dentro y hacia el exterior y, como no puede ser de otra manera, me siento muy orgulloso de la ciudad, que no solo sabe organizar grandes eventos deportivos, como la Carrera Internacional Urbana, sino que demuestra fortaleza y el hecho evidente de que cuando se quiere, se puede. Por esta razón vaya en primer lugar mi enhorabuena a los organizadores, el Ayuntamiento de Jaén y sus concejalías de Deportes y Cultura, a Jaén por su respuesta, a tanta gente como ha venido de fuera motivada, por participar o por sumarse a la fiesta, y por los beneficios que se hayan derivado de la noche mágica, entre ellos en el sector de la hostelería, con hoteles al completo según se dio a conocer por los medios y las redes sociales.

Participantes en la Carrera, al paso por la Plaza de Santa María, frente a la Catedral.

Insisto y reitero que nada me ha sorprendido, y si lo ha hecho ha sido muy agradablemente, de ver el espectáculo de casi 10.000 personas haciendo historia para la ciudad. Se esperaba una respuesta de estas características, en primer lugar porque es una población que ronda los casi 112.000 habitantes, y teniendo en cuenta que vienen a participar atletas profesionales y aficionados de toda la provincia, del área metropolitana, jienenses que residen fuera, etc., etc. Se nota que hay una trayectoria de cuarenta años, la San Antón no se ha inventado ahora, aunque a veces pudiera parecerlo. Su historia es su éxito.

En resumidas cuentas las circunstancias que se dan en Jaén, unido por descontado a la experiencia acumulada, incluso la polémica desatada en los últimos años, que nunca viene mal, porque cualquier debate es sano, han sido el revulsivo, bien es verdad que también se cuenta con la moda del “runner” y que desde hace años los jienenses le han tenido siempre mucha fe a esta popular carrera. Ahora hay costumbre de sacar las cosas de quicio y parece que se ha descubierto la pólvora, he leído algunas declaraciones un tanto fuera de medida, porque cada cual cuenta la feria según le va en ella. Nada hay diferente a lo que ha venido ocurriendo en todas las ediciones, tan solo el feliz argumento de que una parte notable de la ciudad se ha movilizado para sacarle a esta singular cita el máximo provecho, no solo deportivo, sino también social y económico, en el disfrute de una enorme y popular fiesta.  

Me alegro enormemente y hay un motivo fundamental para ello, y es que todo lo que sea bueno para Jaén coincidirá con los intereses que defienda a capa y espada. De todos modos pocas personas han puesto en entredicho la conveniencia de que la Carrera Urbana de San Antón no se celebre en sábado, porque atrae a más gente y el espectáculo y la promoción de la ciudad bien lo merecen. Pero la Carrera es de creación todavía reciente, aunque lleve cuatro décadas funcionando, no está aún tocada por la vitola de la tradición de siglos y es oportuno hacer los necesarios experimentos para sacarle el máximo provecho posible.

Todavía queda la resaca de un vivo debate que se estableció en los últimos años, en el que algunos, entre los que me cuento, defendíamos la Carrera Internacional en sábado con una lumbre significativa, pero dejar para la noche del día 16 el disfrute generalizado en torno a las lumbres para salvar la tradición. Reconozco que quienes estábamos por esa postura nos fuimos quedando en minoría, perdimos esa batalla, entre otras cosas porque se impuso el criterio de una corriente revisionista con una idea que no era mejor ni peor, sino diferente. Bien es cierto que se aprovechó la circunstancia de que el movimiento vecinal carece de fuerza, como ya expuse hace unos días, ha ido perdiendo fuelle, protagonismo, influencia, fortaleza, en parte porque determinadas circunstancias, también políticas, le han quitado su sitio en el escenario ciudadano, y de esta manera ha sido más fácil conducir la polémica hacia el planteamiento que coincide con la instancia oficial, en este caso el Ayuntamiento. Esto lo podría confirmar o rebatir la presidenta de OCO, Pepi Alcántara, a quien he visto clamar en las redes, lamentando el vacío hacia el papel de sus colectivos.  Si me da pena es porque el movimiento vecinal, lejos de ir a menos debería estar en todo lo alto, peso vive su crisis y es lo mejor para quienes ostentan el poder, porque lo mismo que hay asociaciones más dóciles, ha habido otras que no se plegaban fácilmente a los criterios impuestos, que luchaban y peleaban en defensa de la ciudad ofreciendo sus puntos de vista.

El panorama que existe actualmente en el movimiento vecinal, lejos de la pujanza de antaño, aunque destaca la perseverancia de algunas personas que tratan de salvarlo a base de trabajo y lucha constante para evitar la rendición, pero haría falta una puesta al día, un rejuvenecimiento, porque una sociedad civil debilitada no es aconsejable en una ciudad que tiene ganas de progresar y que necesita el apoyo y la opinión reivindicativa del asociacionismo más cercano a la ciudadanía. De hecho el asociacionismo vecinal, en distintos lugares, ha cedido su papel organizador de las lumbres a otros colectivos, cuando en el pasado, desde que revitalizó la tradición el concejal José Montané, eran las responsables de hacer las hogueras con sus medios, y por esta razón no entiendo que carrera y lumbres hayan de coincidir al cien por cien, aunque hay enormes posibilidades para unirlas a través de un atractivo programa de actividades, como ha habido este año por parte del Ayuntamiento. Peor me parece que en los últimos años hubiera incluso una decisión determinante de impedir las lumbres que voluntariamente pretendían hacerse en la noche del día 16, eso fue el colmo del despropósito y ha sido determinante para propiciar el cambio. Recuerdo que incluso se anunció un referéndum que jamás llegó a celebrarse, seguro que la instancia municipal se dio por satisfecha por los comentarios de sus afines o de las redes sociales.

Lumbre en el barrio de La Merced.

Digo lo que he defendido estos años tanto en artículos como en redes sociales, la Carrera es con motivo de las Fiestas de San Antón y puede denominarse perfectamente Carrera de San Antón, pero Noche de San Antón, al menos para quien esto escribe, no hay más que una, la del 16 de enero, esa es la que nos legaron nuestros antepasados. Por esta circunstancia celebro que el Ayuntamiento al menos siga manteniendo en esta noche la lumbre oficial y simbólica que tiene como marco el casco antiguo, nada menos que el barrio de San Juan, que esta noche está espléndido, y el frío se combate con el calor de la hoguera y la convivencia entre vecinos y muchos jienenses. Lo cortés no quita lo valiente, hay que valorar los gestos, pero me temo que es una solución a medias, si por mí fuera se haría al contrario, lumbre simbólica con motivo de la Carrera Internacional, el sábado, y lumbres siempre en la noche del 16. Quienes se oponen porque se sostienen en que el fin de semana es más atractivo para cualquier acontecimiento, presentan razones endebles, porque por esta regla de tres en Jaén y en toda España tendríamos que desprendernos de muchos días que tienen su identidad y no caen normalmente en sábados y domingos. Pero hay que respetar todas las opiniones, cuestión distinta es aceptarlas. Soy amigo de la tradición. Hay muchas maneras de verla, en efecto puede ser la ideología de los cobardes, pero no hay verdades absolutas, todo depende de saber valorar en cada caso lo que se gana y lo que se pierde. Si hay que romper las tradiciones se hace, pero no por capricho, ni por imposiciones, ni por la voluntad de muchos o pocos. Un referéndum era lo apropiado si no hay otra manera de ponerse de acuerdo. Con el tiempo parece que se ha conseguido influir en el pueblo y cuando el pueblo se expresa, aunque sea de aquella manera, a uno se le acaban todos los argumentos.

Dicho esto no voy a ocultar que en torno a las tradiciones la sociedad está dividida, hay quienes las adoran y también existen muchos detractores, quienes se manifiestan críticos con ellas por entender que son un freno a cualquier expectativa. Incluso hay cantidad de autores célebres que tampoco se ponen de acuerdo con este dilema, por tanto no somos muy originales en Jaén.

El filósofo austríaco Karl Popper, al que admiro, porque tiene trabajos encomiables, dejó escrito al respecto que “hay que estar contra lo ya pensado, contra la tradición, de la que no se puede prescindir, pero en la que se no se puede confiar”. Hay citas conocidas mucho más duras y contundentes, pero como para muestra bien vale un botón, dejaré solo otra más, en este caso del célebre empresario norteamericano Henry Ford: “La historia es, más o menos, una simpleza. Es tradición. No queremos tradición. Queremos vivir en el presente y la única historia que tiene algún valor es la que nosotros hacemos”.

En sentido contrario hay una aplastante oleada de declaraciones que están por favorecer el respeto escrupuloso a las tradiciones, si bien nadie es tan extremista que no sea capaz de abrir una rendija o una puerta a cualquier nuevo espacio que sirva para enriquecerla. Algunos ejemplos ilustrativos: “Conservemos nuestras tradiciones para no perder la identidad” (Olga Escolar); “Un pueblo sin traición es un pueblo sin porvenir” (Alberto Lleras Camargo); “Para crear debes estar consciente de las tradiciones, pero para mantener las tradiciones debes de crear algo nuevo” (Carlos Fuentes), o ésta de Eugenio D´ors: “Sólo hay originalidad verdadera cuando se está dentro de una tradición. Todo lo que no es tradición es plagio”.

Estoy, por todo lo señalado hasta el momento, muy de acuerdo con el escritor Carlos Fuentes, cuando afirma que “para mantener las tradiciones debes crear algo nuevo”, en efecto ese es el criterio al que me apunto sin ninguna reserva y que veo que no parece tener posibilidades de éxito por el momento. Pienso honradamente que la tradición es ese gran legado que en lo posible tenemos la obligación de preservar, sobre todo cuando tiene nada menos que ¡¡¡ocho siglos!!!, sin renunciar a cualquier impulso de modernidad o de cambio. Como dice el filósofo Nicolai Hartmann “nadie empieza con sus propias ideas”, y bien cierto que es.

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