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Todo el mundo sabe ya que el paisano Cristóbal Montoro se hace con la veteranía del grupo de ministros designados por Rajoy en la nueva etapa de gobierno, porque proviene de la etapa de Aznar y a pesar de haber permanecido en una responsabilidad complicada se mantiene, que ya tiene mérito. Ahora Montoro se hace cargo de la cartera de Hacienda y Función Pública. Todo el mundo destaca que es cuota andaluza, por su condición de jienense, pero a decir verdad de un tiempo a esta parte se ha hecho el silencio para el cambileño que no se deja ver por su tierra.

En los últimos años han sido contadísimas las ocasiones en que ha viajado a la provincia, al comienzo del anterior mandato municipal, en 2011, a la capital, y algo ha llovido, y en un mitin creo recordar que de la última campaña para las elecciones municipales, en Baeza. Pare usted de contar. Atrás quedaron los anuncios del equipo de gobierno de la ciudad de Jaén, cuando era alcalde Fernández de Moya, de visitas que nunca llegaron a producirse y de medidas que tampoco fueron adoptadas, a pesar de lo cual los populares, como un papagayo, siempre repitieron machaconamente la frase que más les gusta a algunos de sus dirigentes, la “apuesta por Jaén”.

Si se refieren al plan de pago a proveedores no fue ningún favor especial, lo han tenido las administraciones que lo han demandado y, además, no es un regalo, ese plan, de cuya eficacia no vamos a tratar ahora, supone un sacrificio considerable para un Ayuntamiento como el de Jaén en la más absoluta ruina. Lo que sí hay que reconocerle a Montoro, y esto sin ninguna duda, es la cesión a la ciudad del edificio del antiguo Banco de España de Moneo, porque distintos gobiernos estuvieron toreando a Jaén, como está el caso de la que fuera vicepresidenta socialista Fernández de la Vega, que se comprometió solemnemente y no cumplió su palabra. Montoro en cambio sí lo hizo.

Ya digo que al ministro lo veo un tanto alejado de Jaén en este momento y además ignoro las causas por las que esto ocurre, porque tampoco le veo mucho sentido. Ayer al acoger la noticia de su continuidad ya indiqué que en principio no es una mala noticia para Jaén, no porque tengamos que esperar un trato especial de privilegio, pero sí puede ser un buen interlocutor al que trasladar la situación límite en la que se encuentra nuestro Ayuntamiento, que busca, sin conseguirlo, consensuar un plan que permita coger algo de oxígeno a la maquinaria municipal. Montoro no tiene una varita milagrosa ni nada por el estilo, pero conoce el gravísimo problema de este Consistorio y pienso que dentro de lo malo supone un cierto alivio que el ministro no sea una persona extraña y que al menos sea receptivo con los planteamientos y no se mire tanto una solución política sino la manera para salir de un pozo sin fondo.

Entiendo que a pesar de que el panorama es muy negro tiene que haber soluciones y hay que encontrarlas. Supongo que es lo que en este momento estará pensando el alcalde de Jaén, Javier Márquez, que debe contar en esta difícil pero trascendental gestión, con el apoyo de su antecesor y diputado en el Congreso, José Enrique Fernández de Moya, más aún si como se está rumoreando, el exalcalde logra un puesto en el segundo nivel de responsabilidades ministeriales.

Si esta operación de SOS ante Hacienda, que es vital, no cuaja, entonces sí que veo que las soluciones se alejan, porque la refinanciación de la deuda a muy largo plazo es una estrategia que traslada la responsabilidad y las consecuencias de la elevadísima deuda municipal en cuarenta años, es decir, hipotecamos el futuro de Jaén sin contemplaciones y los políticos transfieren todo el peso de la carga en los ciudadanos, que es lo que en realidad se ha hecho siempre, solo que esta vez hay que tratar de evitar. Desde este punto de vista la posibilidad de exigir una quita de la deuda es una posibilidad a la que no se debe renunciar, entre otras cosas porque tampoco sería una concesión gratuita del gobierno, es parte de lo que la Administración central le sigue debiendo a Jaén y a los jienenses. 

De Cambil a ministro

(Este es el texto, actualizado, del semblante que el pasado verano dediqué en el Diario Jaén a Cristóbal Montoro, dentro de la sección Dardos con nombre propio)

El ministro de Hacienda y Administraciones Públicas del Gobierno de Rajoy, Cristóbal Montoro Romero, es jienense, para más señas nació en Cambil hace 66 años. De familia humilde, su padre regentaba un pequeño negocio y tenía claro que sus dos hijos tenían que estudiar. Trataron de buscar futuro en la capital jiennense, pero Gil Montoro, que así se llamaba el progenitor, se marchó a Madrid donde le dio trabajo un empresario vasco, que le ayudó asimismo a hacerse de su modesto primer piso. Las posibilidades de la capital de España hicieron que Cristóbal Montoro llegara con el tiempo a una cátedra de Hacienda Pública.

El jienense ha sido siempre más técnico que político y ha escalado puestos por la cultura del mérito y no como en otros casos de compañeros de cartera que lo han hecho por sus sonados apellidos o por provenir directamente de la aristocracia. Montoro por el contrario representa el éxito de un hijo de emigrante al que Aznar y Rajoy nombraron ministro en dos etapas distintas porque, según se ha dicho, era “un señor de Jaén” que no tenía ninguna hipoteca. Pese a todo ha hecho carrera política desde el año 1993 hasta hoy, con responsabilidades distintas en el ejecutivo y en el propio Partido Popular. Le ha tocado, como suele decirse, bailar con la más fea, y él se toma con cierto humor las críticas que recibe: “ya sabía a qué venía, no hay ignorancia exculpatoria”.

Su vinculación política con Jaén ha sido un tanto Guadiana. Fue diputado por esta circunscripción de 2000 a 2004 y en la mayor parte de esa etapa fue ministro con Aznar. En esa legislatura estuvo más presente, después desapareció y en los últimos años, desde las elecciones municipales de 2011, en que incluso cerró la lista por la capital, sus visitas han sido contadas, creo que dos a lo sumo y en los primeros momentos. Ni siquiera se dejó ver cuando cedió el Banco de España a la ciudad, hecho que tiene todo el mérito porque políticos socialistas lo anunciaron y nunca lo llegaron a cumplir. El exalcalde Fernández de Moya se jactaba de tener una gran relación de amistad, habló varias veces de inminentes sorpresas, pero ni llegó Montoro en persona ni se produjo el tan demandado rescate para hacer que el Ayuntamiento fuera algo más gobernable desde el punto de vista económico. El ministro parecía el salvavidas, pero el jiennense se hizo esperar.

En una de las últimas elecciones sorprendió que encabezara la candidatura por Sevilla y algunos lo interpretaron como una clara afrenta a su tierra donde siempre ha sido bien acogido, especialmente entre la militancia de los populares. En los dos últimos comicios volvió a descartarse de nuevo para encabezar Jaén, porque ya estaba el patio animado con Fernández de Moya y Puche, que debían tener sus pactos con permiso de Juanma Moreno, para evitar que hubiera otro sobresalto en forma de paracaidista. Pero hubiera sido lógico y natural que Montoro quisiera volver a encontrarse con sus orígenes.

Este liberal confeso que cree satisfechas sus ambiciones está, por su responsabilidad, en el ojo del huracán. Hace oídos sordos, y también el Parlamento, a la dura crítica que se le hace de cobrar 1.800 euros mensuales por alojamiento cuando tiene casa propia en Madrid, algo de todo punto censurable. De vez en cuando, Montoro, amante de la ópera y de Beethoven, persona austera y doy buena fe de ello, saca los pies del plato en el Congreso, donde se han hecho famosas su locuacidad y vehemencia, y un singular sentido del humor que él entiende como una defensa, pero que provocan fuertes polémicas y broncas. “No estoy para dar cariño”, ha justificado sus excesos. Con razón decía Abraham Lincoln: “Hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios”.
 

Foto: Cristóbal Montoro sigue al frente del Ministerio de Hacienda. (Foto EFE)

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