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En efecto, con esta expresión tan conocida, lo que se quiere hacer notar es que, a pesar de las buenas palabras y de los propósitos más optimistas, al final no se produce ningún resultado real o positivo, es decir, se hace mucho ruido pero al final no se hace nada.

Esto es lo que le sigue pasando a la relación de la Junta de Andalucía con el Ayuntamiento. Recordarán que en el pasado mes de febrero, vino a Jaén, y bien que se hizo esperar, la presidenta del gobierno andaluz, Susana Díaz, alentada porque se había producido un cambio de regidor y el actual, Javier Márquez, estaba en una disposición más abierta y conciliadora. Así era, pero el tiempo ha demostrado que no del todo, es decir, que no es posible echar la culpa de todos los males al anterior alcalde, Fernández de Moya. No es que vayamos a salir en su defensa, él ya sabe hacerlo sin necesidad de que otros lo hagan, pero es de justicia señalar que la buena disposición anunciada por la señora Díaz no se ha producido hasta el momento. Y esto da que pensar que ha habido mucho de palabrería y de brindis al sol, antes que una decidida actuación para cambiar un rumbo equivocado.

El mejor ejemplo lo tenemos en el polémico asunto del tranvía. Tras el encuentro la presidenta y el alcalde Márquez se anunció una comisión técnica para estudiar las posibilidades de la puesta en marcha del sistema tranviario. El tiempo ha dado la razón a los que presentían que crear una comisión era sinónimo de alargar el problema. Han pasado casi seis meses y no se tiene noticia de que exista ningún pronunciamiento de la referida comisión, a pesar de que políticos de la Junta anunciaban prontas conclusiones.

No nos engañemos, cuando hay la suficiente voluntad para resolver una situación encallada, basta la decisión política para buscar el camino de las soluciones. Nos hemos metido en el verano y el tranvía sigue siendo la gran vergüenza de Jaén, de la que su principal inspiradora, la Junta, no ha querido o no ha sabido darle la vía adecuada. Es verdad que la responsabilidad en teoría corresponde al Ayuntamiento, pero endosarle ese castigo tal como están las arcas municipales, es una actitud poco entendible desde el sentido común, otra cosa es que se pudiera negociar y poner cada uno de su parte de acuerdos con las posibilidades reales de cada administración. Las instituciones gobernadas por el PSOE cada vez que se discute sobre estos extremos recuerdan al PP que está sufragando el coste de Onda Jaén, que consideran un gasto innecesario en la actual situación, pero no explican las causas por las cuales un gobierno socialista mantuvo la radiotelevisión municipal y se aprovechó de ella como después lo ha hecho el Partido Popular.

Lo del tranvía es algo que clama al cielo, produce un entendible hartazgo en los jienenses y casi se pide ya un acto de valentía para enterrar la onerosa obra y que pase a la historia como un monumento a la irresponsabilidad política, primero para abordarla sin el necesario consenso entre las administraciones y entre los propios ciudadanos, y definitivamente para apechugar con las consecuencias y asumir por sentido común y por vergüenza torera, una herencia con un coste de casi 120 millones de euros, que obligaría por lo menos a hacer el esfuerzo de hacer que el tranvía circule por las calles de esta ciudad. Hoy cunde el pesimismo y la política autonómica y local dan un mal ejemplo.

En las relaciones entre la Junta y el Ayuntamiento ha surgido últimamente la reivindicación de un pabellón de deportes para Jaén, ya que La Salobreja no reúne condiciones por ser una infraestructura muy antigua y el Jaén Paraíso Interior de FS necesita otras instalaciones o tendrá que dejar de participar en la liga de fútbol sala. La Junta, que ha sido generosa con muchos ayuntamientos andaluces, sean o no capitales de provincia, se muestra poco receptiva al trato que le pide el Ayuntamiento de Jaén, que en las actuales circunstancias no puede hacerse cargo de la mitad del costo, aunque sí del proyecto y los terrenos.

Lo que ha demandado la institución municipal, y en este caso es razonable en la situación excepcional en la que se encuentra, es que sea la Junta la que asuma la responsabilidad del coste. Como ya señalábamos en su día no es descabellado apuntar que la Diputación podría colaborar habida cuenta de su apoyo al Jaén Paraíso Interior y a que en otros aspectos está demostrando sensibilidad con temas importantes de la capital jienense. No es de recibo hacer de este asunto otro argumento para la pelea, sino que por el contrario tanto Junta como Diputación, y la Administración central en la medida que corresponda, deben ayudar al Ayuntamiento a sacar adelante proyectos que en solitario no podrá acometer.

Deben hacerlo por el interés de los ciudadanos y no usar la vara de medir de la política, con la que tanto se han visto perjudicados los intereses de la ciudad.

En resumen, de nada sirve la nueva actitud municipal si la respuesta de la Junta es inamovible, una actitud cicatera con Jaén y de no asumir que con esta capital hay una deuda histórica que se debe pagar cuanto antes. Los jienenses deberíamos ser más reivindicativos y exigentes, y recordarlo todos los días para que algunos políticos se pongan un poco colorados y no se vayan de rositas.

 

Fotos:

El tranvía se ha convertido, cada día más, en la gran vergüenza de Jaén.

 

 

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